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Se licencia en la facultad y recibe un regalo muy especial

Se licencia en la facultad y recibe un regalo muy especial

Aquella noche era de las que prometían.

Teníamos una fiesta para despedir otro curso más de la facultad, para algunos como yo, el último, en casa de una compañera de clase, a la que llamaremos M.

Según la lista de invitados, la fiesta estaría concurrida, porque además de los propios compañeros/as de clase, vendrían amigos de la anfitriona, amigos de los invitados, novios y novias de estos, etc.

Así pues, la fiesta no terminaría hasta altas horas de la madrugada, a pesar de que se celebraba en un pequeño piso.

Aparqué cerca de la calle en la que estaba el piso.

Iba acompañado por mi novia, R. y 2 de nuestras mejores amigas, L.I. y S.. L.I es una muchacha de tez pálida, delgada, con poco pecho, aunque con un cuerpo bien contorneado.

Su novio, que no podía asistir a la fiesta, era buen amigo mío.

Ella es la típica tía que, aunque no es una calienta braguetas, le va el rollo del sexo.

Con frecuencia manteníamos conversaciones con ella y su novio subidas de tono. S. es una muchacha bajita, ni delgada ni gorda, de pelo y piel morena, con una cara fina y una agradable sonrisa.

Nunca había tenido un novio reconocido, pero era especialista en desaparecer con algún chico en este tipo de eventos.

Y por último mi novia, R. su bonita sonrisa era una de sus mejores armas, aunque escondía otras mucho más letales.

Charlando animosamente llegamos al bloque de pisos donde se celebraba la puerta. Tocamos al portero electrónico, y rápidamente escuchamos la voz de una compañera y buena amiga, H., que nos daba la bienvenida y nos abría la puerta. H. es la más joven del grupo.

Cabellos morenos, piel blanquita, gordita. Tomamos el angosto ascensor y ascendimos hasta la planta correspondiente.

Desde el pasillo se podía escuchar la música y las voces de los asistentes a la fiesta.

Parecía que todo estaba saliendo bastante bien, y el ambiente no defraudaba.

Poco antes de llegar a la puerta del piso, ésta se abrió, y apareció la anfitriona, M.

Nos sonrió ampliamente, y nos besó en señal de bienvenida. M. es bajita, con unas curvas de muerte, y con unos pechos que eran el centro de atención de todos los chicos de la clase durante el curso.

Cruzamos la entrada del piso y llegamos al salón, donde estaba el grueso de los invitados.

Las voces de nuestros amigos, algunas de ellas sonaban ya ebrias, se alzaron en la sala para saludarnos.

Así, fuimos saludando con algarabía a todos los conocidos, y los que no conocíamos nos fueron presentados debidamente.

Una vez concluidas las presentaciones, M. nos ofreció la primera copa.

Nos indicó donde se encontraban las bebidas, los vasos, el hielo, etc.

Servimos generosamente nuestros vasos y nos dispusimos a charlar.

El tiempo avanzaba entre parloteos, bailes, juegos, música, algún momento más íntimo con la novia.

Los típicos lances de las fiestas.

La noche comenzaba a envejecer, y algunos de los presentes comenzaban a abandonar la fiesta.

Poco a poco íbamos quedando menos, por lo que los grupos se iban reduciendo.

Las bebidas también iban menguando, y la música desapareció tras el aviso de una vecina de llamar a la policía.

M. cerró la puerta, y los últimos en marcharse desaparecieron en el ascensor.

Solo quedábamos en el piso la anfitriona, H., S., L.I., mi novia y yo, que habíamos prometido quedarnos a ayudar a limpiar después de la fiesta. H. volvió de la cocina sonriente, ocultando algo detrás de su cuerpo.

Cuando llegó al salón, donde estábamos todos, nos mostró la botella de whisky que había escondido antes de empezar la fiesta, con el propósito de disfrutarla cuando quedáramos solo los presentes.

Así, nos servimos generosamente y nos sentamos en el sofá y otros sillones a descansar un poco y charlar.

Hablamos de muchas cosas; de cómo el curso había terminado felizmente para todos; sobre qué sería ahora de nosotros, y otros temas trascendentales.

R., sentada junto a mí, me dijo que tenía que ir al baño.

Le ofrecí acompañarla, pero me dijo que me quedase allí, y terminase de beber.

Se levantó y cuando pasó junto a M., le dijo algo al oído.

Ésta sonrió, y asintió con la cabeza.

Miró a las demás chicas, y todas sonrieron en señal de aprobación, mientras me miraban.

– Bueno B, (así me denominaré), creo que ha llegado la hora de limpiar todo esto.

– Dijo M.

– ¿Ya?-Pregunté.- Acabemos antes la botella, ¿no?

– Tranquilo, ya la acabaremos.- Respondió H.

– Pues entonces, manos a la obra.- Y me puse de pie y me dirigí a la cocina. Allí busque los cacharros para barrer y fregar el suelo, cuando de pronto sentí como la puerta de la cocina se cerraba detrás de mí. Me giré y vi que habían sido las 4 chicas excepto mi novia las que habían cerrado la puerta, y me miraban entre pícaras y serías.

