Cierto día lunes me avisaron mis papas que una semana después acompañarían a mi tía a arreglar las ultimas cuestiones del divorcio de mi tía así que estarían fuera durante 15 días pues aprovecharían para tomar unas vacaciones, y que además mi prima vendría a quedarse conmigo durante esos 15 días para que no estuviera solo.
Levantándose se dirigió a la salita, y justamente cuando trataba de alcanzar el fono en la pared, una súbita sensación extraña entre sus piernas la inquietó y de pronto sintió humedad caliente que descendía entre sus muslos, para finalmente ser seguida de un abundante flujo de liquido que bañó el piso de madera sobre el que estaba parada.
Pero pensad en mí, que yo al día siguiente me levanté, me miraba al espejo y pensaba: "Pero bueno, ¿Qué habrá visto en mí que yo no veo? A lo mejor soy un intelectual y yo no me había dado cuenta... A lo mejor soy hijo de Julio Iglesias... ¿intentará cobrarme?"
¡Uy que calentito estás! Me decía subiéndome la camiseta y acariciándome con sus manos. Quédate así, que me das calorcito con tu cuerpo, me susurraba al oído, mientras me mordisqueaba la nuca y pellizcaba mis pezones con sus dedos.
Comenzamos a pasar jugadas… que si poker, que si dobles parejas, el caso es que entrábamos en la misma dinámica que con las cartas, una vez que perdí yo me pusieron, como prueba, asomarme a la terraza que da al paseo lleno de gente y subirme a una silla haciendo como que tiendo ropa y debía subir a la silla con el bañador bajado.
Esos ojos azules que me volvía loco cuando me miraban mientras me hacía una buena mamada. Me vinieron en un momento todos los recuerdos, todas las noches de sexo, todas las situaciones morbosas, todo el deseo de querer tenerla.
A la mañana siguiente, yo desayunaba tranquilo cuando apareció ella en la cocina, vistiendo una ligera pijama de dos piezas, que aunque de mangas y pantalón largo, por lo delgado de la tela, dejaba adivinar que no tenía absolutamente nada debajo de la ropa.
Heterosexual de treinta y pico años, se corre de husto jugando a las cartas con un niñato que le apoya inocentemente su deportiva en la entrepierna.
Era una nota de tono romántico para suavizar la situación, le contaba como hacia tiempo que observaba su belleza desde la ventana de mi aula y lo mucho que me apetecía charlar con ella en algún lugar tranquilo para poder expresarle mis sentimientos. Le di el numero de mi móvil y le dije que me llamara si aceptaba el convite.
Juan era un hombre muy atractivo, 1.80 de altura, de contextura física grande, les aseguro que sus cejas en composición con sus ojos claros hacían una bomba explosiva que insinuaba sexo y derroche de pasión. Su pelo era largo y enrulado, su piel blanca y lisa. Sus piernas eran grandes y fornidas. Todo un toro.