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Hombría III

Hombría III

No, por favor, no aquí, Fernando, no aquí… – gemía Sandra sin firmeza alguna – Nos pueden ver…

Vamos, chiquita – respondía él mientras besaba su cuello tibio y deslizaba la mano bajo la minifalda de cuero negro.- Nadie nos ve, todos están mirando la película.

La verdad es que la noche cubría perfectamente las maniobras de la joven pareja, además de la altura del vehículo de doble tracción que hacia casi imposible atisbar lo que pasaba en el interior.

Por favor, Fer…- quedándose callada al sentir como las manos inquietas la hacían sentir en la gloria.

Ella trataba de detener sus avances, tratando de sujetar sus manos, empujándolo lejos de ella, pero el sabia muy bien como tocarla, como apabullar sus sentidos con sensaciones intensas… su fama como el galán más codiciado de la universidad no era en balde.

Mmmm – gemía estremecida Sandra al sentir como los labios del muchacho se apoderaban golosamente de uno de sus turgentes pezones. – Ohhhh!!!

Fernando, sabia perfectamente la fuerte influencia que tenia sobre ella y que podría hacer lo que quisiera con ella. Le era fácil lograr lo que quería de una muchacha, especialmente si estaba tan enamorada como Sandra.

Te quiero, Fernando, te quiero… – mientras atraía los labios de él al encuentro de su boca entreabierta.

Yo también te amo, Sandra – dijo el con voz enfebrecida.

Esas palabras fueron las que finalmente derrumbaron cualquier resistencia de ella ante su avance. Sandra sintió como sus muslos cedieron separándose tímidamente ante las caricias de él que pugnaban por avanzar al sur, territorio virgen lleno de placeres inimaginables

Ohhhhhhh! – Gimió Sandra profundamente al sentir como esos dedos mágicos empiezan a hacer enloquecedores círculos en su vulva, acariciando los labios humedecidos sobremanera. La tanga, cual inútil barrera, había sido desplazada a un lado hacia rato.

Mmmmmpffmm…- escapaba de sus labios apretados – Oh, Fernando, nunca, nunca nadie….

La muchacha sintió como todo empezó a dar vueltas a su alrededor, como las sensaciones se convertían en marejadas imparables de placer.

Sentía como sus caderas se movían solas al encuentro de esos dedos que hurgaban sabiamente el tierno y cobijante interior de ella. La llegada al clímax era inminente, indescriptible… ansiada…

Ohhhhhhh, mi Diosssssss…..! – Gritó ella mientras su pecho se agitaba aún atrapado por la boca del muchacho.

Ella, con los ojos cerrados, sentía como si estuviera cayendo a un abismo, los sonidos se sentían lejanos, distantes, apenas reconocibles. Lo único que podía percibir era la presión sobre sus muslos temblorosos.

Abrió los ojos, y lo vió encima de ella. Los labios de él empezaron un nuevo descenso hacia el sudoroso cuello femenino, hacia sus pechos turgentes, tentadores, y al sentir que los labios de él nuevamente se apoderaban de sus pezones, se arqueó estremecida.

En ese preciso momento, sintió la dureza de él separando sus labios tiernos, lo sintió avanzando inexorablemente hacia su interior.

Sintió miedo y un leve dolor que por momentos era distraído por las suaves y placenteras mordidas que sentía sobre sus pechos temblorosos.

Temía, le dolía, pero las caricias de él hacían que no le importara.

A pesar de su falta de experiencia, se sintió dichosa, amada, y en un gesto de entrega, lo abrazó hacia su pecho, cobijándolo mientras que nuevamente empezaba a percibir deliciosas sensaciones que la transportaban lejos de ahí…

Te amo, Fernando,… te amo – mientras se aferraba al cuerpo del muchacho envolviéndolo con sus estremecidas piernas…

Estás segura? – preguntó Fernando, visiblemente fastidiado.

Si, ya tengo dos semanas de atraso en mi periodo, y nunca falla – respondió Sandra, con gran seriedad que casi se traducía en una expresión de angustia.

