Yo no le sacaba la vista a la polla de aquel viejo, veía cómo se tocaba la verga acariciándosela. Me fijé que no estaba meando, tenía la polla medio morcillona y no dejaba de acariciar la verga mirando para mí, escaneándome de arriba abajo.
Me quedé allí mirando, viendo como el más mayor, le daba por el culo al más joven, hasta que pude ver que ellos se dieron cuenta de mi presencia. Dios, me estaba poniendo palote viendo aquel espectáculo, pero al ver que ellos se habían dado cuenta de mi presencia, me aparté un poco, pero sin perder de vista como le estaba dando por el culo el más mayor al más joven.
Se pegó a mí y mientras me apretaba los cachetes del culo, llevaba mi mano por la que me tenía sujetado, a su paquete haciendo que se lo palpara, mira cómo me tienes, mmm, me susurraba
Iban dar las 8 de la noche, cuando salía de casa rumbo a la ferranchina en busca del transformador, y no solo del transformador, sabía que el viejo ferranchinero, me iba a volver a follar, y la verdad es que yo también tenía ganas de volver a ser follado por la verga de aquel viejo, me estaba haciendo adicto a aquella polla que tanto me hacía disfrutar.
Aquel viejo cachondo y su vecino me habían culiado como nunca, como no iba a volver?, El lunes siguiente recibí un mensaje del viejo, Hola putita, ¿cómo estás? ¿Cuándo vuelves? ¿Fue muy bueno no te parece?
Veo que ya acabaron, se escuchó la voz del viejo en la puerta, estaba vestido con un pijama. Que rico te cogieron putita, es increíble cómo te la tragaste toda.
Después de haber realizado un trío, mi esposo me vio tan caliente, que me dio permiso de canvertirme en una puta.
Esa noche cuando mi tío vino a acostarse, yo ya dormía como un lirón, ni me enteré cuando se acostó a mi lado, solo empecé a darme cuenta cuando empezó a quitarme el slip. Noté como me abrazaba y empezaba a bajarme el slip con sus manos.
Te veo salir de la ducha y extiendo mi mano con tu trago, lo recibes guiñándome un ojo atrevido, prometiente y perverso.
Bastó una sola mirada, para hacerme saber lo que me iba pasar aquella noche. Son de esas miradas que lo dicen todo, son miradas que te perturban, te dejan hipnotizado y sabes lo que quiere y desea de ti. Es la mirada con la que te está reclamando, te grita que le perteneces, que quiere sodomizarte y hacerte suyo, que seas sumiso y le entregues el culo.
Justo en ese momento en que empezaba a culearme, y yo a gemir de placer, se abrió la puerta de los aseos, haciendo entrada en ellos un joven de unos 21 años al igual que tenía yo.
No se veía un alma en la plaza, por lo que seguí el camino hacia los aseos públicos. Nada más girar para seguir la acera que llevaba a los aseos, vi bajar a un chaval joven hacia ellos. El corazón se me aceleró al verlo bajar. Sabía que, en ocasiones, iban jovencitos después de salir de los Pub que hay en la zona del Orzán, buscando un polvo rápido. Como solía hacer yo en múltiples ocasiones.
Anda, se bueno y ve sacándome la polla, ya verás cómo me tienes. Me has puesto como un toro moviendo este culito cuando jugabas en la máquina, eres una nenita muy mala, ¿eh? Me decía sin dejar de meterme mano.
Me gusta como mueves el culito cuando juegas, me decía mientras me sobaba el culo. Yo no sabía que hacer, me quedé paralizado, lleno de vergüenza y enrojeciendo por la situación en que me encontraba. El hijo de perra me estaba metiendo mano, sobándome el culo sin ningún reparo y delante del otro cliente que allí se encontraba.
Me fui a bañar y ella sentada en la tasa del inodoro me charlaba continuamente de lo hija de puta que había sido su compañera, de que dormiría y mañana temprano se iría a estudiar a la biblioteca para dejarme el departamento sola y en la suerte que tenia de tener semejante físico, de lo romántico que seria para mi todo ese fin de semana etc.
El sábado de la semana anterior, me había dado por el culo un hombre maduro; rondaría los 50 años o quizás algo menos; en los aseos públicos de la calle Fernández Latorre, después de aprovecharse que el hijo de puta del maricón que me estaba sodomizando, me había dejado tirado. Me había dejado con los pantalones y slip sobre los tobillos, la camiseta sobre el suelo, el culo abierto y preñado de semen, la polla tiesa a más no poder, y la puerta del aseo abierta.
Pero mamá esta riquísima, mis sospechas se habían hecho realidad, encontré a mi hija ensartada en la polla de su hermano.
No sacaba la vista de mí. Miraba cómo me tenía enterrada la polla aquel hombre, y cómo me tenía inclinado, totalmente en pelotas, dándome por el culo. El hijo de puta no se movía, seguía allí mirando, acariciándose la polla, y viendo como me daban por el culo.
Me hizo que abriera las piernas poniendo las suyas en medio de las mías, y luego de colocar su polla en la entrada a mi ano, se tumbó sobre mi espalda metiendo sus brazos por debajo de los míos. Pegó su boca a mi nuca y luego de mordisquearme, me dijo, levanta un poco el culito mi damita. Nada más levantar un poco el culo, dio un movimiento a su cadera, metiéndome más de media polla. Dio otro movimiento a su pelvis, terminando por meterme toda la polla dentro.
¡Uy que calentito estás! Me decía subiéndome la camiseta y acariciándome con sus manos. Quédate así, que me das calorcito con tu cuerpo, me susurraba al oído, mientras me mordisqueaba la nuca y pellizcaba mis pezones con sus dedos.