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Por siempre sometido III: La humillación

No sé si alguno de los lectores habrá tenido la certeza de morirse sin poder evitarlo. Así me sentía yo…iba a morirme, eso era seguro…cuando Javier me echara de Su lado yo iba a morirme…esa era la condena que yo mismo me había impuesto al haber desobedecido la estricta prohibición de mi Dueño de agredir a Sus amigos…

Sin embargo, mantenía una esperanza: tal vez Él fuera generoso y me permitiera morirme a Sus Pies…ese era mi único consuelo… pero de todas formas iba a morirme…Sin ser su putito, ni su juguete, ni su esclavo…ya la vida no me valía para nada…

Mi mente era entonces un mar de contradicciones y de dudas. Por momentos me alegraba pensar que Él tendría piedad de mí…correría a su casa…me echaría a Sus Pies…le contaría lo que pasó…le suplicaría que me castigue…Él entendería…me daría el perdón y me dejaría besarle y lamerle Sus Pies como agradecimiento y luego me usaría…entonces yo volvería a ser feliz…

Apenas pude conciliar el sueño…tuve pesadillas toda la noche…estaba en medio de una multitud…Javier estaba allí…todos me llamaban puerco, inferior, meadero de los Superiores…sólo Javier no me reconocía, me miraba sin verme…iba a echarme a Sus Pies pero ya no lo encontraba…

Todos meaban sobre mí y me pateaban y me abofeteaban y me hacían lamerles sus zapatos…sólo Javier no meaba sobre mí…sólo Javier no me golpeaba…sólo Javier no me hacía lamer Sus Pies…¡Cómo deseaba yo que Javier me golpeara, que meara en mi boca, que me dejara lamerle Sus Pies…! Pero Javier seguía mirándome sin verme…

Desperté pasada la hora de ir al colegio…mamá estaba a mi lado, con cara de preocupación mientras me tomaba la temperatura y comentaba con asombro mi permanente gimoteo…lo único bueno fue que no tuve que explicar el verdadero motivo por el cual no iría a clases – la suspensión –.

Pero también me costó un gran trabajo escaparme a la hora que debía dirigirme a casa de mi Dueño. Sólo me preocupaba estar a Sus Pies…implorándole que me castigara de la manera más dura… pero que me perdonara…que me regalara la vida…que me dejara seguir siendo su putito, su esclavo, su juguete…

Ya suponía yo que nada grave le había pasado al pesado de Fabio…nadie en casa comentó el incidente…si de verdad lo hubiese “matado”…muy seguramente papá no estaría tan tranquilo y muy seguramente habría sabido que su hijo había asesinado al hijo de uno de sus Patrones…eso me tranquilizaba un tanto, aunque no dejaba de pensar que en realidad mi pecado había sido de desobediencia a mi Señor, sin importar las consecuencias que mi actitud hubiese tenido para Su Amigo Fabio.

Llegué a casa de Javier casi al mismo tiempo que Él…apenas verme me sonrío…yo sentí una alegría indescriptible, pero al mismo tiempo me invadió una mezcla de angustia, miedo y vergüenza…no pude más que inclinar mi cabeza y casi no pude articular palabra para contestar a su saludo…

Me hizo seguirlo hasta Sus habitaciones y mientras los sirvientes desempacaban Su equipaje fue contándome algunas cosas de Su viaje pero sin entrar en mayores detalles…yo seguía angustiado, avergonzado y temeroso…

Apenas salieron los sirvientes me ordenó torcerle llave a la puerta principal de Sus habitaciones…al volver caí automáticamente de rodillas ante Él…iba a echarme a Su Pies para contarle lo que había pasado y para implorarle que me castigara pero que me diera el perdón…

Él me detuvo. “Espera mi putito…” Me agarró por las orejas y atrajo mi cabeza hacia su regazo…empezó a revolverme el cabello y a palmear suavemente mi mejilla… “¿Mi pequeño esclavo…has extrañado a tu Amo?…¿Nadie ha jugado con mi juguetito estos días?…Vamos, cuéntame: ¿Quién te ha usado, mi putito?”

Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no llorar…me sentí tan culpable… ¿Cómo había podido desobedecerlo a Él, a Aquel Ser tan maravillosamente tierno y bueno? Me sentí como el más sucio de los esclavos, como el peor de los traidores… Hubiera preferido mil veces que me castigara, que me torturara hasta matarme, que me pateara sin piedad…yo no merecía Sus mimos…

Sonó el teléfono…”Dame el auricular”. Me arrastré sobre mis rodillas el escaso metro y medio que me separaba del aparato, lo tomé y volví hasta mi Señor para entregárselo. “Hola…” Chasqueó sus dedos mientras contestaba y me indicó que me permitía echarme a Sus Pies…

Pegué mi rostro a Sus zapatos y empecé a besárselos suavemente mientras Su conversación avanzaba…Saludó con efusividad a quien le había llamado…pero a los pocos minutos Su tono de voz empezó a sonar inquisitivo…”¿Qué?…¿Cuándo fue eso?…¿Cómo sucedió?”…Al tiempo que iba haciéndole preguntas a Su interlocutor me empujaba con Sus Pies…me estaba apartando de Él…Terminó por poner la suela de Su zapato derecho en mi rostro y me empujó con firmeza, casi con violencia…

Yo me resistí un poco…ya intuía lo que estaba pasando y quería quedarme a Sus Pies para empezar a suplicarle apenas me diera la oportunidad…”¿Y cómo has estado?”…imaginé entonces que estaba hablando con Fabio y me estremecí completamente aterrado…

“Espera” le dijo a Su interlocutor… tapó la bocina del auricular, me pateó en el hombro y me gritó: “¡Apártate de aquí, perro infeliz”…gemí, no por la violencia del golpe; gemí por lo que sabía que había pasado… llegaba el momento de mi verdadero suplicio…

Terminó Su conversación telefónica y se dirigió a mí…yo seguía en el suelo, sollozando…agonizando de incertidumbre, de miedo y de vergüenza…sin atreverme a acercármele… “¿Cómo es que has podido desobedecerme infeliz? No pude articular palabra…mis sollozos subieron de tono e intenté abrazarme a Sus tobillos…me rechazó; no me golpeó; simplemente se apartó…yo hubiera preferido que me pateara hasta reventarme…

“¡Vete a tu casa de mierda!…No quiero verte más…si acaso te llamó será para que sufras, así que piensa bien si querrás venir o no…¡VETE YA!”

Literalmente me arrastré hasta la puerta de Sus habitaciones, tímidamente la abrí, salí de allí y corrí como si me persiguieran todos los demonios…llegué a casa y caí en un estado de postración que hasta papá se preocupó…

Vine a reaccionar el Viernes como a eso de las 11:00 a. m. Sin embargo, en mi mente solo bullía una palabra: “morir, morir, morir…” Como a eso de la 1:20 p. m. sonó el teléfono…mamá contestó: “Es el Joven Javier…pregunta por ti…”. Casi le rapé el auricular a mamá…con mucha timidez y suavidad contesté: “¿Señor…?

Al otro lado de la línea se oyó la voz de mi Dueño: “Te espero en mi casa en una hora…pero recuerda que si vienes…tal vez no te vaya a gustar mucho lo que va a pasar” Colgó antes de que yo pudiera articular palabra…

Mamá me echó una bronca de mierda cuando le dije que saldría, pero papá sentenció con sabiduría: “Deja que vaya…si el Joven lo llama…debe estar siempre a disposición del Joven…además no le pasará nada…” Creo que es lo único que tengo que agradecerle a papá…

Decididamente estaba repuesto y no escatimé fuerzas para correr a casa de mi Amo. Al entrar en Sus habitaciones caí de rodillas inmediatamente y me arrastré hasta Sus Pies…quería estar todo lo sumiso y obsequioso que pudiera…quería que Él me pateara, que me azotara, que me escupiera…que me reventara a golpes…sólo aspiraba a poder besar Sus Pies antes de morir de dolor por su castigo y de dicha por su perdón…

“¡Levántate, imbécil!” Me puse de rodillas ante Él, con mi rostro todo lo inclinado que me fue posible…me dejó estar así por eternos minutos…yo no me atrevía a mover ni uno de mis músculos… “Has lastimado a Fabio…irás conmigo a su casa y le ofrecerás una compensación…” Temblé…no era lo que me esperaba…ni siquiera mencionó mi pecado de desobediencia…

“¿Lo harás?” Asentí. Volvió a preguntarme: “¿Lo harás?” Volví a asentir y tímidamente dije además: “si Señor…” “Voy en mi coche…te espero allá en una hora”. Me atreví a responder: “si Señor…”

