No hay nada mejor que el olor de unos pies hermosos, o su sabor o su textura.
Cuando tenía aproximadamente 18 años la empleada doméstica de mi casa pidió repentinamente su renuncia, pero debido a que nuestra familia siempre la trató muy bien, ella se puso en la tarea de encontrar una sustituta para evitarnos la molestia de buscar y encontrarnos con una desconocida en casa.
Esta es una clase de sandalia muy popular en los países tropicales, y son lucidas tanto por hombres como por mujeres. El materia es hule muy suave lo que hace que puedas masturbarte con ellas, su olor es penetrante parecido al de una pelota de basketball.
Javier hace que su esclavo se someta a una gran humillación ante Su amigo Fabio, como compensación por haberlo lastimado...
Las jornadas seguían igual, mi vida actual me encandilaba, y no podía existir otra forma de vida que me llenara más; mi ocupación principal, mi razón de existir era servir a aquella criatura tan maravillosa, ponerme a sus pies y volcar toda mi capacidad de trabajo, de sacrificio y de sumisión en aras de su capricho y su deseo.
Me gusta mucho ver películas porno, de hombres obviamente, y tengo una colección de mas de 300 videos, desde las mas románticas y eróticas hasta las mas sucias y fetichistas.
Después de mi primera experiencia con mi primo, quise tener algo con alguien mas experimentado; la primera persona que vino a mi mente fue el rector de mi colegio: Harold. Mi rector, era un hombre de 35 años, súper velludo, fornido pero retierno, era la persona ideal para que me enseñara a disfrutar mas de las mieles del sexo.
Esto fue como si estuviera fumigando, olor puro y concentrado de pie en mi cara, cada ves que frotaba entre sus dedos...
La primera vez que la vi, ella estaba entrando a la casa donde trabajaba, y pude ver aquellos fantásticos diminutos pies que lucían unas bellísimas sandalias rojas que se amoldaban perfectamente a la formas de sus graciosos pies.
Hay otras cosas que en un principio me dieron asco, pero luego, a fuerza de probarlas les he tomado el gusto y ahora, cuando la chica con la que estoy me obliga a hacerlas, me excito mucho.
En aquel instante estaba como drogado. Ella subió su pie y lo apoyó sobre el taburete en el que yo estaba sentado, haciendo hueco entre mis muslos.
Comencé muy chico a oler, chupar y hacer el amor a las sandalias viejas y usadas de mi sirvienta.
Había viajado hasta las islas para conocerlo en persona, mientras me arreglaba en el apartamento, recordaba varias conversaciones que habíamos tenido, casi siempre acabamos hablando de sexo, de nuestros gustos, fantasías…
Desde aquí os propongo un ejercicio bastante interesante para iniciar a vuestra pareja en las relaciones de dominación, ya que un masaje bien dado en los pies puede despertar la vocación de ama de vuestra mujer.
Muy poco a poco, primero le suplique que ya que no teníamos contacto sexual, a cambio, para calmarme me diese sus bragas usadas, dudó y finalmente fue al baño, vino con ellas y me las dio, acto seguido fui yo el que fue al baño, ya sabéis a que.
Luego bajaste a comerle el coño y yo molestaba en mi posición así que me levanté un rato al baño para disimular y dejaros vía libre. Volví y me senté a su lado mientras seguías lamiéndole el coño y ella arqueaba el cuerpo del gusto que le dabas.
En Cali encuentro una sala de cine gay donde puedo estar desnudo y compartir con otros las escenas que el video proyecta en la pantalla.
Cuando digo mentalmente me refiero a que en algunas ocasiones me he masturbado imaginando que me encuentro en plena acción con un hombre, llegando a excitarme más cuando actúo de manera pasiva y sumisa, no es usual que lo haga, pero he llegado al punto en oportunidades de introducirme objetos por mi ano para hacer un poco más real la fantasía de turno.
Allí me encontraba yo, a cuatro patas, entregado completamente a esas tres mujeres, mi mujer y sus dos amigas. Ahora estaba a merced de Elena. Si bien mi aparato masculino me había dejado de servir, otro de mis pasadizos iba a ser poseído por uno de los tampones de Elena.
Ante mi sorpresa y prácticamente sin mirarme, sacó su pie de mi boca y se calzó la zapatilla. Enganchó una correa de perro en mi cuello, y a tirones me sacó de la habitación ante la atenta mirada de Marga.