Y por que no cuidaste? – él alzándose de hombros – es tu responsabilidad…

Mi responsabilidad? – no pudiendo ocultar su decepción al verlo asumir esa actitud.- Permíteme recordarte que yo era virgen y cuando fuimos al autocinema, no tenia en mente que me hicieras el amor…

Y por que no me detuviste, entonces? – tratando de poner en ella toda la culpa.

Y que significa no para ti? Acaso te detuviste? – Mirándolo a los ojos para luego bajar la cabeza – Al final cedí, pues te amo y no soy de piedra…

Tú tienes más experiencia que yo en esto – continuó ella – y no trato de culparte por lo que pasó, simplemente que tenemos que afrontar esto como pareja que somos…

Pareja? Y de donde sacaste la idea que somos pareja? – dijo el cínicamente – yo solo quería pasarla bien… como tú.

Pasarla bien? – abriendo lo ojos incrédula por lo que estaba oyendo, para segundos después cambiar su expresión por una de disgusto – y por que diablos me dijiste que me amabas, que me querías, que yo era especial para ti?

Por que todas ustedes quieren oír eso… – respondió él, al tiempo que encendía un cigarrillo – no es así?

Sabes qué?…me das pena – mirándolo de pies a cabeza – pensé que realmente eras un hombre…

Bueno, este hombre te hizo gozar, chiquita – sonriendo con un aire de suficiencia.

No, un hombre de verdad no haría que ahora me sintiera asqueada de lo que pasó – mirándolo ahora con gran desprecio.- la palabra hombre te queda demasiado grande, no eres mas que un perro…

Y girando sobre sus talones se alejó apresuradamente de él, para que no viera las lágrimas que estaban a punto de brotar de sus ojos verdes.

Volverás a mí, chiquita – se decía él, mientras admiraba su hermosa silueta alejándose por los jardines de la universidad. Susurró… – ya lo verás…

Pero ella no volvió…

Embarazada? – exclamó Alex, sin poder evitar una expresión de sorpresa ante el anuncio de su hermana menor.

Si, Alex, tengo ahora 7 semanas de embarazo – hablando sin mirarlo a los ojos –

Ambos se encontraban sentados frente a frente en los sillones de la sala. El apartamento de Alex era pequeño pero muy acogedor. Sandra disfrutaba mucho de pasarla allí, visitando a su hermano muy a menudo. La verdad es que lo extrañaba mucho desde que se fue de la casa ante la actitud intransigente de sus padres. Ella nunca imaginó que las circunstancias es esta ocasión fueran causadas por una desilusión tan grande…

Quien..? – interrogándola, para callar al ver la mano en alto de ella pidiéndole que se detuviera.

Eso no importa… – continuó ella, seria, pero hablando en voz baja – nadie me puso un cuchillo al cuello. Debí ser mas responsable…más fuerte.

Fernando…fue él, no es cierto? – poniéndose de pie, visiblemente enojado – Y que hará al respecto?

Ese…no existe en mi vida. Fue un estúpido error. – tratando de mantener una expresión indiferente, a través de la cual, muy a pesar de ella, sabia que Alex podía ver su dolor.

Ven aquí, linda – Extendiéndole los brazos – Yo estoy contigo…siempre…

Ella se puso de pie y avanzó hacia los brazos abiertos y lentamente se apoyó en su pecho, como temiendo no merecer esa muestra de afecto. Pero al sentir los fuertes brazos de su hermano mayor rodeándola fuertemente y él besando su pelo, rompió a llorar desconsoladamente, cediendo finalmente y dejando aflorar el enorme dolor y la desilusión del amor no correspondido. De la humillación de haber sido usada…

Y se quedaron allí, por largo tiempo, con tan solo el quebrado llanto de ella y el consolador silencio de él…

Hey, hermanito! Me das un aventón a la universidad? – canturreó alegremente Sandra.

Claro… gordita!- con una sonrisa de oreja a oreja, para terminar su café de un enorme sorbo.

Gordita tu abuelita, queridito! – Replicando mientras trataba de levantarse de la silla. Ya con 7 meses de embarazo, la barriga no era descomunal, pero aun así no era fácil levantarse de un solo salto…

Decías?- mientras llegaba al lado de ella de un salto para ofrecerle la mano.

Ya, ya, para la broma, OK? – frunciendo el ceño, mientras se quedaba mirando a la mano extendida.

