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Mi mochila en Tokyo

Mi mochila en Tokyo

Tokyo, Japón. Una de las ciudades mas grandes del planeta. Y una que me traería una gran sorpresa.

Había llegado por motivos de estudios y permanecería un mes allí. Por supuesto el choque cultural lo sentí desde el primer momento.

Es literalmente encontrarse en otro mundo. Todo es diferente, pero también todo parece exótico, desde el lenguaje hasta la comida.

Aquel día caluroso de verano paseaba por una de las amplias avenidas en el centro comercial de la ciudad, con mi mochila negra al hombro y lo único que hacia era pasar el tiempo del sábado de tarde.

El resto del grupo de estudiantes extranjeros estaban seguramente haciendo lo mismo: perdiendo el tiempo por allí pues no teníamos ninguna actividad para aquel fin de semana.

Junto a mi estaba Raffiq, un tipo de unos 45, de las Islas Seychelles allá por el Océano Indico y que se había hecho muy amigo mío en aquellos primeros días de estudio.

Entramos a un amplio almacén de cuestiones electrónicas y la curiosidad de ver lo ultimo en tecnología, por lo que los japoneses son famosos, nos hizo caminar por cada uno de los pasillos del lugar.

Personalmente quería ver los televisores de plasma, esos delgaditos y que se cuelgan de la pared, así que me dirigí allá mientras Raffiq se detenía en los aparatos de audio.

Mi mirada inquisitiva se detuvo en uno de los televisores, y casi de inmediato un japonesito con cara limpia y tersa se acerco y me pregunto algo en japonés. Le conteste, en ingles, que no hablaba japonés.

“Yo hablo ingles”- me dijo el para grata sorpresa mía -“Le puedo mostrar algo?”

“Mostrar algo?”- repetí yo con doble intención pues sentí una atracción inmediata hacia aquel muchacho.

El no comprendió, así que tomo el control remoto del aparato y se acerco a mi para demostrarme como funcionaba.

Cuando sentí que su respiración estaba a solo unos centímetros de mi sentí como, inconscientemente, mi verga se comenzaba a endurecer.

El japonesito, que tampoco era tan inocente como se veía, lo noto casi de inmediato.

“Ahora se lo que me decia…”- me indico mientras en un movimiento extremadamente rápido me tocaba mi paquete. Fue tan rápido que me tomo por sorpresa y no pude reaccionar.

“Ey!”- escuche detrás de mi el fuerte acento en ingles de Raffiq -“Aquí estas!”

“Si…ahh…estaba…viendo el tv…”- le conteste pensando que pudo haber visto el movimiento del japonesito.

“A usted también le interesan los televisores?”- le pregunto mientras yo me ponía nervioso por el tono que el japonés utilizaba.

No quería que Raffiq supiera que a mi me encantaba ligarme hombres, pues parecía bien macho. Realmente hasta aquel momento fue que note que Raffiq estaba como quería, cuerpo atlético, brazos fuertes, pecho ancho y una piel requemada por el trópico.

“No realmente”- le contesto el bastante cortante y luego dirigiéndose a mi -“Te vas a tardar mucho…no me siento muy bien y preferiría regresar al hotel”.

“Claro…”- le conteste sin saber que mas hacer.

“Bueno, tal vez le doy mi tarjeta y me llama después”- me dijo el japonés extendiendo una tarjeta. Saco una pluma y anoto algo sobre ella – “Ese es mi numero de celular…a cualquier hora…”- yo sentía que mi verga iba ahora en picada, pues la sugerencia era demasiado obvia.

“Gracias…te llamare”- le dije tomándola de su mano. Me di la vuelta y seguí a Raffiq hacia la salida.

Mientras viajábamos en el metro no hablamos mucho, sino simplemente que tenia un dolor de cabeza que le bajaba por el cuello. Llegamos al hotel, su habitación estaba a solo tres de la mía.

“Te puedo pedir un favor?”- me dijo el cuando llegamos frente a su habitación.

“Si, claro”- le conteste.

“Me puedes dar un masaje?”- la pregunta, por segunda vez en aquel día, me había tomado por sorpresa y el lo noto -“Es que siempre que tengo este ataque de jaqueca se me alivia con un te de hierbas y un masaje”.

“Te va hacer falta el te”- le conteste sonriendo.

“No, traje mis hierbas también”- me dijo el contestándome la sonrisa mientras abría la puerta.

Preparo el te con olor a manzanilla pero sabor a menta en unos cuantos minutos, luego se dirigió al sanitario y cuando salió solo llevaba puesto sus bóxer.

Disimule lo mejor que pude al ver ese cuerpo maduro pero aun apetecible: grandes brazos, un pecho amplio y con los bíceps bien definidos y sin un solo vello, un abdomen un poco pasadito de peso, pero aun en forma y unas piernas fuertes que terminaban en unas nalgas que en su mejor época debieron haber sido la comida de muchas mujeres en las Seychelles.

Paso casi rozándome con su verga, que no se le notaba mucho debajo del bóxer mientras yo tragaba nerviosamente el te que había preparado. Se sentó en la cama, dio un par de sorbos a su taza y luego se acostó poniéndose de espaldas.

