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En el cine

Aquella tarde se cansó de esperar a su amiga frente al cine, pasaron los minutos y la amiga no llegó, malhumorada, a Gisela no le quedó otra que comprar el boleto y meterse al cine, la función estaba por comenzar.

Al entrar los cortos ya habían iniciado y tuvo que hacer esfuerzos para orientarse y buscar un asiento, ya medio acostumbrada a la oscuridad se percató de que la sala estaba casi vacía, solo algunas parejas de novios más entretenidos en fajar que en ver la película.

Se sentó en una butaca de la parte trasera del cine, la fila casi estaba vacía, cerca de ella una parejita enfrascada en apasionado beso y nadie más, empezó la película que le habían recomendado y trató de poner atención en lo que sucedía allá en la pantalla, los minutos transcurrieron y en eso alguien se sentó cerca de ella, en la butaca contigua, era un hombre joven, venía solo al parecer, al momento se sintió un poco nerviosa, pero al volver su atención en la película dejó de pensar en el desconocido de al lado hasta que se percató de que su vecino colocaba cerca de su pierna derecha la suya, la izquierda, al principio pensó que había sido accidental, por ello no retiró su pierna.

En eso frente a ella, en la pantalla se desarrollaba una escena de amor apasionado, una pareja hacia el amor de manera desenfrenada, la chica de la película montada sobre su galán subía y bajaba rítmicamente, Gis se sintió excitada, de pronto todos sus deseos reprimidos afloraron pues ya tenia varios meses en total abstinencia, además su última experiencia había sido bastante frustrante.

Atenta a la película ni cuenta se dio cuando su compañero de butaca colocaba su mano sobre su pierna y cuando lo notó no pudo hacer nada para evitar semejante arrebato, dejó que el desconocido la tocara y quien sabe por qué lo permitió, pero se sintió incapaz para hacer algo, como levantarse de ahí o poner en paz al atrevido, que ahora recorría con la palma de su mano su pierna derecha en toda su extensión, su excitación aumentó y en su sexo sintió calor y humedad, y cuando su acompañante tocó la parte interna de su muslo, de manera imperceptible abrió las piernas, aquella mano se encontraba ya bajo su vestido e iba rápido hacia su entrepierna, Gis no hizo nada para evitarlo, antes al contrario entornó los ojos y abrió más las piernas cuando la mano intrusa llegó a tocar la pantaleta, los dedos ahí hicieron un alto, sólo para entretenerse en tocar su sexo por sobre la tela de su prenda intima, los expertos dedos recorrieron su mojada rajada, ella cerró los ojos para disfrutar plenamente de la atrevida caricia, pero es que –pensó ella— es tan rico!

En eso el desconocido se acercó a ella y dijo en voz baja, muy cerca de su oído: quítate el calzón mamacita”, lo inesperado de la propuesta casi la hizo saltar, pero como hipnotizada alzó un poco su cuerpo y con ambas manos fue bajando su prenda intima, la bajó hasta las rodillas, y luego mirando de reojo, como para evitar que nadie la viera, con su mano derecha se quitó el calzoncito mojado ya por sus jugos.

Abrió más sus piernas y hasta se recostó un poco sobre el respaldo para que aquel tipo pudiera maniobrar a sus anchas con su panochita, el tipo aceptó la oferta y de nuevo la mano se metió bajo su vestido, el contacto de aquellos dedos inquietos arrancaron suspiros apagados, sintió penetrar dos dedos en su panocha, y jugar, entrando y saliendo, varias veces, luego salían y recorrían toda la raja enredándose de paso con sus abundantes pelitos mojados ya, los dedos fueron a parar a su clítoris y ahí se entretuvieron en sobar, describiendo círculos sobre su botoncito erecto a más no poder. El orgasmo se aproximaba, lo tenía ya cerquita, muy cerca, su respiración se agitó.

