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Sexo real

Sexo real

Me llamo Fede y tengo 25 años, tengo novia y soy de Roquetas de Mar, aunque estudio Traducción en la Universidad de Granada.

Todo lo que voy a escribir me sucedió realmente, es la única vez que me ha pasado algo así, nunca me habría atrevido a contarlo pues realmente no creía que nadie me creyera, aunque sí algún buen amigo.

Al encontrar vuestra página (soy novato en esto del Internet) y ver que cosas así podían suceder decidí animarme y contarlo.

Vivo en Granada con dos chavales más, y mi vida es completamente normal a excepción de todo lo que voy a narrar.

En el baño de nuestro piso alquilado hay una ventana que da al ojo patio del bloque donde también están las ventanas de los demás baños y la de las cocinas de otros pisos del bloque.

Un día se nos rompió la persiana que guarda nuestra intimidad mientras nos duchamos y como la que nos tenía el piso alquilado no aparecía, decidimos dejarla así, con lo cual habría más morbo mientras nos duchábamos, aunque a mí me daba igual.

Yo me llevaba muy bien con mi novia, pero ella vivía en Roquetas y sólo nos veíamos una vez al mes que aprovechábamos de toda las formas posibles ya que ella era de las que se dejaban hacer lo que quisieras (menos penetrarla analmente), quizás porque me quería mucho y yo a ella, por eso yo también hacía lo que ella me pedía.

Yo no podía engañarla, cuando mis amigos quedaban con algunas chicas de la Universidad o de nuestras salidas nocturnas yo me iba a otro sitio y los dejaba a ellos solas con las chicas.

Entonces ellos se las llevaban al piso, y concretamente a sus dormitorios, donde procedían al acto, hacían con ellas de todo y yo sentía como gemían mis amigos con sus amigas, como gritaban y suspiraban, como se golpeaban contra las paredes para profundizar en sus relaciones y en sus cuerpos, yo mientras, con los dientes largos, tenia que pensar en mi novia, en que era ella la que estaba siendo penetrada por mí en la habitación de al lado y era entonces cuando yo me podía abandonar el placer individual de mi sexo con toda la tranquilidad de mi fidelidad.

Pero un día pasó algo excepcional, algo que me dejó turbado durante varios meses.

Yo estaba duchándome, con la ventana abierta como de costumbre, pero ya lo habíamos asimilado y no le echábamos cuenta, pues ese día, al salir de la ducha miré por casualidad y vi que mi vecina de arriba me estaba mirando desde la ventana de su cocina, yo disimulé como si no me hubiera dado cuenta y seguí secándome, lo que pasa es que me paré más para facilitar el disfrute de aquella mujer.

Cuando terminé de secarme eché otro vistazo para ver si seguía allí y efectivamente, estaba con una camiseta y un pantalón corto ajustado, la chica no era una cosa del otro mundo, no tenia un gran cuerpo ni tampoco una cara muy bonita como era el caso de mi novia, pero esa situación y su morbosa mirada me estaban produciendo una enorme erección.

Pero una vez, al volver la cara para ver si seguía allí observándome, nos cruzamos las miradas y ella se dio cuenta de que al igual que yo ella estaba siendo observada por mí, entonces sonrió como símbolo de complicidad y empezó a meterse su dedo índice en la boca, a meterlo y a sacarlo, como si quisiera cambiarlo por otra cosa o como si su dedo ya fuera otra cosa.

Yo, sinceramente, no me podía creer lo que estaba sucediendo, parecía que todo era como en una película porno.

Cuando ella empezó a chuparse el dedo, consciente de que yo la estaba observando, me excité aún más y decidí que aquello no podía quedar así, que una oportunidad así no se debe de desperdiciar.

Yo siempre me había controlado, con mis amigos e incluso cuando escuchaba detenidamente como mis vecinos de arriba estaban follándose bestialmente, como parecían que iban a romper el techo y la cama, seguro que todos los vecinos los escuchaban y seguro que esto los ponía aún más calientes, pues cuando mis amigos me decían si había compartido la noche de sexo con ellos (es decir, pajearse mientras mis vecinos daban pié a sus desenfrenos ) yo les dije que no pude, que tenía que pensar en mi novia, que ella seguro que no lo haría sin pensar en mí.

