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Castidad a la suerte

Era una fría mañana y ella estaba sentada en un café bar con un humeante chocolate, se oía una de las canciones de nuevo CD de Sabina de fondo, y le estaba echando un vistazo a la sección de trabajos de un periódico local .

Mi primera esclava I

En nuestro primer contacto (que fue por teléfono) María me expresaba sus miedos y temores, que a su vez eran lógicos y normales, María no quería recibir palizas y ni ser obligada a nada que ella no quisiera hacer

Educación real de una esclava I

Agachó la cabeza, esperando mi siguiente orden. Debía estar absolutamente inquieta, vestida solamente con unas medias y unos zapatos de tacón, en medio de un aparcamiento público, en el que constantemente está entrando y saliendo gente. Y aunque en la zona en la que estábamos, era imposible que alguien llegara sin que yo lo viera, seguro que a ella le parecía que estaba en medio de un pasillo.

La búsqueda de la esclava Pilar

Desde muy joven, Pilar descubre que tiene deseos de ser castigada. Inicia una serie de experiencias que la llevan por fin a encontrar la satisfacción, pero se desengaña. Decepcionada, por fin encuentra el amor de su vida y tiene las experiencias de sumisión más gratificantes de su vida.

La caída de Elena

Mientras tanto el amo había hecho retirar a los dos negros y llamado esta vez a tres, con los miembros si cabe más grandes, que siguieron follando simultáneamente a la preñada, quien en ese momento tenía dos pollas en el ano y una en la vagina. Era difícil comprender como se habían colocado los tres inmensos cuerpos para poder acceder a los orificios, pero lo habían hecho.

Bienvenida Zanahoria

El timbre sonó y Alf (más mayordomo que esclavo, tampoco me hacen ninguna gracia los hombres, aunque para alguna visita, para jugar con mis esclavas o como esclavo de Venus cumple con su papel) abrió la puerta. Era Jeff, un viejo amigo de papa y nuestro ginecólogo. Como amigo nuestro disfrutaba, en sus palabras, nuestro harén.

Conociendo a Zanahoria

Al mismo tiempo en que volví a la mansión de mi primera juventud estaban viviendo allí sus cuatro esclavos; tres hembras realmente deseables y un macho de color (regalo de un amigo, a mi padre nunca le gustaron los hombres). Estaban confundidos sin su maestro y me recibieron como su sustituto. De esto hace ya dos años.

Puta y esclava familiar II

Para que vayas aprendiendo, después de anillarte me follaré a Carmen y Delia delante de ti. Después ellas te darán una tunda de latigazos y por último haremos que te dé por culo uno de los perros. Pasarás la noche en el calabozo atada, amordazada, con un buen tapaculos y, por supuesto, pinzas bien apretadas en los pezones.

Ellas decidían III

Al terminar el número, Blanca se quiso colocar en posición más cómoda para disfrutar de la enculada y fue entonces cuando advirtió quién era su pareja. Se desprendió de mi polla, se giró y me asestó una sonora bofetada, quedándome compuesto y con los huevos a punto de reventar. De una ojeada advertí que Aurora, empalada en Rogelio, tenía la boca libre así que acudía a tapársela.

Ellas decidían II

Lucía tenía puesto un cinturón con un consolador de asolador tamaño insertado en el culo de la dulce Blanca mientras su coño albergaba la polla de Julio. Alfredo intentaba meter su polla en el ano de Lucía pero el vaivén de ésta se lo dificultaba, así que la sujetó un rato, haciendo caso omiso a las protestas de Blanca, hasta que consiguió su objetivo.

Felicidades I

Ella aun estaba medio sentada medio de rodillas junto al sofá, con una mano apretando su conejito por encima de la minifalda, señal inequívoca de su deseo insatisfecho y una turbia mirada de pasión en sus ojos.

Torturas mortales III

El globo seguía creciendo en el interior de la esclava y con el la vagina realmente iba tomando una buena dimensión, la esclava trataba de soportar los dolores con la mayor dignidad posible, sabía que era la única forma de evitar peores castigos.

Torturas mortales II

Los gritos desgarradores de la Etelvina se podían escuchar en todo el castillo, y el olor a carne quemada era insoportable, el fierro que se veía salir de la caldera ya estaba todo amarillo y así se perdía dentro del cuerpo blanco, que comenzaba a transparentar una línea morada reflejando el lugar donde se alojaba el hierro.