Gis movía de manera imperceptible su pelvis, siguiendo a contratiempo los movimientos de aquellos dedos al entrar y salir y cuando estaba a punto de explotar, el tipo de detuvo, “¿cómo?, si no todavía no termino” –se dijo a si misma–, en eso aquel hombre la tomó de la mano y se levantó de la butaca, invitándola al parecer a que ella hiciera lo mismo, lo inesperado de la acción hizo que la mujer de manera apresurada buscara donde guardar su pantaleta, pero el tipo la llevaba ya por el pasillo, entre las butacas, buscando al parecer la salida del cine, pero no salieron, pues cuando ella se percató, estaban al fondo del cine, donde no había ningún espectador, cerca de la salida si, pero lejos de los ojos de cualquier persona, y en ese lugar, en la semi penumbra dejó que el desconocido la pusiera de espaldas a él, permitió que la subiera el vestido por detrás y apoyara su verga parada entre los cachetes de sus nalgas, lo dejó hacer todo eso, pese a su nerviosismo pues su excitación era mayor a cualquier prudencia o recato, hizo algo más, empinó su cuerpo, semi flexionada se recargó sobre el respaldo de una butaca, pretendiendo con este facilitar la penetración de aquel miembro parado, sintió la verga jugar entre sus nalgas, resbalar hacia abajo, rozar su culo y llegar hasta los labios de su mojadísima vagina, ella suspiró y paró más el culo, entonces la cabeza de la verga la penetró, entró entre sus labios y en agujerito de la panocha, ahí se mantuvo, como afianzándose, como retardando la arremetida, y cuando ella disfrutaba de la rica sensación un violento movimiento del hombre provocó que pronto todo su sexo se sintiera lleno de verga, le dolió un poco pero casi se vino en ese instante, el tipo se agarró a sus caderas y se empezó a mover lentamente, primero, acelerando sus arremetidas después.

Sentía claramente como entraba en ella esa carne dura y palpitable, su vagina distendida permitía dar alojo a ese pedazo duro de carne, cerró los ojos y se dispuso a disfrutar del orgasmo que ya le llegaba, su panocha palpitaba, tenía vida propia, parecía apretar cuando la verga se alejaba, y se aflojaba toda cuando la penetraba, no pudo más, se vino como nunca antes lo había hecho, disfrutó cada momento, cada sensación, se vino toda, no sólo con su sexo, sintió su orgasmo en cada milímetro de su cuerpo y cuando ya otro orgasmo le llegaba, el tipo metía de manera furiosa la verga en ella, para momentos después venirse y echar chorros y chorros de semen dentro de Gis.

El segundo orgasmo le llegó, más fuerte y violento que el primero, todo su cuerpo se movía al compás del hombre aquel, así permaneció por largos momentos, hasta que sintió que algo la abandonaba, su panochita dejaba salir aquel miembro y cuando por fin pudo enderezarse, sintió claramente como los chorros de leche resbalaban por sus piernas, quiso decir algo, quiso llamar a su desconocido amante, pero él ya se iba, lo alcanzó a la salida del cine, y tomándolo del brazo llamó su atención: “cuando menos dime cómo te llamas”, “me llamo José”, le contestó y se fué.

Gisela se quedó parada afuera del cine, una mezcla de sentimientos se apoderó de ella, se sentía feliz, pero a la vez triste, se sentía plena y satisfecha pero a la vez rabiosamente enojada consigo misma, se sentía con ganas de llorar pero a la vez de reir, sintió ganas de correr tras de aquel hombre para pedirle si no que se quedara con ella esa noche, cuando menos le dijera cuando volvería a verla, aunque fuera en aquel cine, para coger igual que hacia un rato.

Resignada se encamino hacia su coche y mientras abría la portezuela pensó: “ese cabrón nomas me cogió y se fue, así, como si nada, ¿ahora qué hago?, ¡pero que rico fue!, pero ay Gisela… ¡¿cómo fue posible que lo permitieras?!, ¡no tienes abuela!, ¿y si fuera a la policía a denunciar que me violaron en el cine?, –se rió para si misma–, que les digo, que hasta paré la colita para que me entrara mejor la verga, ¡que bárbaro!, nunca me había venido de esa forma, y ¿ahora qué?, por lo pronto me urge un baño, huelo a semen a kilómetros de distancia, además voy a tener la lavar el asiento del coche y mi ropa, ay Gisela, ¡¡qué cosas haces!!”, y así, sonriendo se fue a su casa tatareando una vieja canción de Presuntos Implicados.

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