Empecemos por encontrar una deliciosa excitación en que mi mujer se quitará el top del bikini en la playa. notar las miradas, casi siempre indirectas, disimuladas, de los hombres en sus senos nos producía una enorme calentura. En las noches, después de una tarde de playa, comentábamos una u otra mirada e imaginábamos cientos de hombres mirándola y masturbándose y, por supuesto, copulábamos como conejos.
El último día entré en su cuarto y la encontré encogida de costado, desnuda como siempre. Me acosté detrás de ella, pegando mi cuerpo al suyo como una lapa, le así los pechos y le besé por su cuello. Cogí un poco de crema de la mesilla de noche, le unté el ano y metí mi verga muy adentro.
Mis 26 años mi posición de jefa a cargo en la administración de la empresa, mi preocupación por mis amigos se fueron apartando de mis pensamientos, que tomaban forma de fantasías sexuales, me puse una pollera y una blusa ambas trasparentaba mi ropa interior, higienice mis partes intimas, sonreí al sentir flujos en mi vagina, su presencia formal y fría de militar, no podía esconder ese bulto erecto en sus pantalones.
Entraron en el reservado a parejas y, nerviosos, se despojaron de sus ropas en el minúsculo vestuario mixto, sin querer mirarse a los ojos, dándose la espalda con una mezcla de pudor y de inocencia perdida. La misma que perdieron y no recuperarían nunca, y meno esa noche, cuando la sangre empezaba lentamente a hervir.
Saqué algunas fotos más, después subí a la cama y me ubiqué frente a su boca. Me atrapó la pija con los labios como si fuera una aspiradora y comenzó a mamar con una fuerza y deleite como nunca antes lo había hecho conmigo y eso que era algo frecuente que practicábamos.
Cuando salió estaba sin tanga y con el vestido levantado y me pidió que le sacara un poquito más de vello. Me acerqué y comencé a recortar y mis ojos no podían salirse de sus labios vaginales, de un color rosado y algo brillantes. Sin querer se los rocé y saltó en la cama.
Con la mano tomé el tronco del pene. Si el glande llenaba toda mi boca, con la mano apenas podía abarcar el grosor de tal prodigio. Los dedos gordo e índice, tirando de su piel hacia atrás, tensaron la carne. Mientras lo degustaba insaciablemente.
Aparentaba cuarenta y pocos años. El nunca consistió decirle su edad. "El mar es intemporal", le escribió en uno de sus mensajes. De fuerte complexión, se adivinaban unos brazos poderosos bajo aquella camisa azul que vestía. El Señor del Mar. Miriam lo había imaginado muchas veces, pero la realidad no se parecía en absoluto a sus creaciones mentales sobre él.
Levantándose se dirigió a la salita, y justamente cuando trataba de alcanzar el fono en la pared, una súbita sensación extraña entre sus piernas la inquietó y de pronto sintió humedad caliente que descendía entre sus muslos, para finalmente ser seguida de un abundante flujo de liquido que bañó el piso de madera sobre el que estaba parada.
Después de ese fracaso como ya tenia edad para alquilar videos, iba a la tienda y de un momento a otro me dispuse a alquilar una película pornográfica, de ahí aprendí muchas cosas, y es la verdad, y no sabia que estaría por poner en prueba todas mis conocimientos muy pronto.
Esto me dio valor y nos abrazáramos, volviendo a besarnos. Esta vez acogí la lengua y empecé a rozarla con la mía. Una de mis manos acariciaba su nuca mientras la otra acariciaba su espalda, las suyas recorrían mi espalda hasta que una de ellas me pellizcó una tetilla.
Vuelvo a ver aquel hombre y me enseña su lengua moviéndola rápidamente, me cambio de silla de modo que quede a la vista de el, lo miro y abro mis piernas y el abre los ojos y los clava en el movimiento que estoy haciendo, volteo a ver a Clara y Luis si no me ven, ellos están metidos bailando, busco a Pepe y no se ve, dirijo nuevamente la mirada al regordete, me sigue viendo, me toco mi chocho y dirijo mis dedos a mi boca, el regordete cierra los ojos y se chupa los labios
Con el segundo, el joven de 30, se entretuvo más tiempo (la muy pícara se dio cuenta lo que tenía entre manos, mejor dicho en la boca, y supongo que por las dimensiones se dio cuenta que yo no era, pero se la chupó por un buen rato ante la mirada molesta de su joven esposa y los celos que me estaban atacando por la situación). También respondió negativamente.
Con Vero me inicie en la vida sexual, con toda la torpeza del principiante. Tuve mis fracasos en la cama y me sentí morir en esos momentos. Trataba de no herir a Vero, tratándola con dulzura, aunque años después comprendí que a pesar de mi buena voluntad solo había hecho un muy mediocre papel como amante.
