Yo solo tome mi camisa que ahora olía a mi amiga y mientras con una mano acercaba la camisa a mi nariz con la otra me masturbé de una manera desenfrenada acabe muy rápido divido ala excitación que me había provocado mi camarada
Estas ultimas palabras hicieron eco en su cabeza mientras veía como el dr. Alcocer se incorporaba y se dirigía a él con un gesto de malicia. se coloco delante de él. sin decir una palabra lo tomo por los hombros y lo obligo a ponerse de rodillas, el hombre tomo el zipper de sus pantalones y lo deslizo.
Se acercó y me besó en los labios. Cuando pasó la mano por mis tetas bien de frente, no como si fuera una caricia casual, lógicamente tiene que haber sentido la dureza de mis pezones, pero siguió de largo para luego volver.
Como mujer, de paso en esta maravillosa ciudad, aventurera y trabajadora, soñadora y austera, me iba acercando por la Avenida de Andalucía hasta ver la primera escultura, en forma de cobijo- asiento rodeada de muchas ramas de hierro y metal en forma de hojas de higuera o parra que me sirvieron de aposento durante un buen rato.
En un último toque de chulería me dijo ¡eres una cerdita! mientras entraba en el baño. Yo quería contestarle, pararle los pies, (eso era lo último que deseaba, mi fuente de fantasías para masturbaciones eran esos pies) para que eso no me quedara de mote, pero me excito un niñato tan chulo calificándome de cerdo y en femenino.
Dos meses después y con una serie de retoques dados por Luis y Sole emprendí viaje a mi nuevo destino, Madrid había sido la ciudad elegida por la organización que me había adquirido, como lugar de entrenamiento y rodadura para posteriores viajes al extranjero.
Al otro dia se fue a trabajar y yo a estudiar, estaba obsesionado con mi tia y debia plantear la forma de cómo follamela pero no se me vino a la cabeza nada.
Después dé haber leído como dos pollas entraban y salían de mi cuerpo y de cómo las manos de mi amor y alguna otra me tocaban estos pechos que ahora estaban tan duros y ansiosos, de que los chuparan, tocaran y pellizcaran, de cómo esos dedos maravillosos me penetraban y me hacían gozar hasta tal punto que solo de imaginarlo ahora siento que me vuelvo a poner cachonda.
Estas en la universidad, te veo todos los días esperando el autobús, los días que no te prestan el auto azul, me saludas con respeto, mis canas te infunden un respeto que yo no quiero que me tengas porque cuando te veo lo hago como si fueras un objeto deseado, porque en realidad lo eres.
Mi sexo se abría generoso a las caricias de la cabeza de su pene y mi deseo se me escapaba de control, aunque yo quisiera prolongar la tensión infernal de este momento de deseo desencadenado, hasta que no pude evitarlo.
De pronto comenzamos a latir juntos, de una manera casi salvaje, como si nuestras dos naturalezas se sumaran en un solo deseo y ella me mordió de una forma segura y definitiva y yo estallé dentro de ella deshaciéndome en un liquido interminable que se fue derramando a golpes haciéndome sentir sus paredes como lenguas ansiosas que me estrujaran.
Mi semen sale a borbotones llenándote y tú dejas caer tu cuerpo sobre el mío, acariciándote el clítoris y estallando en un orgasmo que empieza cuando el mío está acabando. Quedamos los dos quietos, abrazados. Nos acariciamos con las manos, dulcemente, sin buscar ahora más que eso, la caricia sin afán sexual.