Las casas de Javier y Fabio distaban un poco más de seis kilómetros. Me apresuré a recorrer aquella distancia a grandes zancadas…no sentía ninguna clase de debilidad…temía por lo que pudiera pasar; pero de todas formas y a pesar de la gran incertidumbre que me había invadido, estaba seguro de que haría lo que fuera necesario por lograr que mi Amo me perdonara mi pecado de desobediencia hacia Él…

El perdón de Javier era todo lo que me importaba…lo que pasara con Fabio no me preocupaba…lo que hiciera Fabio conmigo no me importaba, siempre y cuando mi sometimiento a lo que ese pesado me hiciera me ayudara a congraciarme con mi Amo…me ayudara a tener la oportunidad de seguir siendo el putito, el juguete de mi adorado Dueño…

Ya hacía al menos una media hora que mi Amo había llegado a la casa de Su amigo cuando yo lo hice. Un viejo y estirado mayordomo me condujo hasta las habitaciones del “Joven Amo”…Allí lo esperan “El Joven Amo y El Joven Javier De La Vega”…

El viejo mayordomo tocó, abrió la puerta y me anunció ante los dos “Jóvenes Amos”: “El mozalbete que esperaban está aquí”. Al momento oí que Fabio ordenaba: “Haz que pase y tú retírate”. El viejo se inclinó reverente ante “Los Jóvenes Amos” y me franqueó el paso a las habitaciones de Fabio.

Me quedé parado al lado de la puerta. Javier y Fabio ni siquiera me miraron. Mi Amo le contaba a Su amigo algunas incidencias de su viaje…ambos parecían muy divertidos por un comentario que habían hecho sobre Norman y Jóse…

Pude comprobar que el golpe que le di al pesado del Fabio no había hecho otro efecto que dislocarle el hombro izquierdo. Tenía su brazo en cabestrillo y no parecía sentir mayores molestias.

Me sentía extremadamente incómodo y empezaba a sudar a chorros por la incertidumbre, el miedo ante mi Amo y la expectativa de ser perdonado por Él…pero sin saber aún que pasaría aquella tarde en las habitaciones de Fabio…

Debieron pasar no más de cinco minutos – que de todas formas a mi me parecieron una eternidad – antes de que mi Amo me señalara y, dirigiéndose a su amigo, dijera: “Como te lo prometí…aquí tienes al infeliz para que le hagas pagar lo que te hizo…”

Temblé. Mi terror subió de tono. Ahora ya no estaba tan seguro de que el perdón de mi Amo valiera tanto como el sometimiento a la extrema crueldad de Fabio…Incliné mi rostro aún más de lo que estaba e involuntariamente emití un gemido casi de dolor…

“Preséntate ante mi amigo” Ordenó mi Amo. No supe a qué se refería y tímidamente me atreví a mirarlo para tratar de encontrar una explicación. “Que te acerques a Fabio…¿acaso no entiendes, idiota?” Remarcó mi Dueño con un tono de indignación.

Caminé despacio hasta el sillón en que estaba sentado Fabio y me quedé de pie ante él sin atreverme a levantar mi rostro. “ASÍ NO”, me gritó mi Amo desde el mueble en que estaba arrellanado…”Un infeliz como tu debe estar de rodillas ante sus Superiores…”

Me sentí extremadamente humillado pero mi única reacción fue caer de rodillas ante Fabio. Entonces, dirigiéndose a Su amigo, mi Dueño preguntó: “¿Vas a castigarlo ya?”…”No…”, respondió Fabio… “…quiero que antes, este inferior, me preste unos pequeños servicios…” Ambos rieron mientras yo seguí temblando, de rodillas, inerme, sometido por voluntad de mi Amo ante mi “peor enemigo”…

Javier chasqueó los dedos. Entendí mal el gesto de mi Señor. Cuando estabamos en Sus habitaciones, esa seña indicaba que mi Dueño me permitía echarme a Sus Pies…tratando de hacerlo rápidamente pero sin osar levantarme, me puse en cuatro patas e intenté dirigirme hacia donde estaba mi Amo…