Sandrita, te ves preciosa con esa barriguita, que no te das cuenta de eso? Además, no deberías ponerte seria, le puede hacer mal a mi sobrino…- en tono meloso.

Ella no puede evitar esbozar una sonrisa ante el comentario de su hermano, y tomándolo de la mano se incorpora de la silla, cogiendo su redondo vientre con la mano libre.

O sobrina… – aclaró ella.

Tienes razón, también podría ser una nena, adorable como su mamá. – tocando suavemente la barriga de ella con cara de embobado.

Bueno – dice ella. – apurémonos entonces, no quiero llegar tarde a clases y que todos vean el espectáculo que hago tratando de entrar en una de esas sillas tan estrechas…

Sandra no seguía viviendo en la casa paterna.

El embarazo había sido una mancha imborrable que había, mancillado el honor de tan distinguida familia, se habló de aborto, de viajar al extranjero, de ocultarse en una provincia, pero ella, se resistió, aún ante la amenaza de ser lanzada a la calle sin un céntimo sino acataba la decisión de sus padres.

Ante tal falta de apoyo familiar para ayudarla a seguir adelante, Alex había decidido acoger a su hermana bajo su protección. Estaban algo apiñados en el departamentito de él, pero contentos.

Los frecuentes y extendidos viajes de él hacia las provincias donde trabajaba le permitían a ella un sensación de independencia que le gustaba.

La verdad es que Sandra se sentía tremendamente agradecida por todo el apoyo y cuidado que Alex le brindaba.

Si todos los hombres fueran como tú…-pensaba ella, al momento que Alex cerraba su puerta y rodeaba el carro para sentarse al volante.

El vehículo salió raudamente con dirección al centro de la ciudad.


Querida Sandra:

Desde hace tiempo que he querido escribirte este mensaje, pero por alguna estúpida razón me he contenido de hacerlo. Tu no sabes quien soy y tal vez por ahora, es mejor así, pero yo si te conozco, y he venido siguiendo tus pasos, admirándote por el arduo camino que has elegido. Muchas otras mujeres habrían resuelto el problema de la manera mas fácil, pero tu no. A pesar de tu juventud, has sabido valorar la vida de un ser inocente y has mantenido la frente en alto, defendiendo con fiereza tu independencia y a esa criatura que llevas dentro. Cuan afortunado es ese ser por tenerte como madre. Ten confianza en el futuro, y ten por seguro que nunca estarás sola.

Con cariño

Tu amigo…por ahora

Los ojos de Sandra se quedaron fijos, prendados de la pantalla de la computadora. Era tarde, y había decidido chequear su e-mail antes de irse a dormir.

Por ahora…-se encontró ella misma diciendo.

Inmediatamente, una avalancha de ideas comenzó a pasar por su mente, nombres, rostros, la universidad, etc, tratando de poder relacionar ese mensaje con algún rostro conocido…pero, fue en vano, no creía que alguna de las personas que conocía podría haber escrito eso. Para ellos ella con su embarazo era una especie de bicho raro. Nadie mostraba tanta honestidad, sencillez y seguridad como el autor de este mensaje. Lo curioso es que no se sintió para nada incomoda con su contenido, sino mas bien intrigada, y hasta un poco halagada y conmovida. Sin que ella lo notara en sus ojos sintió una inexplicable humedad, y una sonrisa se dibujó en su rostro aun más expresivo y cautivante por la maternidad…


Que tal estuvo tu vuelo? – preguntó Alex, visiblemente alegre por la llegada inesperada de su amigo. A pesar de que Eduardo le pidió que no se incomodara con su llegada, Alex insistió en que él lo recogería, y punto final.

Tranquilo, brother.- devolviendo la sonrisa – y tu? que tal?

Así, pues como me ves. – mientras apretaba con confianza el antebrazo que se le ofrecía.

Cualquier persona por ahí podía fácilmente notar la manera cordial y abierta como estos dos se trataban, caminando a pasos firmes, idéntico ritmo, sonrisas amplias. Mas parecían hermanos que amigos, ambos de la misma estatura y contextura, aunque uno con piel trigueña, cabello negro ensortijado y el otro mas bien blanco, casi rubio. Y ambos realmente estaban contentos por el reencuentro.

