Hace tiempo que escribí mis experiencias de amor y sexo en mi vida, no es mi fantasía es mi realidad, lo hice en forma de diario aunque en pocas partes, ahora que encontré este lugar en la red me gustaría compartirlas con ustedes.
Desde niña lo había visto siempre por la casa, era uno más de la familia, pero para Mercy era algo más………era el hombre del que estaba enamorada, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera por tenerlo. Y lo haría, estaba decidida.
Unos chico de 17 años durante una fiesta en casa de uno de ellos empiezan a jugar y nuestro portagonista descubre ke con los chicos tampoco se aburre.
Ella se recuesta en el sofá, el le baja la tanga y comienza besar lentamente los labios de su vulva a lo que ella le pide urgencia por llegar a un orgasmo, veo como el empieza a comerle el clítoris y con una gran facilidad le mete dos dedos en su ya empapada cuevita
Ella sonrió pícaramente y se dió la vuelta. Flexionó sus rodillas y deslizó su trasero por el tenso miembro del hombre. Él rugió de deseo al sentir el morboso contacto. Intento elevar aún sus caderas y forzó inútilmente las ligaduras que lo mantenían atado, intentando acentuar y prolongar el roce...
Empecemos por encontrar una deliciosa excitación en que mi mujer se quitará el top del bikini en la playa. notar las miradas, casi siempre indirectas, disimuladas, de los hombres en sus senos nos producía una enorme calentura. En las noches, después de una tarde de playa, comentábamos una u otra mirada e imaginábamos cientos de hombres mirándola y masturbándose y, por supuesto, copulábamos como conejos.
Una mujer madura con un aura especial principal integrante de un trio de orgias.
Pronto una de mis manos se dirigió a unos de tus pechos. Lo agarré con ganas, la verdad, no me cabía en mi mano, acerqué mi lengua en tu pezón y comencé a comerlo como un lobo hambriento.
El último día entré en su cuarto y la encontré encogida de costado, desnuda como siempre. Me acosté detrás de ella, pegando mi cuerpo al suyo como una lapa, le así los pechos y le besé por su cuello. Cogí un poco de crema de la mesilla de noche, le unté el ano y metí mi verga muy adentro.
Una vez más me equivoque, sentada a su lado, por unos instantes seguimos al sol en su camino a la noche, el momento era propicio para hablar y creo obligatorio relatarles una vez más escuche una confesión en este caso de una compañera de viaje.