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Lili II

Estaba lloviendo. Era madrugada y estaba lloviendo. Lo sabía por el rumor que hacían los coches al levantar cortinas de agua del asfalto. Por la luz mortecina de la calle que penetraba por la ventana. Estaba enmedio de ese estado semiinconsciente, entre la vela y el sueño, en el qual una no sabe a ciencia cierta si está soñando o no. La imagen de su cabeza acotada no cejaba de torturarme, sin saber si lo que había vivido unos días antes era real o no.

La cancioncilla enlatada del teléfono me acercó un poco más a una poca atractiva realidad vagamente intuida.

-¿Diga?.- Pregunto con voz soñolienta.

-¿Sebastien?.-

Es Álex. Otra vez él. El estúpido no se da por enterado. Lleva dos días así. Me limito a esquivar sus llamadas, pero él no se rinde.

-¿Sí?.- Admito cansinamente.

-Quería hablar contigo.

-Adelante.- El asunto me hastía profundamente.

-Por teléfono no. Tendriamos que vernos.

-¿Sabes la hora que es?.-

-Sí. Lo siento. Pero es un asunto muy importante relacionado con el trabajo.

Me lo pienso unos segundos. Es un poco raro. Pero conozco a Álex de hace tiempo y adivino cierto tono angustiado en su voz.

-Está bien.- Le concedo.

-Dentro de media hora nos vemos en Cyberlife, División III.-

-Vale. Nos vemos.

Me visto medio atontado. Bajo al garaje, quiero coger la moto pero llueve demasiado y no me apetece sentir en la piel el frío de la medianoche. Pongo en marcha el motor, salgo despacio del garaje. Las luces se reflejan en el asfalto mojado. Cruzo calles, avenidas y parques desiertos aquella hora de la noche.

Es cuando me acerco a una encrucijada de calles. Tengo preferencia y arranco. Sólo me doy cuenta cuando noto el golpe seco en la parte de atrás. Detengo el vehículo y bajo inquieto por el impacto. Sobre el mojado pavimento reposa ahora la masa inerte y metálica de una motocleta custom de gran tamaño. Unos metros más allá distingo una masa oscura, el esbozo de un cuerpo que gime de dolor. Me acerco.

-¿Está bién?.- Pregunto como un imbécil.

-Pues claro que no.- Me sorprende una voz femenina, entre quejido y quejido.

Me acerco más. Intento ayudarla a levantarse, pero rechaza mi ayuda con un gesto colérico. Eso me cabrea aún más.

-Perdona guapa, pero eres tu quién se ha saltado el stop. Además ni tan sólo llevabas las luces.

-¡Que te den por el culo, imbécil!.-

-¡Que te den a ti! ¿No te jode?.- Me largo antes de que la cosa empeore.

Oigo como gimotea de dolor. Me lo pienso. No estaría muy bién. Aunque me cae peor que una patada en los huevos, vuelvo sobre mis pasos para cumplir mi obligación.

-¿Te llevo a algún sitio?¿Tienes algo roto?.-

-Pues claro. Ayudáme a levantarme.- Me dice.

Me pregunto si es muy díficil decir algun por favor.

No me és díficil: es una mujer alta, pero delgada. No es una jovencita, pero no se conserva mal. Tiene el pantalón de cuero negro roto a la altura de la rodilla y la chupa de piel un poco rallada. Se quita el casco. Lleva el cabello muy corto, negro como el azabache, su cutis está un poco bronceado a pesar de la época del año en que nos encontramos. No me extraña el galletón que se ha pegado, por que aún lleva puestas las gafas oscuras.

Apoyándose en mi llega hasta el coche. Se queda unos momentos sentada encima del capó, esperando a que se le pase un poco el dolor. No nos decimos nada, pero tengo la impresión de que sus ojos no pierden detalle bajo las gafas oscuras.

-¿Estás mejor?.-

-Creo que sí.- Me dice fríamente.

Entro en el coche, busco los papeles del seguro en la guantera.

-Me parece que vas a tener problemas.- Me advierte con voz un poco dura.

-¿Cómo?.- Le pregunto indignado.

Me sonríe, me señala un stop que hasta ahora me había pasado inadvertido. Lo peor es que tiene razón.

-Está bién. ¿Llevas encima los papeles?.- Le digo en un suspiro de cansancio.

Se lo piensa.

-Pues no.

-Mierda. No estoy para bromas.

-Tranquilo. Esto se puede arreglar. Sigueme.- Me dice con autosuficiencia.

Me cago en todo, pero le ayudo con la motocicleta, subo al auto y le hago caso.

Le sigo a través de unas cuantas calles, pero cuando creía que me guiaba hasta su casa o algo parecido, me encuentro ante de la fachada de una vieja fábrica.

Paro el motor, bajo indignado.

-Pero oye, ¿esto que es?.- Le suelto.

-Es mi oficina. Ahí tengo la documentación.- Se explica.

