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10 hombres para 1 mujer

10 hombres para 1 mujer

Neffissa me dijo cuál era su fantasía y desde que me la contó no hice más que pensar en cómo convertirla en realidad.

No la conocía mucho todavía pero ya me había hecho disfrutar de varios orgasmos.

Neffissa era morena y tenía una melena muy larga y bien cuidada; una vez delante de ella era inevitable no mirarla de arriba abajo para admirarse de su belleza.

Ella estaba orgullosa de su durito y pequeño culo y de su tipo moldeado en el gimnasio y también de sus tetas, ni muy grandes ni muy pequeñas, el tamaño ideal según ella y según yo como pude comprobar después. Nuestra relación en seguida fue muy especial.

Quizá la que todo hombre desea: sexo y sólo sexo.

Pero lo mejor era que ella quería lo mismo: sexo y más sexo.

Pues bien, su fantasía no era nada fácil de llevarla a la práctica, pues no era demasiado usual.

Ella quería una orgía donde 10 hombres fueran para ella y llenasen sus agujeritos de semen en sus distintas corridas.

No 3, ni 4, ni 5… Ella quería 10 hombres que la follasen por todas partes y que se corriesen en todos sus agujeros.

Como le dije a Neffissa, por ahora tenía uno para su orgía. Ya sólo me faltaban nueve.

¿Qué podía hacer, cómo podía conseguir 9 tíos? El problema no era que yo propusiese a amigos llevar a la práctica la fantasía de Neffissa, pues cualquiera hubiera aceptado la propuesta, sino a quién pedírselo y si a ella le gustaría. Porque a lo mejor a ella le parecía bien mantener su fantasía como tal, como fantasía.

Pero la verdad es que a mí también me apetecía mucho verla rodeada de tíos, ver cómo sus agujeros recibían tanta polla junta…

En plan más o menos en broma, le fui comentando a Neffissa qué le parecería que yo consiguiese hacer realidad su fantasía sexual y así fui hablando del tema con ella y haciéndolo más real.

Le pregunté si no le importaría que la reconocieran y le daba igual porque sería la única ocasión en que los vería, aunque le daba mucho morbo que los hombres estuvieran ocultos por máscaras, para no saber quién la follaba.

Poco a poco fui recolectando voluntarios. Muchos eran casados o tenían novias, pero lo que yo les proponía era algo que no se podía rechazar.

Les decía lo siguiente: ¿tú qué me dirías si te propusiese participar en una orgía con 9 tíos más para follarte a una sola tía? Y claro, me pedían que contara con ellos.

Les decía lo de las máscaras y parecía divertirle (y de paso les aliviaba no ser reconocidos).

Así, entre amigos de toda la vida, conocidos cercanos de algún chat y algún que otro primo, conseguí llegar a la cifra de ¡10! Sólo quedaba planear dónde y cuándo.

Uno de mis amigos me propuso que la orgía se celebrase en su chalet de las afueras y me pareció excelente la idea.

Cité a Neffissa para pasar un día en un chalet (quería darle una sorpresa, por supuesto) y aceptó. Yo la llevaría a la casa y también reuní a los sedientos hombres para la reunión.

Uno por uno, irían ya provistos con sus máscaras y aguardarían en pelotas en la habitación de matrimonio de la planta de arriba, la que mi amigo me dijo era la más grande.

Neffissa y yo llegamos al chalet un poco más tarde de la hora prevista. Neffissa estaba de infarto.

Le había dicho que se vistiese lo más provocativamente que pudiese y había cumplido con su traje de una pieza súper ceñido y súper corto, negro, que le dejaba a la vista sus preciosos muslos y sus hombros, resaltando sus pechos.

Los zapatos de tacón eran un buen complemento para el fetichismo.

Le dije a Neffissa que fuera subiendo a la habitación, que yo iría a por champagne.

Antes de que subiera, le di un apasionado beso en la boca. Advirtió que estaba muy caliente y con su picardía habitual me guiñó un ojo y me dijo que estaba demasiado cachondo. Pensé: “si tú supieras”…

Vi cómo subía y me puse mi máscara (ahora sabrás, Neffissa, que yo era Mickey Mouse, je je) y me quité la ropa.

Me hubiera gustado ver la cara de sorpresa que puso al ver a una reunión de tíos con la única vestimenta de sus máscaras. Luego algún amigo me dijo que al principio pegó un respingo para atrás y se asustó un poco al ver aquella escena.

Me dijo que ellos en su gran mayoría estaban empalmados a más no poder.

