Ya son más de las siete y media. La piscina va a cerrar. Yo ya estoy vestido, con mi pantalón corto, esperando a mi novia que está en el vestuario. La chica no se ha movido de allí, pero de pronto se levanta y se vuelve a meter en el agua. No hay nadie.
Entró una chica jovencita, atractiva, que parecía bastante arreglada, a la moda, con esos pantalones de tela de pata ancha y gafas con esa montura moderna de estrella pop. De pronto se puso delante de mí y me rozó con su culo.
Nos encontramos a una joven pareja en un un lugar de intercambio de parejas, mi esposa iba radiante, con un vestido muy sensual cortísimo, y escotado, con zapatillas de tacon de plataforma; ellos no eran mal parecidas, y ella era una chica muy joven de senos muy prominentes, blanca, hermosa, sensual como mi mujer; estuvimos platicando un rato, sobre cosas superficiales, y luego sobre nuestros gustos sexuales, las cosas se calentaban pronto al descubrir afinidades...
Esta lanzó un alarido de dolor que se hubiera podido oír por todo el parking pero como estaban encerrados dentro de la caja del camión solo lo oyeron ellos tres.
Ante sus ojos apareció una polla inmensa, no tenia nada que ver con picha chica de su ya exnovio. Aquella polla gorda y nervuda que miraba al techo tenia una boquita de la que salía un líquido transparente que le llamó la atención.
Ella sacó los pies de entre la ropa y se sacó las bragas, también rojas como la sangre, levantando sus esbeltas piernas adolescentes donde todavía estaban presentes las calcetas blancas, dejándolo ver su vulva apenas cubierta por una tenue vellosidad de color marrón.
Paula cogió con su mano el pene postizo de la mujer que tenía detrás. Sentía en su vientre, entre sus muslos, medio caído,, el semiflácido miembro de goma de la mujer de delante, y ahora las mujeres, como si siguieran un plan cuidadosamente ensayado, se ponían en cuclillas y le lamían el vientre y los lumbares y luego, las ingles y la parte baja de las nalgas. Mi hermana aparecía como la cúspide de una pirámide.
Me mojé los dedos en saliva y se los pasé por el chocho. Acerqué su cuerpo hasta mi aparato, coloqué la punta de mi capullo entre los pliegues de su coño y empujé hasta que sus rizos chocaron con los míos.
Cuando terminé fui al baño y le limpié la almeja para evitar que se diese cuenta. Le puse las bragas en su sitio, el camisón y la metí en la cama, no sin antes besarle por última vez su coño recién regado, sus pezones aún erectos y sus labios de miel.
El doctor se extrañó. Por regla general, todas sus pacientes eran muy vergonzosas, sobre todo las mas jóvenes, y siempre procuraban taparse bien y enseñar lo mínimo posible y el menor tiempo posible.
Mientras mi esposa estaba en el cuarto, yo fui a la cocina con la excusa de que quería tomar un vaso con agua. Al llegar ahí la vi subida en una silla limpiando, así que me acerqué disimuladamente hacia donde estaba ella y me puse detrás para ver debajo de su vestido.
Vinculada a un grupo de amigas de colegio me dejé llevar por el enigma y el misterio de una fiesta en la que, sin haberlo siquiera imaginado, tuve mi primera y única experiencia zoofilica electrizante con un Labrador dorado quedando más de treinta minutos literalmente fundida con el can y confundida ahora.
Pasé los tres peores meses de verano viendo como Nando se aprovechaba del lindo cuerpo de Raquel, una bonita chiquilla de 1.75 de altura, melena larga y castaña (que me hacía calentar pensando en el color de los rizos de su coño), unas tetas pequeñas pero ricas y un culo ideal.
Durante el resto del día, y cuando esos auténticos sementales no nos follaban, teníamos que hacer de esclavas, haciendo la comida, preparando copas y chupándonos una a otra para calentarles y después ser penetradas.