Sigo los pasos de sus botas de tacón de aguja un poco intranquilo. El lugar es tétrico y está desierto. Me pongo a la defensiva. Espero que no sea una asesina en serie. Subimos por una escalera metálica y llegamos a una gran sala desierta. En el centro sólo hay unos focos y cámaras con trípode del tipo que suelen utilizar los fotográfos profesionales.

-¿Esto es tu oficina?¿A qué te dedicas?.- Le pregunto incrédulo.

-A la fotografía.-

-¿De que tipo?.-

-Profesional. Hago trabajos para publicaciones eróticas.- Se sonríe ante mi estupefacción.

Me deja con mis pensamientos mientras enciende uno de los focos y rebusca encima de una mesilla que està un poco apartada de lo que sería un decorado de sábanas blancas al que apuntan los focos.

-No lo encuentro.- Me dice simplemente.

-Vaya.-

-No te preocupes, cariño. Esto se puede arreglar.- Me dice con una extraña sonrisa.

-¿A si?¿Cómo?.- No entiendo nada.

-¿Quieres trabajar para mi?.- Me dice indicando el decorado.

Me sorprende. No me hace ni pizca de gracia.

-Ni hablar.-

Sonríe. El momento tiene su qué. Tengo un extraño amago de erección. No está mal la muy zorra.

-No me gustan los tíos fáciles, parecen putillas.

-Adiós. Si quieres te doy el número de mi aseguradora, pero me largo. Tengo cosas mejores que hacer.- Le digo mientras le doy la espalda.

-¿Qué pasa? ¿Me tienes miedo?.- Me dice acercándose peligrosamente.

Ha dicho las palabras mágicas. El cabreo late por mis venas. Se me acerca aún más. Sus dedos alargados y finos recorren mis mejillas. Sus labios se pegan a los míos, su mano se cierra sobre mi culo. Para no quedarme corto, recorro un poco su estómago y le toco el sexo directamente. Mi mano se pasea por su entrepierna sin pudor.

Se queda mirándome un poco desconcertada.

-Oye tio, tu estás un poco obsesionado, ¿no?.- Me suelta.

-Seguro que no soy el único.-

-Cerdo…- Me susurra mientras muerde mi oreja.

-Puta guarrilla…..- Le devuelvo el cumplido cariñosamente.

Mientras me besa con sus labios rojos, no paro de toquetearla por encima del pantalón.

Deslizo mi mano bajo el cuero y encuentro la tela fina del slip femenino. Se ha quitado la chaqueta. Restriega sus pequeñas tetas morenas contra mi. Sus uñas negras se clavan contra mi paquete mientras nuestras lenguas se enredan como dos serpientes juguetonas.

La piel suave de su pubis se estremece bajo las yemas de mis dedos. Beso su cuello, desabrocho su pantalón. Ella misma me ayuda a desnudarla. Muerdo su culo terso, subo por su espalda.

Tiene un cuerpo magnífico, alargado y fino, pero de caderas firmes y redondeadas.

Le arranco de una sola vez el tanga negro, que hace un pequeño ruido al rasgarse.

Se gira hacia mi y beso su sexo, la fina raya negra que se pierde entre sus muslos.

Prosigo mi trabajo sin piedad, aguantando los tirones de pelo, hasta que se relaja un poco y noto como sus piernas empiezan a flojear.

La dejo suelta, sus fuerzas ya no la acompañan. Se deja caer al suelo lánguidamente.

-Tu si que sabes cabrón.- Me dice con una sonrisa pendenciera. Se quita la camiseta negra dejando al descubierto un par de pequeños e insolentes pechos. Sólo conserva las gafas y las botas.

-Ven. Acércate más.- Me dice mientras separa las piernas para que yo pueda ver su sexo rezumante de humedad.

Desabrocha mi tenso pantalón. Con un gesto vulgar acaricia mis testículos y el miembro palpitante. Lo lame un poco mientras empieza a tocarse la entrepierna. Se quita las gafas y me mira de soslayo con unos ojos de un gris muerto y frío que helarían a cualquiera. De un solo bocado se mete el miembro entero en la boca. Veo con estupor como mi miembro se desliza hasta el fondo de su garganta y como lo engulle lentamente hasta la empuñadura. Lo saca de su boca y lo vuelve a tragar repitiendo el gesto, aunque de forma más rápida y no tan profunda. De todas formas lo hace lento y bién. No tardo en soltar todo el líquido en su boca.

-Seguro que ni tu madre te lo haría mejor.- Me vacila.

-Seguro.

Con paso lento y sinuoso se dirige hacia el decorado blanco e inmaculado. Enciende un foco. Quiero protestar pero quedo embobado viendo como se tiende en una especie de lecho. Y empieza a masturbarse descaradamente.

-¿Lo ves? Las mujeres tenemos la ventaja de que podemos pajearnos tanto como queramos.-

-Oh, qué maravilla.- Le digo sarcásticamente.

-No me chulees.

-No seré el primero que lo haga.

