Algunas pequeñas diferencias entre como se duchan las mujeres y los hombres
Después de eso pude ver que Nazareno se había abierto la bragueta y estaba masturbándose. Puesto que tengo muy mala vista no pude observar el tamaño de su miembro. Igualmente me enloquecí al verlo haciéndose eso.
Tranquilamente fueron despojándose de sus vestimentas, los dedos novicios fueron al encuentro de esos pezones rosados, al primer roce se empinaron, los dedos dieron paso a toda la mano para que pudiera sentir el placer de tocar otro seno que no sea el suyo, otra piel de mujer...
De allí en más aumenté mi frecuencia de visitas a esa ciudad. Nos las ingeniamos para que se tomara algún día y me acompañara a otra ciudad. Total, nadie nos vería si ella no saldría del hotel. Así que yo trabajaba en la oficina y nos prodigábamos amor en las noches de diversas ciudades.
Pasé los tres peores meses de verano viendo como Nando se aprovechaba del lindo cuerpo de Raquel, una bonita chiquilla de 1.75 de altura, melena larga y castaña (que me hacía calentar pensando en el color de los rizos de su coño), unas tetas pequeñas pero ricas y un culo ideal.
Chupe con fuerza y con mi lengua lamía la gorda y punzante cabeza de la verga, solo para que enseguida, me llenara la boquita con su espesa esperma que brotaba a pequeños chorritos, mientras la verga brincaba jubilosa de ser succionada a como se debía.
Después de una semana, éramos inseparables y un jueves, el día que aquí se sale por la noche, fuimos a dar una vuelta. Entre risas y cervezas fue pasando la noche; fuimos a la discoteca de moda y ella me dijo que iba al baño, que no aguantaba sin ir.
Nos fuimos al baño donde había una bañera redonda, la llenamos de agua caliente y una vez llena ellos se sentaron en el borde y yo desde dentro me puse a chuparles sus penes hasta que se corrieron en mi cara.
A menudo los usuarios de Internet realizamos lo que se llama sexo cibernético o cibersexo pero en esta historia hay quien no sabe que es eso ¿o si?
Cuando ella aceleró de nuevo el ritmo, yo la avisé de que iba a correrme, aunque seguramente ella no me entendiese, pero pareció hacerlo y, apretando más aún sus carnosos labios, me hizo explotar en su boca, llenándosela toda de leche, tragándosela toda como si la fuese la vida en ello.