Pero esta vez era diferente, la cara de mi mirona era realmente morbosa, se la veía muy excitada y segura que estaba deseando ser cogida por alguien y su marido o novio no estaba (tendría unos 27 años).

Tenía que ser yo quién me la tirara, no lo pensé más, porque si no jamás me decidiría, una vez era una vez y mi novia no se enteraría.

Me puse una camiseta y unos pantalones cortos sin ropa interior, quería que ella viera lo que yo tenía entre mis piernas y como estaba listo para dejárselo por una vez (al menos).

Ese fin de semana (era Sábado) estaba solo, mis compañeros se fueron al pueblo y yo me tuve que quedar estudiando.

Cogí las llaves del piso y subí aceleradamente las escaleras, quizás ella pensaba que yo me había ido a hacerme una paja pensando en su dedo metido en su boca, pero se equivocaba.

Llamé a su puerta, y cual fue mi sorpresa cuando vi que me abrió su novio, yo me quedé perplejo, no sabía qué decir, me habían descubierto, entonces salió ella preguntando quién era:

-No lo sé- respondió el novio

-Vendrá a lo que me comentó el otro día

-Sí es eso, vengo a lo que le comenté a su novia el otro día

-Mi mujer- dijo rectificándome- ¿y que era?

Entonces salió ella y lo explicó:

– Viene porque el chico el otro día me preguntó en el ascensor si sabía cómo se hacía un bizcocho ya que su novia vendría la semana siguiente y quería sorprenderla, y yo me ofrecí para explicárselo esta tarde, pero sinceramente se me ha olvidado , lo siento Fede (la verdad es que no se como sabía mi nombre, quizás ya había preparando algo como aquello o lo había repetido con algún otro estudiante del piso).

Yo estaba realmente alucinado de cómo había preparado esa mujer una cita delante de su marido con otro hombre en cuestión de segundos.

Así que bajamos juntos, ella con su camiseta blanca sin sostén y sus pantalones cortos ajustadísimos, yo con mi camiseta y mis pantalones sin slip, pero ahora, del susto, no se notaba ningún bulto, ni nada.

Ella sonreía mientras bajaba por las escaleras, dando a entender el gusto que le producía aquella situación.

Al entrar en mi piso me dijo:

-Bueno chico, me has metido en un aprieto, yo sólo quería que te hicieras una pajita de esas que te haces seguro cuando nuestros vecinos se ponen a follar, pero en esta ocasión pensando en mí. Has sido muy atrevido y ahora tienes que responder, tienes que ofrecerme todo cuento tienes y no te creas que va a ser fácil, yo soy muy exigente.

Yo realmente no me creía lo que estaba pasando.

Ella entonces se quitó la camiseta y me enseñó sus bien perfilados pechos, yo me acerqué para mamárselos un poco pero ella como con cara de enfadada me dijo:

pero qué haces? Aquí la que manda soy yo para esa he provocado la situación, así que hasta que yo no te lo diga tú no haces nada- y me empujó hacia un sillón – Quédate ahí y observa.

Entonces se despojó de la poca ropa que llevaba,(no llevaba ropa interior al igual que yo).

Empezó a chuparse el mismo dedo que había estado chupándose desde la ventana con una pasión desenfrenada.

Me miró y mientras se ponía de rodillas me dijo, -ven a cambiar este dedo por otra cosa.

Yo rápidamente me despojé de mis ropas y me acerqué ella con una ansiedad increíble cogió mi verga y se la metió en la boca, no era nada delicada sino todo lo contrario, era muy bruta, era una bestialidad, se la metía en la boca y la mamaba , la chupeteaba y la lamía, se la introducía hasta la garganta y una vez dentro empezaba a succionar como si tratara de sacar el mayor jugo posible de aquel aparato de unos 16 cm que tenía dentro de la boca.