Él perdió la paciencia y me gritó: “A MÍ NO, PERRO, A FABIO…” El tono de voz de mi Amo no me dejó ninguna duda… Esta vez mi humillación iba a rondar los límites de la más profunda indignidad…pero esa era la voluntad de mi Dueño…y ya hacía mucho tiempo que yo no era más que una cosa, un objeto del que Él disponía como mejor quería…un animal completamente sumiso y servil, que no encontraba otra razón para su vida que el de obedecer Sus ordenes sin cuestionarlas…

Enderecé mi camino y me acerqué a Fabio…agonizando de odio y de impotencia, pero convencido de que mi única opción era plegarme a la voluntad de mi Señor…obedecerlo en todo…Sólo de esa forma lograría Su perdón…solo de esa forma podría volver a ser su esclavo, su putito, su juguete…

Empecé a pensar que aquel acto de sometimiento no era ya una humillación. A pesar del profundo odio que seguía sintiendo hacia Fabio y de que aquello iba a anular por completo cualquier rastro de dignidad y orgullo que aún me quedara, lo realmente importante era que tenía la oportunidad de demostrarle a mi Dueño que mi obediencia hacia Él no conocía ningún límite…así que con este pensamiento hice de cuenta que era a mi Señor a quien estaba sirviendo y no a mi “peor enemigo”…

Incliné mi rostro hasta el suelo, muy cerca de los pies de Fabio, postrándome ante él y dispuesto a obedecer con prontitud cualquier orden que se me diera…pasaron apenas unos pocos instantes antes de que llegara lo inevitable…

“Vamos inferior…”, dijo Fabio con sorna. “¿…no vas a aprovechar la oportunidad que tienes?…empieza con tu labor…se un buen perro y lámeme los pies como un verdadero esclavo…”

En un sutil gesto de servilismo, acerqué mis labios y besé los pies de Fabio con suavidad…Mi Amo y Su amigo rieron sonoramente…mi gesto debió parecerles muy divertido…Ambos debían intuir la profunda carga emotiva de aquella acción mía, de besar con suavidad esos pies que tantas veces me habían golpeado con violencia…

La risa de mi Amo me dio ánimos para proseguir…Él se estaba divirtiendo con mi humillación…eso era lo importante: que Él se estuviera divirtiendo…Acerqué uno de los muchos cojines que estaban en el suelo de las habitaciones de Fabio, tomé cada uno de sus pies, desaté las correas de sus sandalias y lo descalcé…

De nuevo besé uno a uno sus pies y las risas se volvieron a oír sonoras en el recinto. Intenté volver a besárselos…quería que mi Amo siguiera divirtiéndose…pero Fabio se hartó y me ordenó con tono inflexible: “Ya…deja de besarme los pies como un maricón y empieza a lamérmelos…”

Obedecí. Los pies de Fabio eran suaves y hermosos…fuertes como los de mi Amo, pero con un aroma diferente…el olor del talco estaba casi totalmente disimulado por el de un sudor fuerte, muy viril… Confieso que sentí algo de náusea, pero inmediatamente pensé en la obediencia debida a mi Señor y en cómo Él se estaba divirtiendo con mi humillación…

Entonces me sometí…seguí lamiendo los pies de aquel chico de 14 años, muy guapo y arrogante…seguí humillado por voluntad de mi Dueño, lamiéndole los pies al adolescente que gracias a su arrogancia y a las humillaciones y malos tratos a que me había sometido, había despertado en mí un profundo sentimiento de odio, hasta hacerme creer que un inferior como yo era digno de tener un enemigo como él, que era un Superior…

Debí estar por casi una hora lamiéndole los pies a Fabio…Al igual que mi Amo, Fabio no me daba tregua: apenas me tomaba unos instantes para remojar mi lengua reseca, él me pateaba el rostro y ordenaba: “Sigue lamiendo perro”.

Pero mi humillación era aún más profunda, pues Fabio iba relatándole con todo detalle a mi Amo cómo era que él y los otros chicos habían usado mi boca como urinario…Ambos reían muy divertidos, mientras yo volvía a sentir que mi odio se renovaba al recordar como ese pesado me había torturado y ahora me veía sometido a lamerle sus pies como si yo fuera su perro…

“Mi idea era que le folláramos el hocico, pero Felipe decía que el inferior nos mordería…de todas formas la meada no estuvo nada mal…” Mi Amo explotó en una nueva carcajada mientras yo lamía suave y sumisamente los pies de mi torturador…