Subieron de un salto al carro de Alex, y partieron rápidamente en medio de carcajadas…

Me hubiera gustado mucho que te quedaras en mi apartamento, pero… – dijo Alex algo triste.- me apena, justo ahora regresas después de tiempo y te fallo de esta manera…

No te preocupes, hermano. Además, se que tú y Sandra necesitan el espacio. – contestó afablemente Eduardo.- Hablando de eso, cómo va su embarazo?

Muy bien, ella va a sus controles regularmente y se cuida mucho. Es bastante saludable – contestó el hermano, orgullosamente, para luego mostrar una expresión algo preocupada que trató de ocultar, y al instante, pretendiendo entusiasmo, prosiguió- recuerdas que ella solía practicar clavados?

Si lo recuerdo.- A su mente vino la imagen escultural de Sandra cuando solía bañarse y broncearse en la piscina de la residencia familiar. Al instante dirigió su atención a la forma en que la ciudad había cambiado durante su ausencia.

Donde te alojarás? – inquirió Alex

Tengo un apartamento en el centro – respondió Eduardo

Así? – abriendo los ojos – se ve que te ha ido bien en el trabajo, no?

Gracias a Dios si…-exclamó él.

Y que te trae por aquí esta vez? – con curiosidad preguntó Alex.

Asuntos de familia – respondió él, pero haciendo una pausa de volvió hacia Alex – Qué es lo que te está preocupando, Alex.?

A mi? – asombrado – Cómo te diste cuenta?

No te hagas, hombre.- respondió Eduardo – recuerda que hemos sido amigos prácticamente desde la época de pañales.

Tienes razón, no debería sorprenderme.- meditando por un instante, y luego retomó el tema.- es mi hermana, me preocupa…

Por que? – con curiosidad – algo anda mal con ella?

No con ella, sino que mi trabajo me obliga a viajar constantemente y estando tan cerca el momento del parto…

No te preocupes – tranquilizándolo – yo estaré pendiente de ella cuando estés ausente…

Estas seguro? -intrigado- Pensé que ella y tu no se llevaban…

Yo no tengo absolutamente ningún problema, ella es tu hermana y eso basta para mí…

Te lo agradezco, de veras – mirándolo fijamente – me siento más tranquilo ahora…

Despreocúpate, OK? – dijo Eduardo sonriendo.


Alex recordaba que años atras, Sandra no tenia mucha estima por Eduardo.

Las diferencias sociales, y la superficialidad e inmadurez que ella mostraba en ese entonces no le permitieron ver la gran persona que él era, además de los desplantes que ella solía hacerle a cada rato.

Claro, ahora, ella no era la misma chiquilla inmadura, pero conociendo lo terca que podía ser decidió dejarle el número de teléfono de Eduardo sin darle mayores explicaciones, simplemente como el de alguien que podría ayudarla en caso de que él no estuviera cerca en el momento del parto.

Y el no confiaba en nadie mejor para esta labor…

Sandra confiaba en que todo saldría bien y que a fin de cuentas ninguna ayuda podría ser necesitada. Le parecía que su hermano se preocupaba demasiado. Pero tampoco quiso que se sintiera intranquilo…

OK, conservaré el número, si es que tanto insistes. – contestó Sandra

Así me sentiré más tranquilo – respondió él

Ya vete, vete a trabajar, de una vez, mientras que ella terminaba de recoger los trastos del desayuno.

Te veo luego, hermanita- despidiéndose con un beso en la mejilla.

Hasta luego – contestó ella.

Terminada esa labor, se sentó ante la computadora de su hermano, y la encendió.

Mientras veía como el aparato se activaba, con ese clásico show de ruidos e imágenes que las computadoras hacen al encenderse, pudo notar claramente que estaba ansiosa por ver si algún nuevo mensaje de aquel amigo misterioso habría llegado para ella.

Tenían varias semanas intercambiando mensajes y la verdad es que ella se alegraba mucho de encontrar a alguien que la comprendiera y aceptara como era.

Era muy bonito sentirse respetada, admirada, no solo como futura madre, sino como mujer, aún cuando su momento de llegar a dar a luz se acercaba.

Sentirse atractiva en esas circunstancias era realmente especial.

