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La turista

Ya estaba dentro de ella, su verga entraba y salía de su mojadísimo sexo, la argentina tenía las piernas muy abiertas apuntando hacia el techo de aquel cuarto de hotel, mientras él a la vez que arremetía con su miembro una y otra vez en aquel sexo abierto y peludito, besaba y acariciaba ese par de senos, grandes, duros, de pezones ahora duros y paraditos, Azul se quejaba, gemía, se acercaba al orgasmo…

Pero ¿cómo había sucedido eso?, ¿cómo había hecho para ligarse a esa ricura venida de tan lejos?, no sabía bien a bien cómo, pero desde que la vio en el bar del hotel se le antojó, estaba buena la gringa, pensó, pero no era gringa, era argentina, y estaba sola, solita en México…

Aquella noche estaba en aquel bar del hotel, ese hotel del aeropuerto de México, tomando una copa y escuchando música, y la vio, sentada, tomando un tequila, triste, pensativa. Se acercó a ella y en su defectuoso inglés le preguntó a ella si podía acompañarla y sentarse a su mesa, se sorprendió al escucharla contestarle en perfecto español, sonriente aceptaba, ya sentado junto a ella entablaron la conversación, supo que venía de Argentina, de paseo, dijo Azul, así se llamaba, él se presentó, era mexicano, se llamaba…, divorciado, dedicado al periodismo, ella abogada, soltera…, luego las cosas se fueron poniendo interesantes, pidieron más tequila, bebieron despacio, sonriendo ambos, escuchando la música de aquel trío que tocaba boleros románticos, se acercaron, pasó su brazo por el respaldo de la silla que ocupaba la mujer, ella aceptó sus avances, pues no hizo nada para evitar que él pasara su brazo ahora por su espalda, más bien parecía invitarlo a besarla, y manos a la obra, se acercó más a ella y sus bocas se juntaron en un beso tibio y húmedo, sintió qua la boca de Azul se abrió para recibir su lengua y hacer más intensa la caricia, permanecieron con los labios pegados, sintió su respiración agitada y caliente junto a su cara…, volvieron a besarse, ahora él había puesto su mano izquierda sobre las piernas de la mujer y al hacerlo notó que ella las abría un poco, como invitándolo a ir más arriba, más adentro…, –la penumbra del bar y la altura de la mesa eran sus cómplices, pues nadie parecía percatarse de lo que hacía– bajó la mano hasta meterla bajo aquel vestido amplio y fue recorriendo la piel lisa, firme de los muslos de Azul hasta llegar con sus dedos a su entrepierna, tocó su prenda íntima, su calzón…, los dos bien abrazados, con las bocas pegadas…, sus dedos curiosearon por encima de la pantaleta de Azul, sentía perfectamente en sus dedos la textura de la tela… y bajo de ella los vellos del sexo, la humedad y el calor de la abultada vagina…, entonces, cuando pretendió meter sus dedos por un costado del calzón, ella se separó y le dijo:

–“Espera un momento, dejame ir al tocador”, y se levantó para ir al baño, tal vez tenía ganas de la pis, pensó él…

Espero unos minutos y la vio salir del tocador de damas, volvió a sentarse junto a él y volvieron a fundirse en un estrecho abrazo, sus bocas se juntaron en otro beso, largo, apasionado, Azul suspendió el beso y acercando su boca a su oído le dijo: –“anda, tocame la pucha…”, volvió a colocar su mano en su entrepierna abierta, y cuando llegó al sexo de Azul se sorprendió al notar que ya no había obstáculo alguno, la mujer ya no tenía pantis!, Azul había ido al tocador a quitarse su calzón, ¡qué maravilla!, ahora sus dedos recorrían los labios entreabiertos de aquel sexo mojadísimo, posó un dedito en el clítoris de Azul, quien con su cabeza recargada sobre su hombro, suspiraba hondo y profundo, pero más cuando sus dedos recorrieron la rajada hacia abajo y el dedo medio hizo su entrada triunfal en la vagina, en aquel agujero apretado y viscoso, metió su dedo hasta la mitad y un apagado hooooo! de Azul casi se escuchó hasta las otras mesas, la apretó más junto a él y siguió tocando aquel divino sexo, metiendo y sacando su dedo, recorriendo de arriba a abajo la carnosidad de aquellos labios vaginales, grandes, protuberantes y mojados…., sintió unas ganas inmensas de meterle la verga a aquella extranjera, de empinarse a una argentina…

Y se lo propuso: –“¿quieres hacer el amor?, tengo unas ganas inmensas de cogerte, Azul”, ella aceptó: “yo también tengo ganas de sentir tu pinga dentro mio, anda vamos que ya no doy más!”.

