Era recién miércoles y vestía un uniforme azul marino, blusa blanca chaqueta y falda hasta las rodillas, debajo unas medias nylon negras y zapatos azules de taco, era la primera vez que veía a mi tía como mujer desde que puede oler sus sandalias años atras.
El no la sacaba y ella le había subido la falda y bajado las bragas en un segundo, y , obligándole a abrir las piernas, le estaba metiendo los dedos y chupándole su chocho mojado todo lo que podía, hasta que él gimió y se corrió en su boca (Laura jamás me había hecho nada parecido).
Son las 2 de la tarde en pleno mes de mayo y hace un calor sofocante...¡Uf! No sé que tiene la primavera que me hace hervir la sangre y me altera más de lo que es habitual, y mi ex-cuñadito me acaba de dejar colgada, ¡con lo que me pone este niño!
No quiero que todavía se quite su sujetador de seda roja. Una vez más, como todas, me sorprendo con su aspecto de diosa griega, ampulosos y elevados pechos, el ombligo más bello que jamás he visto con un aro dorado perforado, realmente excitante.
Entonces vi que mi madre me miraba con una sonrisa y no se levantaba. Yo soy moderno, me levanté completamente desnudo, entré en el salón, cogí de la mano a mi madre y la llevé a mi habitación. Esta vez si que cerré la puerta.
Me dió un beso en la mejilla y volvió sobre sus pasos. Ella regresó tranquilamente caminando despacio y coquetamente, inmediatamente se detuvo frente a una ligera ola que se estrellaba a sus pies, se desató el sostén arrojándolo a un lado, se bajo el bikini dejándolo a sus pies y comenzó a entrar en el agua.
Así es que cuando poco después estábamos por la cama yo la besaba, acariciaba, lamía y besaba con devoción, mientras que ella no me dejaba que se la metiera, aunque me acariciaba mi pito y los huevos con sus uñas de manicura francesa.
Mi otra mano que estaba sola, bajo un poco más y entro por esos panties que ya estaban bastante mojados, se encontró con una hermosa vagina que se abrió sin mucho esfuerzo y mi mano mientras sentía su piel recién depilada y un perfecto camino oscuro que se dividía en dos mientras mi dedo iba haciendo presión hasta que encontró el clítoris, como un botón dispuesto a ser masajeado.
Ella que tanto sabía de mí, que tantas veces fue mi consuelo y yo el suyo. Mi querido Luis, inmutable al fondo de la habitación, desnudo, mirando para el suelo. No podía entenderlo. No quería entenderlo.
Una noche, después de un año de haber muerto mi mujer, me encontraba en la sala de mi casa tomando unos tragos de tequila, pues era fin de semana y había tenido un día muy pesado en el campo, cuando de pronto oí la camioneta de mi hijo detenerse junto a la entrada, de un golpe cerro la puerta tras él, en su cara se reflejaba una mueca de disgusto, traía la típica vestimenta del hombre de campo