Una mujer embarazada no deja de tener una sexualidad llena de deseos, y ese hombre, parecía entenderlo perfectamente… aquel hombre que la cautivaba, cuyo rostro y voz aún no conocía, pero que la hacia sentir tan bien, tan contenta consigo misma. Y por momentos tan mujer…y sin poder evitarlo, se excitaba, sabiéndose deseada.

Sus pensamientos fueron interrumpidos al ver aparecer su lista de e-mails. Allí estaban…el tercer e-mail apenas comenzada la semana. Lo abrió…

Mi Adorada Sirena…. -una amplia sonrisa se dibujó en su rostro que también se empezó a enrojecer al continuar leyendo… – No sabes como siento la necesidad de tu calor cada vez que trato de conciliar el sueño.

Siento que eres como el aire que necesito para respirar y sin ti me ahogo, y tu imagen, bella, dulce y a la vez deseable difícilmente me permite concentrarme en las labores mas sencillas. Mi cuerpo, mi mente, mi corazón te reclaman desesperadamente….

Mi amor desconocido – se dijo ella misma mientras leía la carta que se hacía mas íntima, haciéndola enrojecer pero a la vez desear estar con él…

Sandra se sentía contenta, caminando por esa hermosa playa que solía visitar con sus amigos tiempo atras. La arena mojada en sus pies, las olas bañando sus tobillos, tersos hermosos, que a pesar de la gestación se mantenía firmes, caminaba en paz, sonriendo, vistiendo un vestido suelto de algodón floreado que combinaba muy bien con el amplio sombrero de pajilla blanca que le cubría del sol.

Sintió como sus pechos llenos, duros , se erguían mas al inhalar profundamente el aire puro y cerrando los ojos sintió el sol frente a ella, entibiando sus mejillas.

Fijó la mirada en la lejanía, y lo vió, caminando lentamente hacia ella, con camisa de algodón azul claro, desabotonada, y pantalones blancos algo mojados por las olas. Caminaba en forma relajada, pero muy masculina, las manos metidas en los bolsillos.

El sol estaba a sus espaldas por lo que no veía bien su rostro, pero lo adivinaba sonriéndole. Ella también sonrió y siguieron caminando hasta acercarse.

Al fin – dijo el con voz profunda, que la hacía estremecerse visiblemente…

Si, lo esperaba tanto – se oyó decir ella

Ella sintió como las manos de él tomaban delicadamente sus mejillas y sus labios descendieron desde su frente suavemente sobre su rostro, acortando su respiración. Los brazos de ella rodearon su espalda y sintió los fuertes músculos, que la hicieron por un instante morderse los labios…

Ahhhh…- gimió ella al sentir los tibios labios de el acariciando su cuello.

Las sensaciones contenidas empezaban a emerger, a cada segundo en forma mas violenta, casi explosiva.

Cada toque de él parecía un detonador que la hacia estremecerse. Su toque era suave, calmado pero desesperadamente preciso en ubicación e intensidad.

Sandra sintió sus pechos hinchados tocando el pecho duro de él y saltó, estremecida.

Sintió el cuerpo de él envolviéndola, acomodándose a la redondez de su vientre y eso la alocaba, por que se sabia ansiada, deseada, aún así, o tal vez, más aun por estar así.

Suavemente la hizo sentarse en la arena. Sintió como sus nalgas percibían la tibieza de la fina arena, y su cuerpo temblaba al sentir el suave recorrido de las manos pacientes de su amante.

Ohhhhh… -gimió ella al sentir como su boca se posaba entre sus senos llenos de deseo, sus pezones erguidos se estremecieron al sentir el roce provocador de sus mejillas. De algún modo el había logrado descubrir su torso dejando sus senos temblorosos expuestos a sus enloquecedoras caricias.

Las manos de él habían descendido sobre su redondo vientre desnudo, pero bello y tocaban con tacto casi imperceptible, como una pluma que la hacia estremecerse, sus besos allí, sus dedos bailando sobre sus muslos que se separaban tímidamente, todo eso no hacían mas que hacer que se sintiera muy húmeda, agitada, ansiosa por mas…

Mmmmmmm,- al sentir leves roces en sus muslos, cada vez mas cerca de su vulva tibia y estremecida. Deseó desesperadamente sentir esos dedos tentadores en ella, explorando más, para desahogar esas ansias de mujer.

