Me corrí como no lo he hecho nunca, fueron muchos borbotones de semen, el primero debió de tragárselo casi por completo, pues estaba muy dentro de su boca cuando exploté, después su boca se llenó con el siguiente y comenzó a salir por entre sus labios, le bajaba por la cara hasta la barbilla, las ultimas fueron a parar directamente a su cara, le llene todo el pelo de lefa, hasta en la nariz chata tenia mi leche, ella sonreía con los ojos cerrados y la boca bien abierta, como si quisiese tragárselo todo.
Llegue a la ultima habitación, al entrar vi que estaba bastante grande, entonces oí unos ruidos, al acercarme vi en el piso a la señora con un perro, el perro estaba echado y ella le había desenfundado todo su pene y se lo comía bárbaramente, al pene del perro le salían chorros de líquidos, que le escurrían a ella en la barbilla, de vez en cuando ella se separaba y los escupía, creo que era cuando eran demasiados líquidos
Víctor no hizo nada por separarse de mí; al contrario, se puso frente a mí y comenzó a pasear sus manos por mi pecho y a manosear mis tetillas, mientras se incorporaba lentamente. Me miró a los ojos y nos fundimos en un beso apasionado.
Bueno luego de aquella experiencia, los esposos se dieron cuenta de mi desagrado, procedimos a un baño lleno de jabón hasta dejar nuestros cuerpos limpios y continuamos la orgía.
Mi mente de alcantarilla comenzó a fantasear con la idea de saborear esa mujer adulta, baja y regordeta, con unas grandes tetas y un trasero alto y elevado.
La polla había entrado hasta el fondo, y Erika se pasaba la lengua por los labios, subió su cuerpo hacia arriba, ahora mas rápidamente, y volvió a bajar, y a subir, y a bajar, cada vez con más velocidad.
Para cuando las últimas personas se despidieron mi mamá abrió una botella de vino, se sentó frente a mí y nos miramos directamente a los ojos, esos hermosos ojos color miel que acompañados por su piel apiñonada hacen un bello conjunto, no hicieron falta las palabras para saber lo que pensábamos, ella feliz de tenerme y yo de lo más contento de estar en casa.
Ya en la calle, casi amaneciendo, caminé hacia la primera parada de taxi que encontré y en el trayecto fui repasando las vivencias de la noche a las que cada vez con más frecuencia, se entremezclaban las experimentadas con el sastre.
Era bastante más alto que Diego, casi quince centímetros, y evidentemente mantenía esa proporción en todo sentido, ya que su verga era, calculó, unos cinco centímetros más larga que la suya.
El príncipe heredero metió primero el dedo gordo en el ano de la rubia plebeya, haciendo círculos, mientras no dejaba de lamerle la conchita que no dejaba de chorrear por el placer que esto le producía.