-¿Qué ocurre?.- Pregunté

– ¡Já!.- rió H., sin duda la más inteligente del grupo.- ¿No ves extraño que seas el único chico que se ha quedado a limpiar?

-Mmmm, pues no, ¿por?. Quizá soy el único que mañana no tiene nada que hacer.-dije.

– ¿Mañana? Mañana es domingo, nadie tiene nada que hacer, excepto dormir y disfrutar de la playa. Lo siento B., pero has mordido el anzuelo. Has sido víctima de nuestra conspiración.- Admitió M.

Las miré entre extrañado y divertido, y dije:

– ¿De qué habláis?

– Ven y lo verás.- dijo L.I.

Me tomaron de la mano y me llevaron hasta el salón, y de allí a una de las habitaciones.

Entramos en ella, y a media luz vi a R. sentada en una de las 2 camas pequeñas que había en la habitación.

Me sonrió y me pidió que me sentase junto a ella.

Yo, con cara de interrogación, llegué hasta ella, y traté de preguntarle qué a qué se debía esta conspiración, desconociendo totalmente el objetivo de la misma.

Pensé que tratarían de gastarme alguna broma, a forma de represalia por los últimos años, en los que tuvieron que aguantar mis burlas.

R. impidió que hablase colocando su dedo índice sobre mis labios, y me dijo:

-Calla y disfruta. Felicidades licenciado.

– Se puso de pie y se sentó junto a la cama en la que la encontré sentada.

Miró a las chicas, que cerraron la puerta de la habitación cuando entraron. M. se acercó a mí y me dijo:

– Aquí comienza de verdad nuestra conspiración. Espero que sepas disfrutarla. No, no me mires así, todo ha sido idea de ella.- Mientras decía esto señalaba a mi novia.

La miré sorprendido y ella me guiñó un ojo pícaramente.

Con un ademán me dijo que me relajase y disfrutase.

Cuando volví la vista a M., me la encontré fundida en un cálido beso con L.I..

Me quedé rotundamente anonadado.

Me miraron y sonrieron, y acto seguido se tumbaron en la cama, y siguieron con sus besos y toqueteos.

A ellas se sumó S., que trataba de desnudar a ambas y a sí misma.

Realmente no daba crédito a lo que estaba viendo.

¡¡Mis compañeras de clase, con las que había pasado 5 años de mi vida, muy gratos por cierto, dándose el lote delante de mí!!.

Mientras tanto, H. se acercó a mí, se colocó enfrente de mí y me beso en los labios.

No lograba salir de mi fascinación, pero me entregué a aquel beso sin duda alguna.

Ella se agachó, y se colocó entre mis piernas.

Comenzó a tocar y acariciar mi paquete por encima del pantalón, hasta que consiguió despertar una erección en mi miembro.

Mientras seguía sus caricias, cada vez más descaradas, yo miraba al resto de chicas que tenía en la cama de enfrente.

L.I. ya estaba completamente desnuda, y pude ver sus pequeños pechos rozarse con el cuerpo de M., que estaba en bragas y sujetador.

La que más se apresuró fue S., que ya se encontraba desnuda, y con el dedo índice de su mano derecha dentro de su pequeño coño.

Con la otra mano rozaba las nalgas de L.I.

Sentí un escalofrío cuando H. introdujo su mano por debajo del pantalón.

La sentí fría, pero a la vez caliente, debido a la calentura que ella misma comenzaba a sentir.

Sacó mi verga del pantalón, y sin pensárselo dos veces la engulló hasta el fondo.

No era la primera vez que me la mamaban, pero nunca lo habían hecho de esta forma.

Comenzó a pasar sus labios por todo el cuerpo de mi miembro, acabando en la punta del glande.

Pasaba la lengua por todos los rincones de mi verga, y a momentos succionaba como si en ello le fuese la vida.

En la otra cama, las 3 chicas estaban ya totalmente desnudas.

Ahora L.I. estaba sobre M., a 4 patas, besándole los pechos, pasándole la lengua por el pezón, y alrededor de éste. S. se encontraba detrás de ella, y parecía admirar la visión que tenía delante de sus ojos.

Así que alzó una mano y la perdió entre las nalgas de L.I. Por el gesto de está, parecía que S. había introducido un dedo en el coño de L.I.

Hecho esto, S. agachó la cabeza y se sumergió entre las piernas de M., y comenzó a pasar su lengua por los labios, y después por el clítoris.

Mientras tanto, H. continuaba con su mamada.

Había estado un buen rato mamando mi polla, desde su base hasta la punta.

Se la sacó de la boca, y me miró con cara libidinosa.

Se levantó, y volviéndose a las otras chicas dijo:

-Bueno, ya lo tenemos a punto, ¿no?.- Y se rieron.

Las restantes chicas se pusieron de pie, y se acercaron a mí. M. no mediaba palabra.

Se agachó, metió mi polla en su boca una sola vez, y volvió a sacarla. Se puso de pie, y dijo:

-Como soy la anfitriona, tengo derecho a ser la primera.

Y sin más preámbulos, me dio la espalda, tomó mi miembro con la mano y se sentó sobre él, y se lo clavó hasta dentro.