Tus manos, me enloquecen, amor – suelta ella entre gemidos dulces.

Y los dedos de él empezaron a hacer círculos de placer sobre su vulva, rozando su clítoris en forma sabia y deliciosa.

Uhmmmmm….- sintiendo una oleada inminente que se iniciaba en su bajo vientre y ascendía mareándola, haciéndola perderse….-que ricoooo….!!!

Asiiii, asiiii, no te detengas amor !!!!- el había encontrado el lugar preciso y lo sabia. Esos dedos y esos labios succionando los pezones endurecidos eran una combinación imbatible. No podía detenerse ahora aunque quisiera….

Mi adorada sirena…-le escucho susurrar al oído en medio de este enloquecedor torbellino de placer en que la mantenía a su antojo.

Ohhhh, Dios miooooooooooo !!!!!!- sintiendo como sus entrañas se estremecían ante este orgasmo tan intenso, tan fuerte que sentía que iba a perder la conciencia…

Ohhhh, ohhh, ohh, oh – Tratando de recuperar el aliento

Ahhhh….ahhhhh…ah.hhhhhhhh – exhalo ella profundamente quedándose echada sobre la arena…y sintió como un delicioso sueño la invadía…

Tras unos minutos, se despertó, los primeros rayos de sol invadieron su habitación. Se echó hacia un lado, y sonrió –

Que rico sueño – se dijo a si misma – hacia tiempo…

Notó la gran humedad de sus sabanas, como muda prueba del placer solitario que acababa de vivir. Recordó en ese momento cuando tuvo ese sueño erótico con Eduardo. Se sonrojó al pensarlo y sin querer lo comparó a lo que acababa de experimentar. La cama, tan mojada como en ese entonces…

Que habrá sido de su vida? – se encontró preguntándose… y recordándolo desnudo durante esa noche…

Ella sintió un dolor punzante en el bajo abdomen, que duró por varios segundos. Trató de calmarse respirando en forma rítmica y pausada.

El dolor finalmente cedió. Sandra giro suavemente sobre su costado, vió el reloj,- 2 de la madrugada -y trató nuevamente de conciliar el sueño.

Ouuuhnnnn!!! – Exclamó ella, tratando de soportar el dolor que la hizo contraerse en la cama. Se asustó, y encendiendo la luz, quiso llamar a Alex, pero recordó que desde hace dos días este se había ido hacia la provincia por razones de trabajo.

Maldita sea, duele, duele mucho- sintiendo como el dolor empezaba a tomar una regularidad con los minutos. – Son contracciones…

Ayyyyyy,- ante una nueva contracción – ella trato de respirar controladamente como le habían enseñado en las clases de maternidad.

Podía sentir claramente la tensión que su joven vientre materno adquiría al producirse la contracción, podía sentir claramente en su pelvis como la naturaleza la iba preparando para el momento crucial…

Creyó que podría conseguir un taxi para que la llevara al hospital. Estos meses lidiando con su embarazo, estudiando, valiéndose por si misma le habían otorgado una fuerza dentro de ella que le hacían sentir que podía lograr lo que se propusiera.

Levantándose se dirigió a la salita, y justamente cuando trataba de alcanzar el fono en la pared, una súbita sensación extraña entre sus piernas la inquietó y de pronto sintió humedad caliente que descendía entre sus muslos, para finalmente ser seguida de un abundante flujo de liquido que bañó el piso de madera sobre el que estaba parada.

Quedó así, de pie, paralizada, con las piernas ligeramente entreabiertas, avergonzada, y a punto de llorar….

Entre suaves sollozos, tomó el fono y apretó el botón que Alex había programado para esta posible emergencia…

Riiiiinnng…..riiiiinnnng. S-si…? Quien es? – una voz somnolienta contestó.

S-soy la hermana de Alex – tímidamente, entre sollozos.

Sandra? – la voz pareció tomar un tono de total atención e interés.

Si… – en un hilillo de voz.

No hagas nada, solo siéntate y espérame – tranquilizándola – estaré contigo en cinco minutos…

Está bien…- y es escuchó como colgaban el fono.

