Todo era tan pequeño que su ropa estaba a punto de romper la ropa. Fue a su cuarto, allí, fumando, sentada en una silla de mimbre, había una mujer que tal vez era una chica de dieciséis.
Pensé en cómo vería aquel lugar al día siguiente y me entró una risa nerviosa, incontenible, que me hacía golpear el fondo de aquel coñito excepcional que no quería dejarme.
Ese día por la mañana le preparé el desayuno a mi hermano y a mis padres y se fueron a sus trabajos. Mi hermano fue el ultimo pero antes de que se fuese, me abrazo y me beso en los labios muy apasionadamente.
El que tenia bien claro lo que tenia que hacer era el avispado mocoso, que ya se había situado entre sus muslos separados con sus bermudas bajadas hasta los tobillos. Los primos habían hecho un trabajo previo maravilloso, por lo que la entrada fue como la seda, metiendo su larga verga hasta los testículos en el primer empujón.
Para entonces empecé a sentir una gran cantidad de flujo sexual que salía de su cuerpo, llenando mi cara del producto de su excitación. Bebí con deleite los jugos de su cuerpo mientras percibía el afrodisíaco olor de su vagina.
Entonces cambiaron de posición, yo estaba con mi cuerpo inclinado y comencé a mamar la verga del chico mientras sentí entonces como me entraban en el culo los 23cm del hermano de mi padre.
Héctor todavía tenia su pija dura y lista para penetrar, el se movía por el cuerpo de mi mujer con una destreza increíble, en un momento ya tenia la grandísima pija en la cara de caro y le daba vergazos en la cara, ella reía e intentaba agarra ese vergajo con la boca pero era demasiado grueso, así que se ayudó con una de sus manos y se lo engulló difícilmente hasta casi la mitad, el se movía rítmicamente y de vez en cuando se la sacaba para darle mas vergazos en la cara y el cuello, ella reía a carcajadas y volvía a coger el vergajo para engullírselo.
Me pidió que me corriese en su boca y lo hice, lo cual me excitó aún más de lo que ya estaba y eso era difícil. Se tragó todo mi semen sin dejar gota alguna. Siguió chupándomela hasta que me corrí una 2ª vez, y yo estaba ya en el séptimo cielo.
Los días se hicieron semanas, y las semanas se volvieron meses y el pobre seguía sin encontrar trabajo por mucho que lo intentaba a diario. La economía familiar estaba destrozada y nuestras deudas empezaban a ser preocupantes.
Cuando se venía para acabar, ella lamió a Claude en su esfínter; al turno de Ives puso las manos en la verga de este para que descargara en ellas, luego bebió la leche del chico y acabó con un gritito.