El departamento con balcones al mar, los recibió, ella bajo las persianas corrió las cortinas y lo abrazó con un beso, con sus manos lo desvistió, el no hablaba hizo lo mismo con ella, sentando sus nalgas en la cama el erecto falo era una tentación repetida y deseada por ella sentó su vagina gozando cada milímetro de la penetración, a los pocos centímetros jugo en pequeños movimientos, saboreando el jugo preseminal con los labios de su sexo
A veces abría los ojos y le miraba, él me observaba y sonreía. Soltó mis manos y acarició mis pechos con suavidad, yo comenzaba a moverme mas deprisa, y más deprisa hasta que volví a correrme entre gemidos, el también gemía, lo hacíamos a la vez y apretaba mi culo contra él con sus grandes manos a la vez que mis movimientos se volvían frenéticos a causa del orgasmo. Terminamos y lentamente me desplomé sobre él, permanecimos así abrazados unos segundos, cuando yo me eché a un lado y nos quedamos en silencio... cogidos de la mano.
No se atrevía a mirar a Javier directo a los ojos, pero sus tetas que debido a su juventud parecían estar siempre erectas daban la impresión de apuntar hacia él, lo cual la hizo sentirse apenada. Javier no desperdició el tiempo y se aferró a sus pezones, apretándolos y torciéndolos, Karina dejó escapar un gemido. Su entrepierna se calentó casi por inercia, y la joven sintió un ligero humedecimiento.
Sin despertarte has empezado a mover las manos, suavemente deslizándose por tu cuerpo las has dirigido hacia tu vientre las has puesto sobre tu pubis y con dos dedos, suavemente has estirado un poco los pliegues de tus labios, como la obscena invitación, la explicita llamada para que yo me deje caer en ti y te penetre.
Después de acostar a los niños, nos pusimos a ver la tele. Hacía calor. Ella se cambió de ropa y se puso un vestido que le llegaba a la rodilla, pero con bastante vuelo, y que remarcaba sus tetazas. La película era bastante fuerte. Yo estaba tumbado en el sofá y comencé a empalmarme. En otra ocasión me habría importado, pero hoy, después de lo pasado, me importaba todo un carajo.
Lo sentí muy estrecho, y ella disfrutaba, aunque fuese su primera vez. Era una explosión de su morbo. No dejaba de toquetearse el clítoris. Cuando la saqué salió semen con algo de agua y restos.
Yo esperaba que siguiéramos y ella me empujó suavemente para quedar tumbado sobre el banco y dijo... ahora yo, te follaré a ti, y de un solo golpe se montó en mi palo y comenzó a moverse y a cimbrear de manera espectacular, apretaba mi verga con fuerza en su interior y su calor era más de lo que podía soportar.
Siempre intenté volver a tener esa sensación maravillosa y nunca la logré hasta que una tarde me encontraba en un café con una clienta, a la cual estaba asesorando sobre algunos temas legales de familia, luego de un rato la conversación derivó en temas de actualidad y cosas sin importancia, hasta que en un momento y sin entender muy bien porque llegamos a ello, comenzamos a hablar de la homosexualidad y los derechos que estos tenían a formar una familia.
Se quedó como un tronco. Aproveché ese momento para sentarme encima de él moviéndome como si cabalgase , sobre su pene de 17 centímetros, elástico, gordo y firme, pero no totalmente erecto. ¡Que placer! Me volvía loca.
El no la sacaba y ella le había subido la falda y bajado las bragas en un segundo, y , obligándole a abrir las piernas, le estaba metiendo los dedos y chupándole su chocho mojado todo lo que podía, hasta que él gimió y se corrió en su boca (Laura jamás me había hecho nada parecido).
Ella que tanto sabía de mí, que tantas veces fue mi consuelo y yo el suyo. Mi querido Luis, inmutable al fondo de la habitación, desnudo, mirando para el suelo. No podía entenderlo. No quería entenderlo.
Tenía las manos atadas a la espalda y alguna cosa en la boca, supongo que las bragas de una de ellas a juzgar por el intenso y agradable sabor. Pero, con diferencia, lo más grave de todo aquella era que allí estaban ambas llevando atados a la entrepierna unos obscenos, y muy grandes y gruesos, falos.
Era delgada, alta y bastante bonita. Llevaba unos pantalones ajustados, de esos donde la cintura empieza justo un cm encima del vello púbico, ceñidos como si fueran de goma a un culo carnoso y redondo. Llevaba una blusa blanca transparente, y un top ajustado, que marcaba unos pechos grandes, erguidos y perfectamente esféricos.
Al principio los dos estábamos un tanto nerviosos pero al caminar nos fuimos relajando y el tono de la conversación fue subiendo en calor mientras que iba guiando la caminata hacia un bosque bastante cerrado que hay a pocos metros del lugar y que por esa hora no es muy concurrido.
Me miró a los ojos desde la altura de mi pubis, mi verga tiesa y dura era sostenida por una de sus delicadas manos, haciéndola verse más gruesa y grande. Abrió su boca lentamente y sin dejar de mirarme dio un pequeño chupón a la punta de mi glande, un suspiro de placer escapó de mi pecho.