Caroline se había sentido morbosamente atraída por él, un hombre maduro para la edad de la chiquilla, pero a la vez atractivo, de facciones vigorosas y varoniles, moreno, con el pelo muy negro, surcado por algunas canas, unos labios gruesos, carnosos y bien formados y aquellos ojos de mirada penetrante.
Ella, en un primer momento, estuvo a punto de rechazar la oferta del viaje, dárselo a alguna amiga pero, como no, su viejo amigo Jake, un emigrante escocés, le ofreció la posibilidad de ir.
Estaba como siempre. Era una chica un poco alta, debía hacer un 1,75 m más o menos. No era delgada, mas bien algo rellenita, aunque su cuerpo conservaba todas sus curvas. Llevaba como siempre unos pantalones ajustadísimos y un top también ajustado, de donde sobresalían sus dos grandes pechos. Llevaba una melena larguísima morena.
La puerta de adelante se abrió y de ella se apeo una mujer portando un elegante uniforme de chofer que le daba un cierto aire militar, pero lo que realmente sorprendió a Serena fue el hecho de que su piel era negra, hasta ese momento solo había visto gente de color en los noticieros y en la películas, las facciones de su rostro era algo toscas, sus labios gruesos y sus ojos verdes como los de una pantera tenían algo amenazante.
Alguna tuvo el valor de decirme que estaba muy bueno y que si todo eso que tenía entre las piernas tenía dueño, pero la verdad ha sido esta y ninguna otra por lo general a las mujeres les molesta vernos desnudos.
Nos pusimos de costado en la cama en posición de 69, y él comenzó a lamer mi vagina hasta provocarme un orgasmo. El primero en tanto tiempo, y el más intenso de mi vida.
Esa mañana, como muchas de aquel año, había decidido faltar a la Facultad, en donde estudiaba Sociología, me abrigué lo mejor que pude y comencé a caminar por Av. Providencia, una de las principales arterias de Santiago.
Comencé a besar y a chupar y a morder su jugosa conchita, olía a recién bañada, perfumada de mujer, ella se arqueaba, sentía los espasmos que le provocaba, gemía y dejaba de mamarme para disfrutar de mis caricias, cuando yo frenaba ella reiniciaba su deliciosa labor de darle lustre con su lengua a mi pene.
Y me hablaba de humedades, de su piel cálida, de la forma como movía sus caderas y sus muslos y sus brazos y me hablaba de longitudes y de grosores y de sensaciones de profundidad y de temblores que la habían recorrido y de la forma como ella se fue dando sin premuras y que casi no hablaron que todo era labios y ningún dolor
Una vez que terminaron de vestirse, él fue a sentarse tras de su escritorio y de nuevo adoptó aquella actitud profesional hasta que la bella mujer, pasándose un cepillo por el espléndido cabello oscuro, se detuvo frente a él.
Imprimí entonces toda la fuerza de que era capaz a mi ariete, ella se movía a una velocidad increíble suspirando y rechinando los dientes, de pronto lanzó un alarido que debió escucharse en la calle cuando yo no pudiendo aguantar más comencé a lanzar chorros de esperma en el fondo de su útero, el orgasmo fue simultáneo y esplendoroso
Nuestra amante por aquellos instantes, esbozo una bonita sonrisa en aquella boca que estaba húmeda debido a la saliva que seguro se le había escapado cuando nos la estaba chupando a mi colega y a mí.
Mi nombre digamos que es Ezequiel soy mido 1,76cm castaño de ojos verdes, y de buen físico nunca he recibido quejas, y por otro lado la naturaleza estuvo de mi lado, ya que no es que soy superdotado pero tengo lo mío.
Era, lo he sido siempre, un chico con fantasías de dominar a las mujeres que se me sometían dóciles y sumisas y mis masturbaciones eran producto, en general, de fantasías en las que una chica era mi esclava y la obligaba a someterse a mí y luego la besaba los pechos o las nalgas.