Un día conté un sueño a alguien. Al menos en mis fantasías
Para ese entonces yo contaba con doce años, no era inexperto en las arte amatorias por ciertas experiencias que luego les cuento, pero me encontraba en una edad en la que la presión de evacuar mi necesidad sexual se siente en el abdomen, como un cosquilleo y desesperación tremenda.
Yo me acerqué, abrí las nalgas de mi criada de par en par, para ayudarlo a mi esposo. Dejé caer saliva, en aquel ano deseoso.
Como la persona que yo menos me esperaba despertó mis instintos.
El esposo recibe un video donde su mujer empieza a ser violada y acaba entregada a su violador.
Llegamos el viernes e instalamos el campamento, desde el viaje, como todos viajamos juntos en una camioneta estuvimos recargados unos sobre otros y siento que desde ahí con el tequila, sabiendo que cada no tomaría a partir de ese momento un camino diferente en fin todo ese momento que encerraba algo especial nos atrevimos a cachondearnos, ya que nos abrazamos, tocábamos sin una supuesta intención (¡aja!), etc.
Tenía que confrontar a mis instintos contra mi razón, mi instinto era una mujer bella con cuerpo exuberante y vestida con ropas provocativas, mientras que la razón era otra mujer bella pero más inocente y jovial, con bonito cuerpo también pero ésta estaba vestida con un falda larga, blusa y un listón en la cabeza.
Cuando el agua cubrió por completo mis tetas, tuve que darme la vuelta porque me arriesgaba a ahogarme si me quedaba en esa posición, aunque lo resentí pues estaba gozando como nunca.
La estábamos haciendo sufrir y al mismo tiempo le provocábamos un inmenso placer y excitación. De nuevo, Flavio se apoderó de ella, la puso de rodillas en la cama dándole la espalda, sus manos se aferraban al cabezal. El paseó su miembro a lo largo de su sexo, luego lo encaró y la penetró con suavidad.