Kiyone finalmente llegó al límite de su paciencia. Si la rubia atolondrada quiere que se quede con ella, entonces tendrá que pagar el precio. Lo que Mihoshi nunca imaginó, es que el precio sería tener sexo con Kiyone. (Yuri)
Abro mis ojos, por que no quiero dejar ese lindo sueño...y miro el cielo, esas estrellas tan inalcanzables en el firmamento y pienso....¡¡ Es posible que los dos , estemos cubiertos estando uno de el otro tan lejos...por este mismo cielo ¡¡ Que extraña la vida, tan lejos y es posible que miremos el mismo cielo, la misma estrella!!.
Empecé a mordisquearla y a chuparla con tanta pasión que estuvo a punto de correrse... pero no, la saqué rápìdamente y paré el movimienteo bruscamente agarrándolo fuerte por los cojones -aún no habia llegado el momento- .
Sobre el tanga por encima de unos pantis sin refuerzo (los pantis con refuerzo debieron inventarse en un convento de abadesas de santas costumbres) se percibía un reflejo húmedo, como una moneda brillante. ¡A veces se moja tanto!.
Esas tardes en que yo se los entregaba en cada momento, en cada rincón, cuando aprendió a mamarlos con delicadeza, a veces, y con furia otras, en que me sentí amamantando a un animal joven, hambriento y mío y en que los dos nos dejábamos llevar por este juego diabólico que nos llenaba cada día de un deseo creciente.
Mi sexo se abría generoso a las caricias de la cabeza de su pene y mi deseo se me escapaba de control, aunque yo quisiera prolongar la tensión infernal de este momento de deseo desencadenado, hasta que no pude evitarlo.
Con total tranquilidad y absoluta privacidad, mi Ama pudo pasar el fin de semana dedicada a lo que le gusta y este esclavo pudo sentirse más realizado y cerca de su verdadera vocación de mamón-cachifa para satisfacerla en todos sus caprichos.
Unas vacaciones en el trópico despertaron en mí, mujer joven, española un deseo incontrolable hacia los hombres de color... llegando a tener una aventura en Venezuela.
Me gustaría que si puede leer esto, me dijese algo el viernes y quedar con ella, y poder repetir esa velada tan agradable, quedaría en su casa donde vive, o si fuera muy difícil en algún lugar que pudiésemos los dos.
Sandra se percata de la seriedad de mi mirada. Su sonrisa desaparece y me mira con una expresión mezcla de interrogación e incredulidad, pues presiente que yo no soy dueño de mi mismo. Y tiene razón, pues me domina el deseo de tocarla y nada me importa en ese momento que no sean sus senos. No hay fuerza ni razonamiento que me haga desistir. Sus senos están ahí y es lo único que puedo ver.
Desde la adolescencia un joven soñaba con follarse a una compañera de estudios de su madre. Pasado los años hace realidad su fantasía, posee a placer a la mujer, ya madura pero muy apetecible, y hace de ella su putita particular.