Pagó la cuenta y tomándola de la mano se levantaron para dirigirse a la salida del bar, ya dentro del elevador ella le entregó la llave de su cuarto, entonces notó que Azul era más alta que él, pero no le importó nada pues ahora ella volvía a abrazarse a él mientras bajaba su mano para tocar su erección, la mujer repasaba su mano sobre su dura verga escondida bajo el pantalón…, el elevador se detuvo y la puerta se abrió depositándolos en aquel piso, ¿tercero?, ¿cuarto?, no, piso quinto. Salieron todavía abrazados del elevador y caminando juntos y con las bocas pegadas recorrieron el pasillo hasta dar con el cuarto correcto, 507, nervioso intentó abrir, al tercer intento lo logró, entraron al cuarto en penumbra y mientras se seguían besando se fueron desnudando y ya junto a la cama, cuando Azul se había despojado del vestido le dijo: “anda ven papacito, dame tu pija, méteme tu verga mexicana, tu garrote duro”…

Y mientras Azul se recostaba en la cama ella posó su mano sobre la erecta verga, jalándolo hacía ella, que ya abría las piernas en un amplio compás, él se acostó sobre ella que ya dirigía la verga a su sexo abierto, pero aún no quería penetrarla, dejó que ella jugueteara con la punta del miembro sobre los labios vaginales que rezumaban ese líquido viscoso y ese olor penetrante a sexo de mujer y mientras él se agarraba con ambas manos a sus grandes senos volvió a besarla, pero ahora con más ansia, con más ganas, besó su cuello y fue bajando su boca húmeda por aquel cuerpo vibrante y ansioso, y llegó con su lengua a los pechos, los besó, los mamó, los mordió, delicadamente, una y otra vez, mientras ya su verga estaba en la entrada de aquel agujero…

Sus dientes rodearon un pezón y apretó, cerró la boca y mordió, al momento sintió que aquella carne dentro de su boca se ponía más dura aún, hizo lo mismo con el otro pecho, mientras Azul gemía y pedía más: “ya métela, dame tu pija querido, méteme la verga, ya dámela que no soporto más…”.

Y se la dio, sólo la punta, sintiendo como el glande de su verga parecía ser succionado por aquella boca sexual, sintió como su verga era apretada por aquel conducto viscoso y se quedó ahí, en la entrada, por más que ella arremetía su pelvis contra él, reclamando la penetración, se mantuvo firme, es más, cuando en una arremetida Azul casi se comió media verga, el reculó y volvió a sacarla…, quería seguir jugando, quería comerse aquel coño, quería descubrir a que sabía una pucha argentina, pero no, ella ya reclamaba, le urgía la cogida: “por todos los cielos, ya cógeme, ya métela papi, dame tu pinga entera, dámela toda, por favor métela toda, soy tuya, cógeme toda…”

Entonces se la dio, arremetió con fuerza y la verga quedó sepultada en el sexo de Azul que con febril impaciencia se removía bajo de él, arremetió de nuevo, sacó casi todo el miembro y volvió a meterlo todo, fuerte, con rapidez, Azul gemía, su boca entre abierta dejaba salir apagados gritos de placer y palabras entrecortadas: “ya, papi, ya te tengo, que rica pija me estas metiendo, es mía, toda mía, que rico siento, ayyyy que rico me coges, dame más, fuerte querido, más fuerte, ayyy, así chiquito, más, que me vengo, ya me vengo, ayyy siente como me viene, hummmm, ya, más, dame más verga, así, fuerte, más, ayyy, bebito que rico coges, dame más, yaaaaa, ayyy, ya, ya no, ya no, ya no la saques, quedate así, adentro, dejame sentirte dentro, siente como te aprieta mi pucha caliente….”

Dejó que ella se recuperara del riquísimo orgasmo hasta que lentamente salió de su cuerpo, aún con la verga parada y sin eyacular, se acostó junto a ella que mantenía una respiración agitada, Azul volteó a mirarlo y abrazándolo le dijo: “no se que me pasó, lo juro, nunca antes había hecho el amor así, con un desconocido como tú, pero creeme, nunca antes me cogieron así, como tú, eres maravilloso, hacía meses que no practicaba el sexo, menos aún así de intenso como contigo, soy tuya, toda tuya, hazme todo lo que quieras, pídeme todo lo que quieras, quiero más de tu pija…, quiero tu leche, la quiero toda, que me la des por donde tu quieras, en mi boca, en mi sexo, donde tu quieras…”, dijo ella, mientras se levantaba de la cama e hincádose le ofrecía las nalgas, el culo entreabierto: “anda querido cógeme así, como perra, lo quiero así, méteme la pija como si fuera perra…, pero anda, ya la quiero, dame tu pija, dame tu pija!”.