“Y a propósito…”, dijo Fabio con sorna, “…me han dado ganas de mear…” Y como pidiéndole permiso a mi Amo para usarme, añadió: “¿Puedo?” Mi Dueño redobló su risa y dijo: “Hoy es todo tuyo…hazlo si quieres…”

Supe lo que vendría enseguida y me invadió la misma angustia que había sentido mientras casi me ahogaba con los meados de los Superiores…esperanzado en zafarme de aquella nueva y humillante tortura, me di a la tarea de lamer los pies de Fabio con mucho vigor, como tratando de masajeárselos con mi lengua. Tal vez, pensaba yo, el placer que le causara aquello lo hiciera olvidarse de volver a usar mi boca como urinario…fue inútil mi extrema sumisión…

“Ponte de rodillas, animal…”, me ordenó Fabio. Luego añadió para diversión de mi Dueño: “…voy a darte un refresco…” Ambos rieron a carcajadas…yo obedecí… Resignado, me puse de rodillas entre las piernas de mi torturador, dispuesto a que el Superior volviera a “honrarme” meando en mi inferior hocico…

“Sácame la verga, idiota…¿o esperas que todo lo haga yo…” Obedecí. No tuve mucha dificultad porque traía puesto un amplio pantalón y estaba usando un boxer muy holgado también…de todas formas me esforcé al máximo para evitar lastimarlo, pues estaba seguro que cualquier error de mi parte me acarrearía por lo menos un fuerte golpe…

La verga de Fabio era casi más grande que la de mi Amo Javier…larga, gruesa…muy blanca pero de apariencia fuerte, con un glande rojo que apenas salía un poco del prepucio…era la verga de un verdadero Superior…de un Superior acostumbrado a usar a sus inferiores para darse placer…

Me quedé con la boca medio abierta, como hipnotizado por la visión de aquella verga que ya pronto iba a estar entre mis labios…olía a orín, a colonia y a sudor…era hermosa y me sorprendí pensando en lo mucho que me hubiese gustado mamarla…

Fabio me sacó de mi ensimismamiento. Me dio una palmada en la cabeza y me dijo: “¿A qué esperas para tragártela?…apúrate esclavo que voy a mear…” Mi Amo rió divertido, mientras Fabio añadía: “Y cuidado con mojarme por que te parto la madre a golpes…” Temblé. Sabía que su amenaza no era vana; así que tendría que esforzarme al máximo para tragar toda su meada hasta la última gota…

Abrí aún más mi boca y me fui tragando la enorme verga de “mi peor enemigo”…como no me atreví a agarrársela con mis manos por temor a ser golpeado, tuve que irla como sorbiendo, con lo cual le pelé el glande con mis labios…creo que él lo disfrutó porque alcancé a oír como un leve jadeo…

Al contacto con mi lengua pude percibir que su glande tenía un sabor muy salado, casi amargo. Sin embargo, me resultaba agradable…pero no me atrevía a mover mi boca más de lo estrictamente necesario para tragarme aquella enorme verga…eso era lo que me habían ordenado…no me habían ordenado mamar…

Apenas sentir que su verga había invadido completamente mi boca, Fabio empezó a soltar su meada…era un chorro grueso y potente, como el que me echó el día de la tortura en el baño de los Superiores, pero esta vez no me hacía daño ni me ahogaba…Sin embargo yo me apuraba a tragar con rapidez para evitar que él se mojara y yo me viera sometido a un castigo que seguramente sería muy cruel…

“Este es uno de los placeres más grandes de la vida…” Decía Fabio. “No hay nada como tener un esclavo para mear en su hocico…esto es un placer de dioses…” Mi Amo reía mientras Fabio seguía soltando en mi boca un incontenible torrente de meados…”Tendré que probarlo…” Dijo mi Amo mientras el chorro que inundaba mi boca parecía hacerse más potente y grueso…

Entonces me sorprendí a mi mismo con una excitación muy grande…de alguna forma, el estar en esa situación tan humillante, entregándole mi boca al chico que más odiaba en este mundo, para que él meara en ella, el sentirme como un objeto sin voluntad, como una cosa usada para el placer de un Superior, sometido a la posibilidad de un cruel castigo y temeroso por ello…todo eso me ponía caliente… hubiera deseado que Fabio me ordenara mamársela…me hubiese esforzado al máximo por darle placer…era entonces un completo esclavo…mi único placer era servir al placer de los Superiores…