“Listo?”- me pregunto. Que respuesta hubiera querido darle en aquel momento!

“Claro”- le dije levantándome.

“Hay una crema relajante en la cómoda”- me indico con su dedo.

Tome el bote y me puse algo del contenido sobre mis manos. Mi mente daba vueltas y vueltas del erotismo que sentía en aquel momento.

Pero, que era lo que Raffiq realmente quería? El miedo de hacer una torpeza hizo que al principio me temblaran las manos cuando sentí aquella piel dura.

“Creo que será mejor que te pongas aquí”- me dijo poniendo su mano al frente de su rostro para que yo pudiera colocarme frente a el y masajearlo de frente.

Mi verga entonces quedaba exactamente a la altura de su mandíbula. Y aunque trate de controlar mis impulsos, mi paquete comenzó a crecer.

“Esta bien así?”- le pregunte por cortar mi nerviosismo.

“No se…tu…estas bien?”- diciéndome esto Raffiq se movió levemente y me agarro mi verga de un mordisco. No me moví, solo cerré los ojos y deje de mover mis manos sobre el cuello de Raffiq -“O prefieres que lo haga con la mano, como el japonés?”

Entonces supe que todo aquello había sido un plan que había surgido en la mente de Raffiq al verme con el japonés.

“Vi como te toco…y me dieron ganas”- al hacerme la confesión se dio media vuelta y me dejo apreciar como su verga estaba hinchándose -“eres un muchacho…muy guapo…”

“Bueno…yo…”- no sabia exactamente como actuar. Hasta aquel instante Raffiq parecía un tipo varonil común y corriente y yo no estaba acostumbrado a tratar con esa clase de personas. Tenia miedo de lo que pasaría.

“Ven…no te voy a hacer nada que no quieras, te lo prometo”- me dijo mientras me tomaba de la mano y quizá dándose cuenta de mi nerviosismo.

Me senté a la par suya mientras el soltaba mi mano y colocaba la suya sobre mi paquete. “Te gusta que te la toquen?”- me pregunto -“Te gusta tocar a ti?” A ambas preguntas conteste “si”. Sus manos toscas me bajaron la cremallera y comenzaron a sobar mi verga.

El se acerco, aun acostado, y la puso en su boca mientras con su mano me dirigía a su verga que estaba ya dura y parada.

Se trago todo mi pene con una maestría increíble. Obviamente aquel hombre tan varonil había practica esto antes, y quien sabe cuantas veces! Yo saque su verga del bóxer, era casi negra y estaba ya mojada por el liquido preseminal, sus huevos que salieron inmediatamente después eran grandes y caían pesadamente sobre el escroto.

Se me antojaron así que me pare y comencé a mamarlos mientras Raffiq aprovechaba la ocasión y me bajaba totalmente los pantalones.

No se si por el necesito que me había dado o por que, pero me sentía libre de todo nerviosismo y estaba listo a disfrutar de aquel momento.

Y “aquel momento” fue realmente una lista de placer: yo le mame y jale los huevos de Raffiq con mis labios mientras el me tocaba y metía un par de dedos en mi culo lubricándolos con saliva, luego me puso boca abajo en la alfombra del cuarto levantándome levemente el culo para poder penetrarme.

Sentí como su verga hinchada entraba lentamente en mis intestinos.

“Oh..Oh!”- gritaba el de placer mientras yo me contenía el dolor que me causaba.

Raffiq puso sus grandes manos en mis caderas mientras me tomaba una y otra vez. Yo sentía como su movimiento me empujaba hacia adelante y me imagina que su verga me estaba abriendo todo allá dentro de mi.

En un momento hasta creí perder el conocimiento del dolor que me causaba -o quizá era el famoso te- pero pronto sentí como Raffiq se contoneaba mas y mas hasta sentir su semen que inundaba mi culo y mis nalgas.

Casi literalmente me aventó contra la alfombra mientras yo sentía que mi orto estaba tan amplio como una luna llena.

“Ese culo peludo esta sabroso”- dijo Raffiq después de varios minutos en los cuales yo no me atrevía a moverme -“Por que no llamas ahora al japonés puto? Te dio su numero de teléfono, verdad?”

“Si…pero…creo que es mejor que me vaya”- dije casi en tono suplicante. Pocas veces me había sentido tan utilizado por un hombre como en aquel momento.

“Por que? No te gusto?”- me dijo el mientras se agarraba su flácida verga. Era un animal!

“Bueno…espera que no me violaras de esa manera…”- le dije tomando valor.

“Eso era lo que querías”- me contesto. En mi adentro pensé “quizá, pero siento que no puedo ni moverme”. “Vamos…llama al japonesito para cogerlo también, y hasta tu lo puedes coger…”. Aquel ultimo pensamiento paso rápidamente por mi mente. Pensé en lo limpio, fino y hasta femenino que se me había hecho el japonés y lo rico que debía estar su culito…

Volví a ver hacia mi mochila, donde había guardado la tarjeta de presentación y aun con el dolor que me causaba moverme, me dirigí hacia ella…

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