Se sentó en el sillón, mirando el charco de liquido que quedó en el piso.

Se rompió la fuente… -pensó ella.

Se sentó como pudo y reclinó su espalda en el sillón y trató de tranquilizarse para lidiar con las contracciones mientras venían por ella…

Sonó el timbre de la puerta a los pocos minutos, y ella trató de ponerse de pie para abrir, cuando una nueva contracción dió comienzo, haciéndola caer nuevamente sentada en el sillón.

Auuu!!! – un débil gemido escapó de su garganta, mientras escuchaba nuevamente el timbrar de la puerta.

Mientras mantenía los ojos cerrados, respirando esforzadamente por la boca, oyó el sonido de las llaves en la cerradura y pronto unos pasos que se acercaban a ella.

Al abrir los ojos lo vió de pie ante ella. Levantó lentamente la vista y al mirar su rostro no pudo ocultar su asombro.

Eduardo! – con los ojos muy abiertos, sintió que no salían más palabras de su boca…

Hola Sandra… – contestó el esbozando una leve sonrisa..

Y se quedaron ahí mirándose mutuamente sin saber que decir. Por la mente de ella pasaron una sucesión de recuerdo de años atras, cuando ella solía tratarlo con desprecio, debido a su condición humilde.

Creía haber olvidado todo eso, ni siquiera lo recordaba y ahora lo tenía ante ella, en estas circunstancias…

Sin saber por que, sintió vergüenza ante él…

Una nueva contracción empezó y el gesto adolorido de ella, lo hizo recordar la razón de su presencia allí.

Solo extendió su mano y la posó sobre la de ella apoyada en su tenso vientre.

Ella al sentir la mano de él, se prendió de ella con fuerza tratando de soportar el dolor mientras pasaba. No importaba otra cosa ahora, solo el que el momento ya se avecinaba.

Ven, Sandra… déjame llevarte a la clínica – cuando notó el rostro de ella mas relajado. Sandra tenia su frente perlada de sudor, no estaba arreglada, ni nada, pero aún así, él pensó que se veía bella, muy bella. Tan valiente y estoica, pero a la vez tan frágil e indefensa…

La ayudó a levantarse, y ante la indicación de ella, entró al dormitorio y tomó el maletín previamente preparado para la ocasión. Tomándola del brazo, la llevó ante la puerta del elevador.

Demora demasiado…-dijo él, viendo que este no ascendía por varios minutos.

Deben estar dándole mantenimiento,- contestó ella – usualmente lo hacen cuando no se usa mucho, como a estas horas…

Que oportuno – dijo el – no importa, vamos por acá….- indicando la puerta de a la escaleras.

OK, pero me voy a demorar…

No te preocupes – dijo él, y tirándose el bolso de maternidad sobre un hombro, la tomó de la cintura, se inclinó un poco y pasando sus brazos debajo de las piernas de ella, la levantó en peso suavemente, como una, pluma.

Pero son cinco pisos – dijo ella avergonzada.

Todo estará bien, ya verás…- y así con ella en brazos, empezó a descender a paso firme pero cuidadoso, sabiendo la preciada carga que llevaba.

Ella se aferró a él y apoyando su cabeza en su hombro fuerte, sintió los tensos músculos de él y se alegró de que estuviera allí. Quien podría imaginar que esto sucedería. Ahora ella dependía de él y estaba agradecida por ello.

En un instante estuvieron en el primer piso, sin bajarla de sus brazos, se dirigió hacia la salida del edificio que se abrió automáticamente. Llegaron ante un automóvil azul metálico, donde él delicadamente la bajó de sus brazos.

Gracias, Eduardo – esbozando ella una sonrisa tímida.

No es nada, sube por favor,- abriéndole la puerta..

Y ella obedeció. Era bueno no estar sola…

Sandra se vió rodeada de gente vestida de verde. Le habían colocado uno de esos camisones que se atan por detrás.

Podía ver la actividad que sucedía a su alrededor, preparativos hechos en silencio pero con una rutina bien ensayada, como hecha miles de veces.

Cuantas mujeres se habrán hecho madres en este ambiente? Cuantos llantos nuevos habrán llenado los oídos de madres jóvenes como ella?

