Yuei obedeció y cundo llegó a los pechos de ella le dedicó mas tiempo, jugueteó con sus pezones manchados de leche, los succionaba con fuerza arrancando gritos de placer de Clara.
A todo esto yo seguía teniendo mi verga a punto de reventar, quería volver a metérsela y correrme dentro de ella para que así probase también de mis caldos. Le dije que se incorporase y se pusiese de rodillas de espaldas a mí.
Un vestidito de trasparencias muy cortito de vuelo fino con lo que se marcaban mis pezones y no llevaba tanga sino que estaba con el chochito al aire notando la libertad de no llevar ropa interior.
Mi nombre es Claudia, tengo 34 años y les voy a contar como fue que me hice adicta al pene de mi suegro y le he sido infiel a mi esposo desde entonces.
Luego de haber tenido la aceptación completa de ambos, mi madre y yo comenzamos a coger como depravados, aprovechábamos cada pequeño descuido para desaforadamente gozarnos mutuamente.
Al principio fue en su forma humana, después pasó a ser de nuevo aquella lengua de reptil, bipartita, larga, cada vez más larga, con sus dos puntas que profundizaban, caracoleaban, punteaban dentro de ella.
La medio empujé hasta su cuarto para que recapacitara durante los 10 minutos de ultimátum que le había dado, y de camino que yo pudiera tener esos mismos minutos para saber lo que estaba haciendo.
Estoy tumbada en la cama, hoy es uno de eso días que no sabes que hacer, abro las ventanas y dejo que entre el aire, oigo la ducha es un chico que conocí la noche pasada en una discoteca.
En ese tiempo tenia 15 años y mínimo me masturbaba dos veces al día, una vez por la mañana y otra por la noche, tenia una buena colección de revistas pornográficas que van desde dibujos hasta fotografías de color y en todos los tamaños.
Me abrió la puerta la madre de socio y amigo, es una mujer, viuda desde hace casi 10 años, de unos 50 años aunque no lo se seguro que se conserva muy bien.
Hacia solo un par de horas mi vida había sido estremecida por un terremoto sentimental, y ahora vagaba por las calles empinadas de aquella metrópoli californiana donde vivía. Llevaba al hombro mi mochila negra.
Me fui comentándole a mi mamá que quería ir a dar una vuelta del otro lado, pero en realidad me fui al cuartito donde pasé la noche con mi primo y por fortuna toda la ropa y maquillaje
Aquí estoy de nuevo frente al teclado, escribiendo las vivencias que estoy experimentando, porque esto que les contare a continuación no es ni mas ni menos que la continuación real de lo que me esta pasando.
Lo fui siguiendo a ver a donde quería llevarme, viendo que nos encaminábamos hacia el túnel de la avda. de Salgado Torres. Al principio dudé, pero como estaba lloviendo y no había sitio donde poder refugiarse, decidí continuar hasta la entrada al túnel, al menos allí podría esperar a que amainase la lluvia.