No podía negarse ante tal panorama, Azul, con las nalgas paradas y pegando su pecho y su cara sobre la cama había abierto sus nalgas con ambas manos para ofrecerle el maravilloso espectáculo de su sexo abierto, peludo, goteante, mojado, carnoso, de labios grandes, muy grandes, gruesos, abiertos, el rico valle de sus nalgas y el delicioso conjunto de pliegues del culo, se acercó despacio, fue bajando poco a poco, hasta casi tocar con su boca las nalgas abiertas, posó sus manos sobre los globos carnosos y con ojos ansiosos miró el pequeño orificio anal, que palpitaba, parecía abrirse y cerrarse en delicados espasmos, parecía como si ese cerrado agujero le guiñara el ojo, sacó la lengua filosa y recorrió de abajo hacía arriba una y otra vez.

Azul, al sentir la caricia, emitió un apagado ayyyy, mientras reculaba, el hombre se pegó a aquella carne, besó el renegrido conjunto de pliegues y lengüeteó ahí, una y otra vez, mientras sus dedos jugaban con la panocha abierta, metió los dedos, primero uno, luego dos, mientras succionaba el culo de Azul, que suspiraba, que gemía, que pedía verga: “ay papacito, ¿qué haces?, ayyy, ¿qué me haces?, me llevas al cielo, sigue, así dame tu lengua en mi colita, es tuya, toda tuya, nunca me hicieron eso, nunca, nunca, pero es divino, soy virgen de mi colita, es tuya, haz lo que quieras, sigue, no pares, así, chupa la cola, mete la lengua, ayyy, mete tus dedos en la pucha, no pares, no pares, sigue que me vengo, ya, ya, mi hombre, mi macho mexicano que coge como los ángeles!, ay, más, más, chupa, muerde, más, me vengo querido, ay, succiona, muerde chupa, más, qué forma de coger!, ya, papi, me vine, ya huuuuy, mmmmmm, ya queridoooo”, con aquel queridoooo Azul desfalleció, se acostó plena sobre la cama, así de espaldas apretando por momentos las nalgas, parándolas, removiendo su sexo sobre las sábanas de la cama mientras decía:

–“hummmmm papacito ¿qué me hiciste sentir?, eres maravilloso, pero quiero más, dame pingaa, anda ya, dame tu pija, quiero tu leche por la pucha y…, también por la cola, quiero que me abras el culo con tu pija y me eches tu leche, quiero sentir como palpita tu pija mientras te vienes en mi cola, anda, papi, soy tuya, toda tuya…”

Se recostó sobre aquella mujer, Azul al sentir el cuerpo del hombre sobre ella, abrió las piernas y al momento sintió la verga entrar en su sexo, la penetró toda, tenía toda la verga dentro de su polla, se empezaron a mover, despacio, lentamente, sentía salir y entrar aquel duro garrote, su pucha se abría más, más, se hinchaba, se mojaba. Azul sentía llegar un nuevo orgasmo, era el tercero, el tercero!, nunca antes se había venido tantas veces, pensó ella, y mientras el hombre arremetía una y otra vez contra su sexo, entonces cuando ya el orgasmo se aproximaba la verga salió de ella, un largo hoooooo sorprendió a Azul al sentir abandonada su pucha, pero sólo un momento pues el hombre ahora corregía el rumbo, sintió la punta de aquella verga presionar su cola, ella supo entonces lo que iba a pasar, su macho la iba a desvirgar del culo.

Sintió la dura presión del miembro sobre su apretado agujero, Azul aflojó el cuerpo cuanto pudo, tratando de facilitar la entrada del ariete, la presión sobre los pliegues se hizo más intensa y un agudo dolor invadió sus entrañas, “ayyyyyyy, me destrozas papito, me partes en dos, ayyyyyy, no puedo, no lo soporto, sácalo querido, me arde la cola, ayyyyyy, ya no, ya no, aaaayyyyyy, me duele muchisssimmmo papaito”, dijo Azul cuando el glande hizo su entrada triunfal en su conducto anal, la mujer mordió las sábanas tratando de mitigar la dolorosa penetración, pero ya, ya la tenía adentro, se detuvo un poco esperando que el ano se distendiera y facilitara la penetración, volvió a presionar y otro trozo de vergi entró en el culo de Azul, quien ahora soportaba la penetración con apagados quejidos, “hummmmmm, mmmmmm, ya, ya papi, me duele”.