Mi sentimiento de odio hacia Fabio se había borrado…o más bien, al ser usado precisamente por él, que tanto daño me había hecho…el sentirme sometido de esa forma por quien más había hecho por rebajarme y anular mi dignidad y mi orgullo, el tener la certeza de que él podría castigarme como quisiera y yo debería besar sus pies para agradecer sus golpes y sus humillaciones…todo ello me hacía sentirme más inferior que nadie en este mundo, me hacía comprender la real dimensión de la esclavitud…me develaba mi presente y anticipaba mi futuro como objeto sexual, como esclavo sumiso y servil de muchos otros Superiores…

Entonces empecé a sentirme culpable. Pensaba que le estaba siendo infiel a mi Señor y anhelé con todas las fuerzas de mi corazón que Él me tomara y me sometiera a un castigo cruel y doloroso, que me hiciera comprender de una vez por todas que yo era una cosa de su propiedad y que Él podría disponer de mí de la manera que estimara más conveniente y placentera para Él…

Al fin Fabio terminó de mear…me ordenó que le lamiera la verga y se la dejara bien limpia…obedecí casi a punto de correrme por la excitación…necesitaba un castigo, casi quería suplicar a los gritos que mi Amo me torturara…me sentía muy culpable y mi pecado solo podría ser compensado con el dolor…con un intenso dolor que me causara mi Dueño…

No tuve mucho tiempo para meditar en mi necesidad de ser torturado por mi Amo. Apenas Fabio se sintió satisfecho con mi labor, me apartó con un empujón, me ordenó guardarle su verga entre su pantalón y me indicó un armario que estaba en una pequeña estancia que tenía la apariencia de cuarto de juegos…

“Tráeme un bate que hay allí…”, me ordenó Fabio, mientras se cruzaba una sonrisa de complicidad como mi Señor…No me atreví a levantarme…Para diversión de los dos Superiores, me puse a cuatro patas como un verdadero perro y crucé la estancia hasta el armario…

Lo abrí y tomé de allí un pesado bate de madera. Con mis manos ocupadas, esta vez tuve que arrastrarme sobre mis rodillas…mis movimientos eran lentos, lo que hacía que Fabio se impacientara y me instigara con insultos a apurarme para entregarle aquel instrumento que en ese instante yo no sospechaba que utilidad iría a tener en todo eso…

Por fin llegué hasta donde estaba Fabio y le entregué el bate…me quedé de rodillas ante él, con mi rostro inclinado y mi mirada puesta en sus blancos y fuertes pies que seguían descansando sobre el mullido cojín que yo había puesto bajo ellos…

Parecía un verdadero dios adolescente en espera del homenaje de sus siervos…Confieso que sentí deseos por postrarme ante el Superior para volver a besarle sus pies en un acto más de sometimiento…pero me contuve…era preferible ceñirme a obedecer lo que se me ordenaba…un esclavo como yo no podía tomar ninguna iniciativa, así fuera para humillarse aún más ante su torturador…

Fabio acarició por unos instantes el pesado bate de madera…todo aquello parecía una ceremonia previamente ensayada…la espera que me parecía eterna, el silencio, la incertidumbre de lo que iría a pasar, hicieron que mi excitación fuera convirtiéndose en miedo…empecé a temblar aún sin saber lo que ocurriría…

Mi Amo y Fabio debieron notar mi temblor…divertidos al ver mi actitud de miedo, ambos rieron al unísono…entonces, antes de que cesara su risa, Fabio levantó el pesado bate de madera y lo descargó con fuerza sobre mi hombro izquierdo…

El golpe fue violento pero aún así no sentí ningún dolor…sólo oí que algo crujió en mi hombro y eso aumentó mi terror y me hizo gemir con angustia…mi Amo y Fabio volvieron a reír sonoramente mientras yo, en un acto reflejo, caí postrado ante mi torturador y me puse a besar y lamer sus pies al tiempo que musitaba suplicándole piedad…

Todo había terminado…Fabio había hecho en mí lo mismo que yo me había atrevido a hacer contra él…solo que mi acto fue un acto de venganza contra mi torturador y de desobediencia a mi Dueño. Lo de Fabio, en cambio, había sido el gesto de un Superior, haciéndole sentir su poder a un esclavo que le besaba y le lamía sus pies…

Pero aún faltaba el castigo que me impondría mi Dueño…

Continúa la serie << Por siempre sometido II: Una humillación

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