Yo había pasado del inicial estado de extrañeza a uno de calentura inimaginable.

Miré a R., que parecía disfrutar más que yo incluso.

Cuando enderecé el cuello tuve una fantástica visión, como cuando un errabundo del desierto ve un oasis. L.I se disponía a sentarse sobre mi boca.

Su coñito rasurado parecía sacado de una película porno.

Rosado, con unos labios muy apetecibles.

Sin más, lo colocó justamente encima de mi boca, y empecé a lamer.

En ese momento perdí la visión de lo que había en la habitación.

Sabía que M. seguía botando sobre mi verga, y que L.I estaba disfrutando de mis lamidos como una loca, como supe por sus gemidos.

Lo que hacían S. y H. no pude saberlo hasta un poco después.

Sé que una de ellas trataba de lamer mi verga y el coño de M. mientras duraba nuestro mete-saca.

Al rato de mantener esta posición, M. se levantó, y dio pasó a S. que se sentó sobre mí, esta vez de cara a L.I.

Al poco, los jugos de L.I inundaron mi boca. Había alcanzado su primer orgasmo.

La verdad es que mi técnica con la lengua era muy depurada.

Cuando L.I liberó mi vista, pude ver como S. se movía encima de mí, con movimientos acompasados, a veces en círculos, a veces de arriba abajo. M y H estaban ya en la otra cama.

H estaba ya desnuda, y M entre sus piernas le comía su concha. S. se levantó, y tomando mis manos me puso de pié.

Quitó de en medio a M. y le dijo a H. que se pusiese a 4 patas. Ésta accedió inmediatamente, y las demás chicas me alentaron a que la empetase.

Y así lo hice.

Puse mis manos en sus enormes caderas, y le introduje mi miembro en su palpitante concha, húmeda por sus propios líquidos y por la saliva de M.

Comencé primero un suave bamboleo, y noté los gemidos de H.

Por esa razón aumenté el ritmo de la penetración, y pronto me llegó el clímax, y a ella también.

En el momento justo, saque mi polla, y lancé toda mi savia sobre su espalda. H. se tumbó en la cama y supe que ella ya lo había dado todo.

Sin duda era la que menos experiencia tenía. S. se agachó inmediatamente y trató de tomar para sí los restos de semen que quedaban en mi polla.

La engulló varias veces, hasta provocarme otra erección.

-Parece que hoy vienes fuerte, ¿eh?-Dijo L.I.

R. se rió, y nos pidió que continuáramos. Dicho y hecho. S. pidió ser la próxima, y sin mediar más palabras me tumbó en la cama y se subió sobre mí.

Cuando hice ademán de perforar otra vez su coñito, me dijo que por ahí no, que prefería por otra parte.

Yo me quedé muy sorprendido.

Nunca había tenido la oportunidad de practicar sexo anal, y ahora podría hacerlo con una compañera de clase.

Tomó con su mano mi polla y la puso en la entrada de su ano.

Poco a poco fui empujando, y al momento la tenía toda dentro.

Ella gemía de placer y de dolor, pero al poco sus gritos eran síntoma inequívoco de placer.

Mientras tanto, L.I. y M. iniciaron un vertiginoso 69 en la otra cama. L.I, abajo, introducía 2 dedos en el coño de M. y esta hacía lo propio con M, pero en vez de en el coño, en el ano.

Al poco tiempo introdujo un dedo en la concha de M. que no pudo soportarlo y tuvo un largo y extenuante orgasmo. Ya sólo quedaban S. y L.I.

Esta última se colocó detrás de S. e introdujo un dedo en la vagina de S.

Yo mientras chupaba las tetas de S, que continuó cabalgando hasta llegar al orgasmo. Sus líquidos caían por sus muslos.

Yo ya estaba a punto también, y todavía quedaba L.I., sin duda la más experimentada.

Me tumbó en la cama, y tomando mi polla entre sus manos se la metió en la boca. Lo que me hizo esa noche no me lo hizo ni hará nadie en la vida.

Después de la mamada, la cual soporté heroicamente, se sentó sobre mi, dándome la espalda.

Antes de penetrarla, durante la mamada, las otras chicas la habían estimulado más que suficiente, y bastaron unos poco mete-saca para que se corriera.

A decir verdad, si se hubiera movido una vez más, me habría corrido dentro de ella.

Se puso de pie, y avisó a las otras chicas.

Estas hicieron un corrillo delante de mí, y al instante disparé mi semen, el cual trataron de tragar mis compañeras de clase.

No pude aguantar más, no estoy acostumbrado a estos trotes, y cerré los ojos, mientras las escuchaba a las 5 comentar lo ocurrido.

Al poco me quedé dormido, reflexionando sobre esta noche.

No sé cuánto dormí, pero sentí como una mano me zarandeaba, y desperté.

Estaba dormido en el sofá del piso de la fiesta.

Cuando abrí los ojos, las chicas estaban limpiando el piso.

Miré alrededor, y pensé:

¿Ocurrió de verdad? ¿O fue tan sólo un sueño?. Lo averigüé pronto…

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