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Donde menos esperas

Donde menos esperas

Sigo sorprendiéndome de cómo cuando menos lo esperas puedes tener la oportunidad de vivir experiencias inimaginadas.

El martes 8 de octubre asistí a un Congreso Internacional a un sitio de alto nivel.

Como no es posible sustraerse a la necesidad de utilizar el wc, yo lo hice en tres ocasiones durante el día.

Una de las veces, estaba yo orinando cuando entra un hombre de edad media, digamos 34 años, moreno, bigotón, muy bien vestido y de estatura superior a la mía.

Puse atención a su presencia porque hizo mucho escándalo mientras desenfundaba su arma para orinar a la derecha de donde yo estaba, comentó que tenía algunos minutos de estar conteniendo la orina.

Yo le dije que era algo bastante incómodo.

Mientras yo hablaba él dirigía su mirada a mi verga, luego me veía a la cara y sonreía discretamente.

Eso me excitó y mi verga cobró dureza, de lo que él se percató porque tuve algunos problemas para guardarla dentro de mi pantalón.

Nos despedimos mientras el se aseaba las manos en el lavabo. Salí y continué participando en el evento.

Al caer la tarde y cuando terminaron las actividades, salí solo por un costado del edificio rumbo a una calle donde pudiera encontrar un taxi, de hecho no tengo auto, no me gusta conducir.

En unos minutos se me une el tipo del baño y me pregunta dónde dejé mi coche, le digo mi situación y solícito se ofrece a acercarme a casa.

Acepté, ya con el gusanito propio de la calentura, pues no había razón para sus atenciones si éramos dos desconocidos.

Subimos al vehículo y me preguntó el domicilio de mi casa. Se lo dije y enseguida me preguntó si tenía alguna otra actividad por ese día.

Yo le dije la verdad, que deseaba llegar a casa, darme un buen baño y quedarme desnudo a tomar una copa mientras revisaba mis correos en la computadora.

Opinó que debería ser una rica experiencia andar en bolas por las habitaciones, que a él le atraía esa situación pero que no podía hacerlo porque era casado y vivía en un departamento muy reducido con su esposa y dos hijos pequeños.

Así las cosas, llegamos a la entrada de mi casa y me pidió permiso para utilizar el baño.

Acepté desde luego, enseguida supuse que ya había mordido mi anzuelo y más tarde mordería algo más.

Entramos, le indiqué el baño y mientras me despojé del saco y la corbata, desabotoné mi camisa y me quité los zapatos, realmente me sentía cansado.

Leo salió del baño y me dijo que era yo muy rápido para desnudarme, que por él no había problema si me quedaba sin nada encima.

Que me tenía envidia de la buena, porque siempre había deseado sentirse libre de ataduras molestas.

Le dije que si deseaba tomar una copa y disponía de tiempo, a mí no me molestaría si se desnudaba y platicábamos los dos encuerados, que para mí era una catarsis.

Me contestó que le encantaría hacerlo pero tenía miedo al peligro.

Yo le pregunté a qué peligro se refería y me dijo que a ser atravesado por esa enorme cosa que yo traía entre las piernas.

Le contesté que no era ningún monstruo. Acto seguido, serví dos jaiboles y brindamos.

Me dijo que continuara con mi streap, yo muy caliente ya, me quité el pantalón y, efectivamente en mi bóxer se alzaba ya una gran carpa de tela mientras asomaba por la abertura una mata de pelos negros.

Él silbó y me dijo que tenía razón al presentir peligro, le dije que no mordía, que no hacía daño y entonces saqué mi verga por la parte superior del resorte del bóxer, desde luego yo ya lubricaba abundantemente.

Él de pronto, más rápido que yo, se desvistió y quedó totalmente en pelotas.

El asunto es que, cuando bajó su trusa, una verga regordeta y de unos 15 cm.

Apareció durísima, era muy apetecible, sonrosada, cabezona y tenía como adorno una bolsa enorme, un escroto más oscuro que el mástil, que albergaba dos grandes pelotas, me calenté al máximo.

Nos tocamos mutuamente, mi verga desde luego sobrepasaba las dimensiones de la suya. Se inclinó y engulló la cabezota de mi tranca, retraía y volvía a su sitio mi prepucio, no estoy circuncidado.

En una oportunidad, lo llevé de la mano al dormitorio.

Nos recostamos en la cama, tomamos posición de 69 y empezamos a gozar la delicia de mamarnos mutuamente, su boca ardiente golosa devoraba mi verga que estaba a punto mientras mi boca recibía aquella masa de carne dura que difícilmente podía tragar completa, su verga es quizá una de las más gruesas que he sentido en la boca y en el culo.

Fue mi turno primero colocarlo en cuatro y deslizar en su culo hasta cuatro dedos ensalivados.

El pobre Leo gritaba literalmente, luego sólo gemía y me pedía verga, me super calenté y de un solo empellón dejé ir mis 20 cm. de verga en su agujero, entraba y salía en frenético mete y saca y el olor a sexo invadía el ambiente, fue super excitante.

Él en un supremo esfuerzo se sacó de mi presión y rápidamente limpió mi tranca con una toalla que tenía a la mano y se dedicó a masturbarme y chupar mi cabeza, entonces exploté y le regué la cavidad bucal con abundantes mecos que bebió ansioso, restos de mi leche le corrían por las comisuras de los labios.

Una vez que recogió todo con la lengua me dijo que se sentía profundamente agradecido, que tenía más de un año de no tener una experiencia homosexual, que hacía grandes intentos por ser heterosexual exclusivamente, pero que la pasión era más fuerte que toda su voluntad.

Seguimos acariciándonos, yo me deleité en lamer su regordeta verga y entonces le propuse que me penetrara, me acosté de espaldas, levanté mis piernas y me horadó con su arma, aunque parezca increíble luego de mis múltiples experiencias con vergas realmente descomunales, la entrada de su verga en mi culo me hizo sentir un dolor lacerante y luego un gozo tan placentero que por mí, hubiese seguido por horas sintiendo su entrar y salir acompasado, le pedí que me llenara el culo de leche, que soltará toda su energía convertida en mecos dentro de mí, obediente así lo hizo.

Fue magnífica la experiencia.

Nos dimos una buena ducha, nos besamos y mamamos una vez más bajo la regadera y finalmente nos vestimos, intercambiamos números de teléfono celular y nos despedimos.

Me prometió llamar antes de una semana y aunque estoy impaciente, esperaré.

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