Puta, muy puta, mi putita. No hay frenos para el deseo, el cuerpo pide más y la excitación siempre va en aumento. Sexo, sexo caliente, desesperado, hambriento, lujurioso, sexo por el sexo.
Pues bien, la maestra Belén, tendría unos 28 o 30 años divorciada, sin hijos y estaba bastante buena, razón que ha había convertido en una mujer creída y a la que muy pocos galanes le habían conocido.
El objetivo era el profesor acompañante, tres amigas lo hacen realidad.
Ella le empezó a quitar la camisa mientras iba bajando su boca lamiéndole y mordisqueándole por el pecho y los pequeños pezoncitos de él. Él mientras había deslizado su mano debajo de la camiseta de ella acariciándole los pechos, por encima del sujetador, unos pechos firmes ni grandes ni pequeños con un pezón rosáceo...
El estar rodeado de mujeres como muchos hombres desean a menudo es sinónimo de soledad en el amor, nunca estamos del todo contentos con lo que tenemos.
Irene se puso cachonda a mas no poder, las copas y mis manos se encargaron de llevarla a ese punto, tanto que me pidió que nos fuéramos de inmediato y que les inventáramos cualquier cosa para ya no recibirlos en la casa, pero en lugar de eso les sugerí a todos irnos juntos y continuar la fiesta en la finca.
Llevaba tiempo saliendo con mi actual pareja, Fermín. La verdad es que la cosa iba bien, pero tenía la sensación de que la relación se estaba estancando un poco, y sobretodo en el tema sexual. Los momentos apasionados del principio se estaban acabando y cada vez parecíamos más un matrimonio al uso.
Cogió el vibrador y lo lubrico con sus jugos y sin pensarlo se lo metió por el culo, Eva gritó y pido que pararan, pero calló en cuanto Vea alterno la enculada con una concienciada comida e coño, al mismo tiempo Ali le metía los dedos por el coño de Eva y probo de meterle otro dedo de la otra mano en el culito
Son tres amigas muy ardientes. Una noche estando en la "disco" conocieron a cuatro chicos que ansiosos de sexo terminaron con ellas en una excitante orgía.
Los disparos apenas resonaron, amortiguados por el silenciador de la pistola. Del otro lado de la habitación, la figura ágil y hermosa de una mujer se deslizó tras un sillón buscando resguardo al tiempo que se llevaba la mano al hombro izquierdo que empezó a manar sangre.