El enmascarado. Deja el abrigo en el guardarropa y se mira en el espejo antes de apagar la luz: su pelo rojo, entre anaranjado y rubio, ondulado, con la raya en medio, su cara redonda, sus coloretes para disimular su palidez y resaltar las pecas, sus ojos azules, su boca pequeña.
Nunca me he considerado guapa ni soy muy abierta. Pero el idiota de Juan me hizo creer lo contrario. No le importaba que mi cara fuera redonda y más bien regordeta, con una nariz de punta redondeada, prominente, labios finos, pálida, pelo castaño y recogido en una coleta, ojos marrones y vulgares.
Me enamoré de ti y me casé contigo por amor, no por dinero. Eras el primer hombre en mi vida y se puede decir que me dejé engañar como una estúpida. Porque eres el ser más egoísta y cabrón de toda la tierra. Si aguanté tanto tiempo contigo supongo que se debió a que tu amplia cuenta corriente suplía todos tus defectos. Aunque guapo y atractivo en tu juventud, cuando tenías 25 años y me tratabas de seducir a mí, que tenía 19 y apenas había tenido novietes que se conformaban con besitos en la boca y si acaso roces por encima de los pantalones. Así que tú, Ricardo, mucho más experimentado que yo, no tuviste que trabajártelo demasiado para que yo cayera rendida a tus pies.
Tomé respiración y me dije que ahora o nunca. Ya había estado parado mirándola demasiado tiempo sin que ella me viera y aunque no había llegado la hora de la cita, quería estar con Neffissa cuanto antes.
La tomé del culo por debajo de la falda acariciándole las bragas e incluso sorteándolas para acariciarle el chocho por delante y con la otra mano le sobé las tetas por encima de esa tela tan suave.
Ella estaba orgullosa de su durito y pequeño culo y de su tipo moldeado en el gimnasio y también de sus tetas, ni muy grandes ni muy pequeñas, el tamaño ideal según ella y según yo como pude comprobar después. Nuestra relación en seguida fue muy especial.
¡Y qué mamadas le hacía! Incluso por debajo del agua. Jesús, totalmente desnudo y empalmado, salió un poco para secarse y en las escaleras las manos de su padre le retuvieron por la cintura. Jesús notó con indescriptible placer la lengua húmeda y caliente de su padre explorándole su agujero negro.
Se acercó a él y estiró su brazo hacia su polla: "venga, papi, a ver si lo que pasa es que eres impotente". Su comentario fue justo para evitar la protesta de Fran, que se dejó hacer un poco picado. Pero Jesús no conseguía ponérsela dura.
Me calenté tanto que tuve que sacarme la polla del pantalón y me masturbé con furia y desesperación y cuando entró mi secretaria me notaba encendido y mi polla me pedía a gritos que no parara, aunque al mismo tiempo me sentía apurado porque mi aroma era muy fuerte y mi agitación parecería sospechosa.
Luego los saqué y me los llevé a la boca, todo esto cerca de su oreja. Judith estaba con los ojos cerrados y con la respiración muy agitada. Si para mí estaba siendo excitante, para ella lo estaba siendo aún más, sobre todo cuando di con su clítoris y se lo froté hasta que explotó en un brutal orgasmo en el que gritó.
Tenía cuatro manos en mis pechos, la lengua del andaluz entrelazándose con la mía, una verga chocándose con mi braga y mis muslos por detrás, unos dedos jugando en mis entrañas. El andaluz se hizo a un lado sin dejar mi boca ni mis pechos y el alemán pudo bajarme las bragas y meterme su lengua dentro de mí.
Contemplé sus pezones sonrosados y me abalancé sobre ellos succionándolos con avidez. Ella me acariciaba el pene y sobre todo el glande con suavidad, llevándose la mano a la boca lamiéndolo provocativamente y con ganas mientras se dejaba arrastrar por mis lametones y apretones en sus senos. Bajé la punta de mi lengua por su esternón, su estómago, su ombligo, su coño depilado en una sugerente línea de pelos cortos.
Creo que ella se sentía apurada al notar mi erección bajo el bañador. Me la jugué a una carta desde el principio porque estaba muy excitado y le pregunté si quería tomarse una copa conmigo. Sus excusas las fui echando abajo y conseguí que se pusiera su pareo y me acompañara al coche.
Eran más grandes y gordos de lo que parecía, pero sus pezones eran muy pequeños y marrones. Pesadas y algo caídas, pero no demasiado. Tan apetecibles que me metí su teta izquierda en la boca y luego la derecha, ensalivándola y casi mordiéndosela.
Además, el sabor de la otra polla en su boca le agradaba cada vez más y se iba acostumbrando a tener la boca casi desencajada, aunque de vez en cuando el otro se empeñaba en meterle más y le provocaba arcadas.