Me lanza una mirada acerada, venenosa. Coge una botella de plástico que hay cerca del lecho.y vierte una cantidad excesiva del contenido de la botella sobre sus pechos. El aceite resbala por su piel morena. Algunas gotas chorrean desde su sexo. Ella misma extiende el aceite por su cuerpo. Se masturba compulsivamente mientras se mete un dedo en el culo. Me invita a acercarme. Unta mi miembro , me masturba un poco. Pero solo un poco, lo justo para que vuelva a empalmarme, con una erección de antología. No estoy para muchas tonterías, separo brutalmente sus piernas y me hundo en ella sin piedad.

-Cabronazo. Espero que me jodas bién.- Me dice en voz baja, cerca del oído.

Su piel untada se pega a la mía. Me abraza mientras me rodea la cintura con las piernas. Es un a sensación intensa, sólo apta para aquellos a quién les gusten los sabores fuertes y muy especiados. Empezamos a sudar. Me muerde los labios.

-Joder.- Protesto, pero su sexualidad agresiva me espolea.

-Venga, cabrón.- Me dice mientras clava sus uñas en mis nalgas.

Nos pasamos un buen rato con el estira y afloja. Voy a estallar. Le pego un mordisco vampírico en el cuello. La cosa se va de madre. Aprieta la mandíbula, sus dientes casi rechinan. Sus ojos se han convertido en una mínima raya horizontal que contiene un pequeño infierno helado. Sus piernas aprietan mi cintura como una pitón. Estalló como un volcán en una súbdita erupción espesa, viscosa, ardiente.

Durante unos instantes aún permanecemos pegados, con la respiración entrecortada, recuperándonos.

Me levanto con el cuerpo lleno de arañazos. Empiezo a vestirme. Ya he perdido bastante tiempo.

-¿Ya te has cansado?.-Me dice mi rival con voz burlona desde su lecho.

Dirijo mi mirada hacia ella. Empiezo a estar harto de su autosuficiencia. Se levanta, se acerca me suplica con la mirada para que vuelva al lecho. Me empuja hacia él. Hace que me tienda.

-No tienes muy buenos modales. Es de mala educación dejar insatisfecha a una dama.- Me suelta.

-No es que seas una dama precisamente.

-Por esta noche soy tu puta particular.

Coge mi miembro nuevamente se lo mete en la boca, hasta que consigue una erección bastante aceptable. Sonríe satisfecha, mientras vuel ve a verter más aceite sobre el rojo prepucio. Me da la espalda, acerca su culo hacia mi polla expectante y empieza a sentarse sobre ella.

-¿Estás segura de lo que haces?.-

-Claro. Venga, no te hagas el remolón.-

La abertura es estrecha y presenta cierta dificultad. Pero poco a poco va cediendo. Asisto atónito a su autoinmolación, hasta que su esfínter se relaja totalmente y ella misma se empala totalmente. O está loca o va hasta el culo de coca o algo similar. Se levanta, se pone de quatro patas sobre el lecho.

-Venga folláme el culo.-

-Joder, vaya lengua que tienes.

Levanta un poco el culo, separa las piernas, y la empalo sin piedad, cogiéndola por la cintura. No sé que manejos se lleva, pero el caso es que ha cogido un vibrador y se masturba lentamente mientras me abro paso en su culo estrecho y rebelde. Tengo la sensación de estar enfundado de forma ajustada pero cómoda. Cuando me viene, saco mi miembro de ella, estallo en su abertura y vuelvo a meterlo y sacarlo unas cuantos veces, hasta que me sacio completamente. La dejo en el suelo agotada, feliz y con restos de materia seminal en la boca, la vagina y el recto. Mientras me visto me examina con una mirada animal, hostil.

-¿Te vas ya?.- Continua con su tono burlón.

-Sí.-

-Aprovecha la oportunidad. Si alguna vez nos volvemos a ver probablemente no voy a recordar tu cara.- Me advierte.

-Creo que será díficil.- Acabo de vestirme, tengo prisa por salir de allí.

-A propósito, ¿a que te dedicas?.- Me pregunta con aparente desinterés.

-Soy el Sr. Don Empleadocualquiera que trabaja en una empresa cualquiera. Supongo que no hace falta que pregunte a que te dedicas.

-Ya sabes que soy la propietaria de mi propia empresa. Pero como me paso el dia dando por el culo a la otra gente a veces necesito que me den a mi. Me aburro soberanamente. Necesito nuevas sensaciones.

-Supongo que es cierto eso del sadomasoquismo.

-¿El qué?.- Me dice ella interesada.

-Que habitualmente los que están ejerciendo cierto poder tienen tendencias masoquistas, por compensación.

-¿Y el simple empleado?.- El tema le interesa.

Pues al revés: al estar puteado tiene ansias de poder, de venganza. En cierta manera es un sádico en potencia.

-Ah, muy interesante.- Me dice volviendo al tono habitual de autosuficiencia.

Me encamino hacia la salida. Ha sido intenso, pero ya estoy cansado. Álex se va a cabrear mucho. Y con razón. El auto negro me está esperando, negro, brillante y húmedo como la misma noche.

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