Todo era tan pequeño que su ropa estaba a punto de romper la ropa. Fue a su cuarto, allí, fumando, sentada en una silla de mimbre, había una mujer que tal vez era una chica de dieciséis.
Otras tres mujeres se asomaron al baño y decidieron entrar. Rondaban la treintena. Iban en busca desesperada de bebida, y encontraron la botella en la bañera. Ni siquiera pensaron que alguien podía haberla estado chupeteando y babeando. Comenzaron a llenar sus copas y a brindar, entrelazando sus brazos.
Pocos segundos más tarde, el jefe dejó de succionar y le sacó los colmillos. De las heridas que le provocó salió sangre, y la chica se habría desangrado de no ser por las medias, que hacían más o menos la función de compresión.
Habría tranquilizado a un soldado lleno de metralla y chorreando sangre por todos lados en medio del campo de batalla, sólo hablándole, prometiéndole que todo iba a salir bien, que la ayuda estaba en camino, que su madre tardaría poco en llegar y todo tendría un final feliz de película de Hollywood.
En ese momento con mi mano derecha acaricie el pelo de la chica en una actitud arrogante propia de un "macho líder", al mismo tiempo que apartaba mi mano izquierda de mi cara y empujé mi pecho hacia arriba y le devolví la mirada a la ejecutiva, retándola.
Se temía lo peor, y preguntó quién era y ese personaje le respondió que era un sorpresa y que abra enseguida. Juan obedeció llevado por esa voz de ángel que acababa de oír; se encontró con "una chica diez", la chica y la situación que todos los jóvenes pajilleros habían deseado y seguirán deseando.
La chica se puso debajo mía y empezó a chuparme los pezones mientras uno de los hombre me la metía por atrás, sentía tantas cosas a la vez que no sabia exactamente si era placer o dolor.
La besa profundamente y luego la hace situarse de cara al cristal. Desde atrás la abraza, acaricia su cuerpo, desde sus tobillos finos hasta su largo y rubio cabello. Juega con él, peinándolo entre sus dedos, disfruta viendo la fluidez y limpieza con que cae, como un riachuelo.
Explicó que para hacerlo debía ponerse en un estado de calentura que igualara, por lo menos, el que él sentía y que para ello debía darse la vuelta y dejar que la inspeccionara por detrás para aconsejarle los movimientos a seguir.
La primera vez se ha vertido en mis tetas, como la segunda y la tercera. A la cuarta quería un poco más de marcha pero le he dicho que solo boquita. En la quinta he tenido que tragarmelo todo porque si no, a este paso volvía empapada… No ha sido tan asqueroso como pensaba…
Le hice que se sentase, le acaricié el pelo, la cara, con mucho cuidado, le besé muy despacio el cuello, los hombros el pecho, nuestras respiraciones eran cada vez mas agitadas así que decidí sentarme encima suyo para que me penetrase.
Fue entonces cuando levanté la cabeza y pude ver a Carmen que era ensartada por el culo y por el coño mientras se tragaba dos poyas a la vez que en cada embestida desaparecían para volver a verse de nuevo húmedas hasta la mismísima empuñadura.
La bestia continuo con su labor, cogiéndose a la chica sin misericordia, impulsando con furia sus largos é interminables apéndices dentro de ese cuerpo semejante al humano. En tanto su víctima había dejado de luchar y ahora se abandonaba a las sensaciones que le producía su violación.
Los chorros de cera se fueron acumulando en las nalgas, al espalda, el cuello e incluso los testículos de mi primo, haciendo que este gimotease de placer y dolor, hasta que justo antes de que la vela se consumiese, mi padrastro extrajo el consolador del ano de Kosuke y vertió en su interior una buena cantidad de cera que se deslizó por su recto como si de semen hirviente se tratase.
En cuanto todas estuvieron en sus lugares hizo su entrada el señor Takechi Kayoe, todas las chicas se quedaron sorprendidas al ver a ese hombre, alto y extremadamente corpulento, tanto que a más de una le vino a la mente la imagen de un luchador de Sumo.