Las contracciones ahora eran claramente rítmicas e intensan dándole una inevitable necesidad de pujar.

Todavía no lo hagas Sandra, – indicó el doctor – esperemos a la siguiente contracción.

Sandra resoplaba tratando de aguantar la sensación.

En ese momento una enfermera prácticamente empujando hacia adentro a alguien también vestido de verde, que se quedó mirando a la puerta. Parecía desorientado, y dudando giró hacia donde atendían a Sandra.

La vió semihechada en la camilla, con las piernas abiertas apoyadas en soportes.

Estas estaban cubiertas con telas verdes estratégicamente colocadas de manera que solo el área entre las piernas quedaba expuesto ante el doctor que ni siquiera había volteado a verlo.

Las manos enguantadas rodeaban delicada pero decididamente una redondez rosada que se asomaba por lo que parecía ser la tremendamente dilatada vulva de ella.

Oh, disculpen – volteándose nuevamente tratando de explicar que las enfermeras lo habían confundido por el padre de la criatura por nacer, lo hicieron ponerse una bata, gorra y mascarilla sin darle tiempo a decir nada, y luego de un empujón se encontró allí, sin saber que hacer…

Eduardo…- oyó él, giró y la vió extendiéndole la mano en señal que se acercara a ella – ven…

Y el lo hizo en silencio, tomo la mano que se ofrecía y la sintió aferrarse a la suya.

Ahora, Sandra, puja – ordenó en doctor.

Y ella sintiendo la contracción al máximo, tomó aire y pujó con todas sus fuerzas. Sus manos apretaban las de Eduardo con una fuerza increíble, casi animal.

Esa fuerza que solo una madre sabe sacar en momentos desesperados o cruciales.

Eduardo se inclinó más sobre ella, y pasando su brazo bajo los hombros de ella, la ayudó a elevarse un poco…

Ella tenia los dientes apretados, sus músculos temblaban por el esfuerzo, pero ni un solo quejido de dolor salía de ella, solo el feroz gruñir de una madre haciendo lo que tenia que hacer por traer a ese hijo al mundo.

Claramente sentir como la cabecita descendía un poco más.

Y la contracción pasó, permitiendo que ella se relajara momentáneamente.

Sintió el rostro de él al lado del suyo, los brazos rodeándole, las manos tomando la suyas y se sintió contenta de que él estuviera allí, apoyándola, animándola. Jamás lo hubiera esperado…

Una vez más, Sandra, falta poco – oyó ella

Y sintiendo unos brazos fuertes rodeándola y apretando sus manos, pujó y pujó y no cedió hasta que sintió que la cabecita avanzaba inexorablemente buscando la salida.

Ya, para, para – le ordenó en el médico – la cabeza ya salió, ahora relájate, descansa. Hiciste un excelente trabajo, Sandra.

Y yo estoy orgulloso de ti – escuchó a Eduardo susurrándole al oído.

Sandra emocionada, pudo notar la humedad en los ojos de él y cerró los ojos por un instante, relajándose, sintiendo como el cuerpecito de su bebe iba saliendo suavemente con las hábiles maniobras del gineco-obstetra.

Es un varoncito – se oyó en la sala -Felicitaciones…

Acérquese -le indico el médico a Eduardo…

El titubeando lo hizo y se quedó inmóvil cuando se dió cuenta que le ofrecía las tijeras para cortar el cordón umbilical. Miró a Sandra.

Y ella, con el rostro sudoroso, pero sonriente, asintió con la cabeza.

Eduardo sintió como su corazón se aceleraba, pero con mano firme cortó el cordón y oyó el algarabío entre el personal de la sala, felicitándolo, palmeando su espalda.

Y en un instante se vió con el bebe en brazos, rosadito, llorando fuertemente, dando pleno primer uso a esos pequeños pulmones. Se veía hermoso, idéntico a su madre.

Y el se acerco a ella y puso el bebé delicadamente en sus brazos. Se veía hermosísima, madre joven, valerosa, admirable.

Y no pudo resistir y darle a ella un beso en la frente…

Gracias, Eduardo – mirándolo conmovida – de veras, por estar aquí…

Y se miraron largamente sonriendo, mientras el llanto de la criatura llenaba el ambiente…

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