Pegué mi pene en su culo y la besé en el cuello, apartándole el cabello. Le acariciaba los senos por encima de su camiseta y pronto Karen superó la fase de rigidez y se abandonó a mis caricias, echando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y suspirando. Me dijo si aún tenía fuerzas. Me había visto antes con Carmen y Eulalia. La di la vuelta y enrosqué mi lengua en la suya.
El caso es que llegó el verano y yo dejé de tener que ir tanto a trabajar, no así mi mujer. Un día el niño se encaprichó con la piscina de la azotea y mis dos monumentos nos acompañaron. Buf, Patricia con un bikini gris plateado, de cordel por la espalda y Cristina con uno negro.
Yo estaba muy nerviosa porque sentí que me jalaban del sujetador y me lo arrancaban. Intenté taparme, pero me sujetaron los brazos y me comieron las tetas dos cabezas. Eso me puso muy cachonda y cuando sentí que me bajaban las bragas me dejé llevar.
Cuando en junio escuché en la tele que en Inglaterra se tomaban a las Islas Canarias como un paraíso sexual no le di ninguna importancia y me pareció una exageración las quejas de una persona encargada del turismo porque menospreciaban todos los encantos de las Islas.
Poco a poco fui viendo su abundante pelambrera. Parecía su coño una selva de lo frondosa que estaba. Pelos rizados, abundantes, negros y duros. Metí la mano por debajo, un poco a ciegas, y noté que estaba encharcada. Dio un alarido espeluznante. Le había rozado la vagina.
No lo recordaba con exactitud, pero algo así como "Hombre joven, sano y guapo dispuesto a dar placer sexual a mujeres vía chat y dispuesto a cualquier cosa que surja más". Una chorrada así. Dejó su dirección de correo electrónica y esperó.
Se incorporó David y me besó en la boca, haciéndome partícipe de mis propios flujos. Volvió a acordarse de mis pechos y de mis pezones y yo de su boca y de su pene. Le pedí que me follara ya, que no aguantaba más. Me pidió que se lo dijera de nuevo.
Por primera vez en toda la noche no me lo hizo con condón, por lo que podía sentir su estaca caliente dentro de mí. Al sentir su leche derramándose por mi agujero, me corrí de nuevo, redoblando la intensidad del metesaca del pepino.
En la sobremesa, Carolina se sintió un poco incómoda: como era verano y el chico llevaba unos pantalones cortos y deportivos, el bulto de la entrepierna era demasiado visible. Pero cuando comprobó que Marcos no se apuraba, prefirió no mirar más de reojo... Tan seguidamente.
Vi cómo Juan se deslechaba en la boca de María, que no tuvo más remedio que limpiarle el aparato. Aproveché que su polla estaba flácida para abrazarla y besarla de cara. Practicamos mil posturas diferentes y era ella ahora la que decía obscenidades a su novio:
Sus piernas se habían abierto sin remedio y yo seguía besándole el cuello y mi otra mano estaba debajo de su camiseta, amasando su sostén con fuerza. Ni si quiera se daba cuenta de que la estaba arrastrando a una zona más oscura donde había un par de parejas medio desnudos en los sofás.
La agarraba de los pechos con ansia y probaba todo tipo de posturas, aunque decidió que prefería la posición fetal: ella con la espalda apoyada en la tumbona, en cuclillas, mostrándole el conejo a mi jefe, que la podía penetrar hasta el fondo con esa tranca.
Tenía un tanga cuya línea apenas le tapaba la raja. ¡Menudo culo! Ya no pude más y me saqué la polla, que no es por nada, era más grande que la de aquel tipo. Miranda se arrodilló y le hizo una mamada de escándalo a Juan, que así se llamaba. Luego él la dio la vuelta y por fin la vi las tetas.
Se acercó a él y estiró su brazo hacia su polla: "venga, papi, a ver si lo que pasa es que eres impotente". Su comentario fue justo para evitar la protesta de Fran, que se dejó hacer un poco picado. Pero Jesús no conseguía ponérsela dura.
Me calenté tanto que tuve que sacarme la polla del pantalón y me masturbé con furia y desesperación y cuando entró mi secretaria me notaba encendido y mi polla me pedía a gritos que no parara, aunque al mismo tiempo me sentía apurado porque mi aroma era muy fuerte y mi agitación parecería sospechosa.
Sus piernas se habían abierto sin remedio y yo seguía besándole el cuello y mi otra mano estaba debajo de su camiseta, amasando su sostén con fuerza. Ni si quiera se daba cuenta de que la estaba arrastrando a una zona más oscura donde había un par de parejas medio desnudos en los sofás.