Mi primera relación que tuve fue hace como diez años, con un tío hermano de mi mama, yo tenia 15 y el cómo 35 años, se llamaba Jose era atractivo, moreno, velludo, alto, complexión media, serio y con unos ojos y una boca carnosa.
Estoy recordando algunas escenas de mi visita a un pueblo de Coahuila a donde fui hace unos diez años a saludar a mi abuela materna que vivía con una de sus hijas.
Yo desde siempre había sentido mi homosexualidad pero de forma reprimida, sólo un año antes un hombre mayor me había abordado en la calle y me había hecho sexo oral en la azotea de un edificio de departamentos, algo que más que satisfacción me había traído culpa.
La historia que les quiero compartir hoy es la de una chica de mi ciudad. Ella tenía solo 16 años cuando le ocurrió esta historia que definió el rumbo de su vida.
Estos machos estaban mejor que nunca, había de todo, músculos, jóvenes, rasados, peludos, vergas hermosas, cabezonas y venosas, vergas chicas encogidas y dulces, mulatos, blancos, latinos e incluso un chico indio del norte de América.
A los 14 años uno se pajea por cualquier cosa, desde una foto hasta un recuerdo, pero lo mágico de la masturbación es que te permite fantasear hasta el límite de tu imaginación.
Una vez que recogió todo con la lengua me dijo que se sentía profundamente agradecido, que tenía más de un año de no tener una experiencia homosexual, que hacía grandes intentos por ser heterosexual exclusivamente, pero que la pasión era más fuerte que toda su voluntad.
Ella se para del sofá y se dirige a la recamara, yo siento un alivio, se dió por vencida, rápidamente tomo con mi mano mi verga para iniciar una paja, de pronto aparece atras de mi.
Hacia solo un par de horas mi vida había sido estremecida por un terremoto sentimental, y ahora vagaba por las calles empinadas de aquella metrópoli californiana donde vivía. Llevaba al hombro mi mochila negra.