Nos conocimos hace mucho tiempo, y comenzamos a salir como amigos al principio, como pareja después durante dos años, relaciones normales si bien con algún juego erótico y morboso, nada de esto pasó por nuestra imaginación, un día él rompió la relación, me dejó, lo pase muy mal, y pensé que nunca más volveríamos a estar juntos, así fue un tiempo, pero tres años más tarde, reiniciamos la amistad, y ahí comenzó todo.
Retomando el tema, nos pusimos frente a frente y manteniendo fijas nuestras miradas y sin emitir palabra alguna, iniciamos el recorrido de nuestros mojados cuerpos; tomando Mirella la iniciativa de ir descendiendo por mi cuello, hombros y llegando a mis salientes pezones que fueron absorbidos y mimados por su mágica lengua; mientras yo tocaba el cielo por el placer que me estaba dando.
Con toda intención dejas caer tu saliva que resbala fuera de tu boca. Cabeceas sobre mi pene como si fuera cuestión de vida o muerte y no sé si me excita más, la chupada que me estás haciendo o el cuadro de tu cara con los ojos cerrados, la boca forzada para acogerme, el llenarse y vaciarse de tu mejillas al ritmo de las chupadas o el gemido que sale de tu pecho.
Con Annick, no nos vemos más, ella me dijo que como experiencia había sido muy dura y que como nos estimaba a los dos, era mejor cortarla y que tratemos de arreglar nuestro conflicto. Ahora hacemos el amor por necesidad, de una forma carnal, no hay el menor sentimiento, y siempre terminamos discutiendo y ella me repite que el día que encuentre un tipo que la trate mejor que yo y que la haga calentar, se va a ir.
Después de hacer eso le puse a "Pancho" (así le digo a mi pene) entre sus nalguitas para jugar y calentarla más hasta que ya no aguanto yo tampoco y lo empecé a introducir poco a poco y ella en una mezcla de gemido con grito de dolor empezó a tocarse, mientras yo me movía metiendo y sacando la carne para poder completar mis fantasías.
Este escrito es una guía para aquella pareja que quiera intentar un menage a trois, basado en los libros sobre sexualidad escrito por el Dr. Walther Slovinsky.
Era tal el gozo recibido que Lina que no se percató de mi presencia, Pedro me guiño un ojo, mientras se movía para ocultarme de la vista de Lina y permitir que ella saliera de debajo quedando ella de costado, de espaldas a la puerta y él de frente mirándome sonriente. Yo me retiré rápidamente hacía el dormitorio totalmente excitada y con las imágenes frescas en mi memoria, y desnudándome completamente me metí a la ducha, esperando calmar esa ansiedad que me invadía.
Me encontré con él, alto, gordo, sus cuatro pelos, estaban despeinados, era el asesor económico de la empresa, (lo conocía de una vez que fue a la empresa) sabía que era casado, con dos hijos (el varón un chico tímido, que me gusto cuando lo vi, pero tiene dos a tres años menos que yo), pero muy suelto me dijo, hola, sabes que serás mi secretaria, mi novia. Luego de mi afirmación, recordé porque verdaderamente estaba ahí.
No sé si se lo esperaba o que pero la cuestión es que se sacó la bata, se quedó desnuda, saco un pote de aceite de un cajón y empezó a ponérselo por todo el cuerpo, no solo por los pechos o la barriga sino por todo el cuerpo, pude observar con claridad cómo se restregaba por las piernas, el culo, el coño, la barriga, los pechos, la espalda y los brazos y todo ello lo hizo sin dejar de mirarme nunca a la cara, yo empecé a sudar así que decidí ponerme la ropa de deporte para que luego mi mujer no se diera cuenta.
Yo tenía en ese entonces 19 años, y mi madre me había mandado donde su modista para hacerme unos pantalones. Mi mama me dio la dirección y me dijo que la modista se llamaba Erika. Mi madre la conocía hace unos 5 años y siempre le había hecho arreglos a su ropa. Yo no la conocía, solo sabía de ella por las cosas que me contaba mi mama.