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El final de la partida I

Apuré la copa de vino y me dirigí a la habitación del fondo. En ella, Jaime tenía su refugio particular: estanterías repletas de libros, discos y videos, muchos de estos últimos realizados por él. En esa habitación, Jaime pasaba horas y horas. Leyendo, escuchando música, componiéndola, grabándola, viendo películas, realizando las suyas propias.

El final de la partida IV

Los dientes del metal se clavaron en la carne y una oleada de fuego recorrió mi cuerpo. Saltaron las lágrimas de mis ojos y un grito atronó desde lo más hondo de mi alma. El pezón derecho estaba preparado. De nada sirvieron mis sollozos ni mis súplicas. Sonriéndome, Jaime cerró la pinza. Me sentí mareada por el dolor.