Sin piedad alguna, y mientras yo le susurraba "para, por piedad, para", mi amante multiplicaba sobre mis nalgas un diluvio de golpes que me provocaban un escozor atroz.
En la reunión que mantenemos los directivos cada semana siempre acabábamos igual, escuchando las fantasmadas de nuestro compañero Gonzalo, el jefe de personal, a quien le gustaba alardear de todo, de una gran casa, de un potente coche y sobretodo de ligoteo, presumiendo de poderse follar a todas las mujeres que se le antojen, siempre haciéndose el machote, con un gran aparato y con una gran capacidad para llevarse a la cama a cualquier hembra que él desee...
Mientras lo masturbaba el aprovecho que paramos en un semáforo para decirme que se la chupara yo me agache y me metí lo que pude de ese enorme pene en la boca y se lo chupe un rato hasta que el semáforo me dio paso.
Desde hacia tiempo queríamos repetir la experiencia de compartir una noche de placer en trío formado por nosotros dos y otro caballero, sin embargo diversas circunstancias no nos lo había permitido e igualmente no habíamos logrado contactar la persona idónea.
Volví a introducir la polla dentro del coño de Verónica y comencé a bombear buscando mi corrida, no podía aguantar más. Mientras metía y sacaba mi polla del coño, que parecía como si la estuviera metiendo en un barreño lleno de líquido espeso y caliente, magreaba sus tetas con ansia.
Ya no solo me pajeaba con sus bombachas, sino que seguía todos sus movimientos, revisaba los cajones en los cuales guardaba su ropa interior, y oliéndolas me la imaginaba y terminaba acabando sobre sus prendas.
Estaba como un toro, se retorcía sobre mí y apoyando su cuerpo sobre el mío, me sostenía los brazos con su cuerpo y mientras me besaba el cuello, me lamía las orejas, me metía la lengua entre mis labios...
Pero eso no podía quedar allí, me senté nuevamente sobre su pene, y aunque costo un poco mas que la primera vez, logre meter todo ese pedazote de carne e mi culo ya dilatado, abierto y bañado en semen.
Mi Liria había sido pasiva espectadora. Aunque se notaba exaltada por nuestro acto. Cuando vio emerger de mi concha la leche, me chupó y lamió. Con sus dedos aceitó con el cremoso néctar su máquina para probar su vigor. Apenas en cuclillas sobre la pija probó su ardiente cabeza, cerró los párpados para que la sensación se hiciera más profunda. Cuando comenzaron a estirase los labios íntimos suspiró con deleite. Tendida yo observaba.
Se conocían desde pequeños y habían ido a la misma escuela, por ello nunca se había fijado en ella como una chica a conquistar sino como una amiga, a pesar de que era una de las más hermosas y calientes del colegio según comentaban sus amigos que le envidiaban por su relación con ella.