Por fin la lengua pasó entre tus labios que se abrieron a ella como una flor carnívora en busca del mosquito. La punta de la lengua rozó tu clítoris y creíste morir, te relajaste y te dejaste ir. El orgasmo fue fuerte e intenso, te dejó completamente rendida. La lengua no paraba.
Los días siguientes al trío inesperado con mi amigo, mi pareja algo incómoda me preguntaba qué había pasado. Yo, también algo incómodo, evadía la conversación. Luego no volvió a tocar el tema. Retomé el contacto con mi amigo luego de un par de semanas, sin mencionar lo sucedido. Tampoco nos volvió a
Cuando le clavé mi polla en lo más hondo, Mariela salió disparada y quedó tumbada jadeando sobre la cama. Me duele el coño cabrón y el culo. Tú lo pediste.
Empecé a recordar al tipo ese, la mujer obesa y el látigo. Pero no podía recordar más que las voces del tipo al correrse. Mi mente se fundía en negro después de escuchar las voces. Me dolía todo el cuerpo, para la única vez que no me habían follado, me habían dejado para el arrastre.
Ese meneo suave sobre mi polla que me proporcionaba la morena hacía que mi excitación creciera al máximo. Bajé mi mano buscando las bragas de la rubia, pero para mi sorpresa, no tenía. Metí dos de mis dedos en su coño y los meneé con rapidez. La rubia gemía y movía sus piernas
Una pareja separada por seis meses se reencuentra en Vancouver, reavivando su pasión y explorando juntos una fantasía sexual inesperada durante un viaje a Victoria. Lo que comenzó como deseo se transforma en una experiencia intensa y excitante que redefine su intimidad
Después de lo que pasó la noche anterior. La boda fue una mentira total, Paula engañó a Gonzalo con su stripper y él se acostó con sus amigas y lo peor fue que fue la noche anterior. Cuando se pusieron los anillos, anunciaron el comienzo de su matrimonio y el final de una noche salvaje.
Una madre divorciada cristiana, descubre el despertar sexual de su hija a través de espiarlos en las cámaras de vigilancia, y como dicen, el que busca encuentra.
No hay placer más exquisito que aquel que se roba a la moral, que se arranca de las fauces de lo prohibido con la ferocidad de una bestia hambrienta. Yo, Mónica, a mis 45 años, he saboreado el fruto más dulce y perverso que la naturaleza puede ofrecer a una madre: la semilla de mi propio hijo.