Su susto pronto pasó a una enorme sonrisa y fue maravillándose de lo que tenía delante; no dejaba de mirar a Spiderman, Popeye, el Zorro y demás disfraces.

Cuando yo llegué a la habitación, una careta de vieja y otra de Mortadelo estaban echándose sobre ella, al tiempo que Spiderman y Popeye intentaban cerrar el círculo, aunque las demás caretas se pegaban por hacerse un sitio.

Fue la misma Neffissa quien puso orden palpando pollas para comprobar cuál sería la primera.

Eligió, cómo no, la más gorda de todas y se arrodilló para chupársela. Aunque ella quería algo más relajado, los demás no podían resistirse y la tomaron en brazos entre varios llevándola a la cama.

Las manos que pasaban por su cuerpo la magreaban todo lo posible y la subían la falda o la bajaban el escote.

Al llegar a la cama sus pechos estaban fuera y sus pezones se los disputaban Popeye y Bart Simpson.

Tenía los ojos cerrados y se dejaba hacer por debajo. El vestido había desaparecido, así como aquel tanga negro transparente (que no volvimos a ver).

Uno con un simple antifaz morado se había apoderado de su coño y entre lametones y mordiscos la llevaron al primer orgasmo. Muchos estaban masturbándose al no poder participar.

Se oyeron gritos de protesta por estar desaprovechando aquel coño con baba cuando esa puta lo que quería era semen.

El del antifaz morado recibió la noticia y se echó sobre ella. Su pene no era demasiado grande y quizá por eso desapareció en la vagina de Neffissa muy rápido.

Vimos cómo su culo se movía rápidamente y al poco se apartó de Neffissa con cara de evidente satisfacción.

Entonces uno con un pasamontañas y otro con unas gafas de pega que ocupaban gran parte de su cara la pusieron a cuatro patas.

Habían pactado turnarse, era indudable. El del pasamontañas se tumbó debajo y el de las gafas por detrás, haciendo con Neffissa un increíble sándwich.

El culo de Neffissa fue penetrado sin compasión. Pegó un terrible aullido, pero el de las gafas siguió con su trabajo.

Me fijé en que su pene, aunque no muy grande, era bastante grueso.

El de debajo era lo contrario. Más delgado, pero más largo. Las arremetidas del culo hacían que pudiese penetrar su vagina.

Esto, por no hablar de cómo le estaba comiendo los pechos. Batman, hasta ahora conformándose con masturbarse, arrimó su polla (pequeñita) a la boca de Neffissa, que no dudó en tragarse.

Aquello duró bastante más de lo que pensaba e hizo que el ambiente del cuarto ya fuera bastante denso, entre el sudor y el semen conjunto.

La cama dejó de ser el lugar de las penetraciones porque tiraron a Neffissa a la alfombra.

Popeye, el mejor dotado, la puso a cuatro patas en el suelo y la penetró de un golpe.

El semen debía de estar haciendo de lubricante porque el gemido de Neffissa sólo era de placer. Mortadelo aplastó su verga contra la boca de Neffissa y la ordenó que se la chupara como ella sabía. Bart mientras le metía varios dedos en su coño.

He de confesar que mi turno se hizo de rogar. Creo que Neffissa distinguió mi polla porque se lanzó a besarme la boca con gran pasión y fue ella la que llevó el ritmo.

Se había puesto encima de mí y me cabalgaba como una pantera.

Ya me había corrido antes viendo cómo la ensartaban varias vergas y quizá por eso tarde más en correrme de lo habitual.

Luego todos fuimos repitiendo todo lo que pudimos.

Las horas pasaban y Neffissa cada vez estaba más agotada y el olor de la habitación era más insoportable. Nos pidió que la rodeáramos todos y que las diez vergas eyaculasen a la vez sobre ella.

Alguno no dejaba de gritarle puta y groserías semejantes. Hicimos un círculo sobre ella, tumbada en el suelo y apuntamos hacia ella.

Unos estábamos sobre su cabeza, otros en la parte de abajo. Nos pidió que lo hiciéramos todos a la vez y nos costó simultanear.

Pero lo conseguimos. Inundamos de leche viscosa y amarga a Neffissa, que se extendía la crema por todo su cuerpo y no dejaba de gemir.

Después de esto, cada máscara fue saliendo de la habitación uno por uno, incluido yo.

Cuando todos se marcharon, volví a la habitación (ya duchado y vestido). Neffissa dormía plácidamente en la cama, todavía con el semen sobre su cuerpo.

A la mañana siguiente, muy tarde, después de la ducha, me agradeció la velada de sexo salvaje, esa orgía que no iba a olvidar.

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