Le he mamado en múltiples ocasiones la polla a mi marido, a él como a todos los hombres, yo creo, le gusta que se la chupen, nunca me ha gustado que eyaculen en mi boca y las pocas veces que lo ha hecho he tenido que salir corriendo a escupirlo todo. ¿Querrá hacerlo en mi boca?, no, no quiero, si me lo pide le diré que no, pensaba mientras comenzaba a introducir su sexo en mi boca y a subir y bajar la cabeza rítmicamente, mientras se la sujetaba con mi mano derecha.
En un momento, cerró sus ojos y se dejó llevar por las caricias de aquellos hombres de cuerpos esculturales, podía ver como disfrutaba la sensación que provocaban en ella cuando la recorrían con sus manos, y rozaban sus cuerpos desnudos contra el de ella. Los tres estaban sudando ofreciendo un espectáculo de piel morena entrelazada que escurría pequeñas gotas haciéndola cada vez más seductora.
Los aullidos de entre gozo y dolor que emitía Iria eran muy fuertes. Se sentía empalada, pero pronto desapareció todo rastro de dolor. Su esfínter se acostumbró a la verga, por lo que comenzó a disfrutar plenamente. Pero justo en ese momento, Miguel se corrió: no podía aguantar tanta excitación. Iria notó el caliente esperma del chico deslizándose por su ano; queriendo terminar ella también, con una mano se restregó el clítoris y con la otra se pellizcó los pezones. Resultado: la rubita también se corrió.
El profesor está gordo, eso para una mujer, es algo que repele, pero Carla, entusiasmada por el relato y comentarios de Clara, encontró la manera de llegar a él, en una conferencia que dio en un club social de la zona, sobre la economía de la zona y su inserción dentro del mundo y la nación. Se acercó a él, se presentó como profesional y le dio a entender que quería una charla con más tiempo, tal como le había dicho Clara, el profesor fue al frente, la entrevista la hizo en su estudio, pero a la tarde quedaron en encontrarse, cierto.
Que tonta, me había emocionado simplemente viendo a ese tipo, observando como miraba a través de mi minúsculo vestido mis enormes y erguidos pechos, mis caderas, mis piernas bien torneadas y morenas, sintiendo el roce de su cara, angulosa, dura como el acero. Todo pasó en unos segundos, y la idea de que David estuviese allí ya no me disgustaba en absoluto, pero me quité como pude los pájaros de la cabeza y le comenté el plan que teníamos dándole media hora para prepararse.
No cabe duda de que la posibilidad de ir a su casa, sabiendo que allí estaríamos solos me atraía bastante, y no por el hecho de que sospechase lo que ocurriría, sino porque así podríamos charlar cómodamente, ver aquellas fotos, resguardarnos de la lluvia y del calor pegajoso de aquel día. No niego que me atraía la idea de estar él y yo a solas, porque además teníamos "pendiente" una especie de juego relacionado con un beso que habíamos quedado en retomar en ese encuentro.
Las nalgas de una mujer eran una de las partes que ella más admiraba si eran iguales o más generosas que las de ella misma. Eran como una fijación y muchas veces se masturbaba pensando que acariciaba alguna de las nalgas de las mujeres del pueblo con las que iba a la iglesia o aquellas pocas con las que cruzaba visitas como Margarita su vecina más cercana o Joaquina, la hija del dueño de la panadería.
Instantes después, ya con las mochilas en las manos, Ranma y Nabiki salieron corriendo del Dojo rumbo a la escuela. Genma-panda los miró perderse en la distancia. Luego sus ojos se posaron sobre la casa de los Tendo, en ellos se advertía la indecisión, al fin, lentamente; entró de nuevo en la casa. Soun terminó de tomar su té y se dirigió al Dojo para entrenar un poco antes de que sus alumnos llegaran. En la cocina Kasumi lavaba la loza.
Después de mucha bebida decidimos volver al juego de la noche anterior. Les informamos a las nuevas chicas de que iba el juego y ellas aceptaron a la primera. Parecían unas chicas calientes. Como la noche anterior la gente se fue quedando en ropa interior y volvieron de nuevo las pruebas. La primera en perder fue Sandra, una de las nuevas. Era la que más grandes tenía las tetas y Vanesa decidió aprovecharlo así que le mandó que fuera al bar, pidiera algo y se lo dejara caer por encima como por accidente de forma que se le pudieran ver perfectamente ese par de melones que tenía.
Sumida en la fiebre del deseo, flor comenzó a imaginar situaciones con su hijo para lograr lo que quería. Entre todas las posibilidades que pasaron por su afiebrada mente, finalmente se decidió por aquella en que ella instruía a su hijo en educación sexual y le hablaba de las relaciones entre hombre y mujer, ya que sabía bien que aunque Raúl ya estaba en edad de saber de esas cosas, su padre no le había dicho nada ni nunca le diría una palabra al respecto debido a su falta de carácter.