Casi estaba adentro por completo, hasta con un último empujón entró todo el miembro, hasta que sus huevos chocaron con los abiertos labios de la puchita, el ano se distendió lo suficiente como para hacer que la verga entrara y saliera con más facilidad. En eso algo sorprendió a la mujer, su macho había pasado una mano por abajo de su cuerpo y le acariciaba la pucha, los dedos recorrían los labios y jugaban con su clítoris, ahora erecto, duro, una deliciosa sensación invadió a la mujer, el intenso dolor fue amainando poco a poco y en su lugar una ola de placenteras sensaciones la invadieron por completo, la verga entraba y salía de su apretado reducto, ahora distendido, agrandado, los deditos de su hombre estaban haciendo bien su labor, pues Azul sentía que a poco le llegaría el orgasmo, y llegó, fuerte tumultuoso, su vagina palpitaba, su ano también y cuando el orgasmo ya casi terminar sintió algo dentro de su cola, el miembro ahí metido palpitó, él se detuvo un momento, sólo uno, sintió salir casi por completo a vergi y al momento siguiente su ano se llenó de semen, uno, dos, tres, cuatro, muchos chorros de mocos eran escupidos por vergi ahí, dentro de ella, entonces el placer se intensificó, los espasmos del miembro le producían en el culo deliciosas sensaciones y Azul se vino de nuevo en un orgasmo riquísimo, suave, ahora delicado, casi casi imperceptible, pero todo su cuerpo respondía a esa venida, se estaba viniendo por cuarta vez.

Un hondo suspiro de Azul puso fin a la ola de placer, pero seguía teniendo a su hombre dentro de ella, hasta que delicadamente fue sacando el semi desfallecido tronco, cuando la verga estuvo afuera, el hombre delicadamente se acercó a su cola para besar su ano abierto, abierto totalmente, que se negaba a cerrarse, los labios y la lengua del hombre restañaron su culo herido, besó sus nalgas mientras que con ambas manos las moldeaba, hecho ésto se acostó junto a ella, la cubrió con las sábanas delicadamente, casi con amor, y la abrazó, pero Azul ya estaba dormida.

Ya había avanzado mucho la mañana cuando Azul despertó, de momento se sorprendió al descubrir que todo su cuerpo le dolía, se sentía cansada, adolorida, en especial de su cola y de su pucha, entonces llegaron a su mente, de golpe, todos los momentos vividos la noche anterior, entonces lo buscó y sorprendida descubrió que no había nadie más que ella en la habitación, se sintió triste, sola, abandonada, extrañó al hombre, al desconocido del bar, al hombre a quien se entregó como jamás lo había hecho antes, una lágrima asomó en sus ojos mientras repetía su nombre: “dónde estás querido?, ¿por qué te fuiste?”.

Llorosa se fue al baño, preparó la tina, un baño caliente le haría recuperarse de la tremenda cogida, se dijo para si, y sonrió al recordar parte de lo vivido, y mientras el agua caliente reconfortaba su adolorido cuerpo, volvió a sonreír al recordar que ella le había pedido al hombre aquel que se la metiera por la cola. Luego de bañarse sintió hambre, se preparó para salir y al recoger la ropa que usó el día anterior no encontró sus braguitas, “¡se las llevo!, el muy pícaro!”, dijo.

Bajó a desayunar al restaurante del hotel y cuando pasaba por la administración, un empleado la llamó para decirle que tenía un mensaje para ella, el corazón le latió con intensidad cuando abría el sobre: “Espero que hayas tenido buenos sueños, y lo más importante: que hayas pasado un buen rato, te dejo mi teléfono, si puedes y tienes deseos llámame, besitos. PD.- Perdona, pero tomé tu panti como recuerdo de esta noche memorable”.

Se sintió feliz, llena, plena de felicidad, ya no se sentía sola y abandonada en aquel país desconocido, al que había llegado para conocer a un novio cibernético y sin querer había descubierto la felicidad en otros brazos, “qué cosas tiene la vida”, se dijo mientras tomaba un rico café, he hizo planes, quería pasar los días que le quedaban con su nuevo amor y volver a estar con él, pasear, conocer cosas y lugares, pero sobre todo coger y coger mucho, que le hiciera todo, de todo y por todas partes.

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