Esta es una historia real con nombres falsos que ocurrió hace un año y medio y aun dura. Ya hace mucho tiempo que me había fijado en mi prima, una chica castaña, bastante alta y desgarbada, pero con unos pechos grandes algo caídos, pero muy excitantes para mi.
Una noche mandándonos SMS subidos de tono me comentó que le gustaría hacerlo en un sitio distinto, que había soñado en la universidad en la misma aula donde yo voy, (ella no estudia) le dije que precisamente en el aula era muy difícil pero que ya tenia pensado un sitio discreto.
Después de mi primera experiencia con mi primo, quise tener algo con alguien mas experimentado; la primera persona que vino a mi mente fue el rector de mi colegio: Harold. Mi rector, era un hombre de 35 años, súper velludo, fornido pero retierno, era la persona ideal para que me enseñara a disfrutar mas de las mieles del sexo.
Yo estaba encantado, cuanto más tiempo pasase con él, mejor. Estuvimos charlando como una hora y necesitaba mirarle el paquete que había sobado por eso fingí que se me caía el tabaco al suelo y contemplé la dimensión que tenía su polla... marcaba un rabo gordo, al menos el pantalón le hacía mucho bulto...
Una vez en la universidad, me percaté que me convertía en el blanco de las miradas de compañeros y amigos, me repetían una y otra vez lo despampanante que me veía con mi nuevo look. Julio, uno de mis compañeros más atrevidos, me comentó que tenía un cuerpo de modelo, pero no lo tomé muy en serio.
Cuando su amiga nos descubre tratamos de explicar lo que sucedió mientras nos arreglábamos la ropa, al no caber los tres en el reservado Jessica (la rubia) se va dejándome solo con Marcela, cuando estamos solos me dice que me desea y que podría calmar la calentura que le hicimos agarrar con nuestro espectáculo de susurros y por lo que vio al descubrirnos, al no responderle se acerca a mi y me besa en los labios mientras que con una mano
Su concha rebosaba jugos, estaba excitada con aquel juego. Entonces soltó un grito de placer al notar mi lengua acariciando su clítoris y empezó a moverse como si estuviera cabalgando. Sus gemidos eran sordos y sus manos agarraban mi cabeza con fuerza, ella nunca había experimentado algo así. Los dos empezábamos a sudar cuando ella susurró
Aquella noche, aprovechando que desde hacía semanas dormías sin camisón, yo me dirigí desnuda a tu cama mientras dormías. Te bajé las bragas. Tenías que ver la sonrisita de angelito que tenías al dormir.
Empecé a masajeárselo con la palma empapada de mi mano y luego con mis dedos decidí abrirle los labios oscuros de su vagina, fue entonces cuando acerqué mi boca y mi lengua a esos labios que me recibían con placer.
Era increíble, con su saliva cubrió mi polla y lamía concentrada con la lengua en el capullo. Sin duda, lo hacía de forma automática, bien instruida por algún jovencito.
Se licencia en la facultad y recibe un regalo muy especial Aquella noche era de las que prometían. Teníamos una fiesta para despedir otro curso más de la facultad, para algunos como yo, el último, en casa de una compañera de clase, a la que llamaremos M. Según la lista de invitados, la fiesta estaría […]