Yo entonces la agarré por la cabeza y la apreté contra mí para que entrara toda, pero era increíble estaba muy acostumbrada a hacer eso y no le daba ni ninguna fatiga, ni ninguna arqueada sino todo lo contrario un placer enorme en su paladar.

Y sinceramente mi novia nunca había sido capaz de hacerme eso con el ansia y el disfrute que aquella mujer la estaba haciendo.

Yo estaba a punto de correrme en su boca, lo estaba deseando, echarle el semen que sólo había probado mi novia, echárselo por toda la boca para que lo saboreara, pero ella se dio cuenta y lo retiró:

Espera, aún tienes que hacerme muchas cosa y tenemos poco tiempo, no te corras o le digo a mi marido que me has metido ese delicioso aparatito en mi boca y seguro que te folla por el culo como venganza.

Yo estaba flipando, todo aquello que me estaba pasando era real y no una película porno.

Ahora tenía que hacer lo que ella me pedía, quería conservarla durante más tiempo y que me diera un poco más de placer.

Me pidió después de hacerme esa fabulosa felación que yo le hiciera un cunnilingus, vamos que cambiáramos las tornas, que yo le mamara como ella había hecho conmigo toda esa entrepierna.

A mí esto no me hacía mucha gracia, no era de lo que más me gustaba en las relaciones, y con mi novia no solía practicarlo mucho, pero en este momento estaba desconocido y tenía que satisfacer todas las peticiones de aquella mujer.

– Ahora te toca a ti mamar- me dijo, y se levantó del suelo donde estaba de rodillas, para ponerse a la altura de mi boca pues yo seguía sentado en el sillón. Yo empecé primero a lamerle el vientre, mientras con mi mano procedía a abrirle las piernas, a acariciárselas, entonces ella me pidió que pasase al grano:

– Quiero disfrutar no que me acaricies, para eso tengo a mi marido.

-Vale, ahora te daré lo que quieres- le dije yo, quería sexo, pues lo iba a tener. Me levanté y la tumbé en el sillón, y me puse yo de rodillas como ella había hecho antes conmigo y fue entonces cuando empecé a chuparle todo su coño, primero me pasé la lengua por la mano llenándola toda de saliva y luego se la pasé por su cara:

-Chupa esta mano, le dije, y ella pasó su lengua por entre mis dedos, para que yo se la metiera por su chochete.

Empecé a masajeárselo con la palma empapada de mi mano y luego con mis dedos decidí abrirle los labios oscuros de su vagina, fue entonces cuando acerqué mi boca y mi lengua a esos labios que me recibían con placer.

Ella mientras parecía que estaba disfrutando, empezaba a emitir los primero gemidos de placer.

Yo seguía con mi tarea lamiéndole toda su concha, chupándosela, metiéndole la lengua y los dedos de mi mano lo más posible, hasta fui capaz de meterle cuatro dedos al mismo tiempo que la lengua.

Aquella mujer empezaba a moverse como una loca, a gemir a gritar de gusto mientras yo me la estaba comiendo, con mis labios apretaba su clítoris y ella se estremecía, e incluso me pedía que le diera bocados, entonces yo cuando lo tenía entre mis labios, lo absorbía hacia dentro, como si fuera un caramelo lo degustaba y ella al compás de mis lametones se movía arriba y abajo, como si realmente estuviera ya follando, yo acariciaba sus pechos desnudos, los apretaba hasta sentir su gustosa queja.

Acercaba mis dedos hasta su ano para acariciárselo como solía hacer con mi novia, pero no llegaba a penetrarla, pues no sabía si le gustaba y no quería estropear el momento de placer.

– Fóllame, cabrón, fóllame, méteme tu polla por mi agujero, venga deprisa, fóllame que me voy a correr y quiero sentir tu dura polla en mi coño mojado. Fóllame, cabrón… ella no dejaba de repetirlo, yo no me podía creer lo que estaba pasando, parecía una película. Nunca me había gustado que mi novia dijera eso, pero en esa ocasión me había puesto a mil, mi polla si ya estaba de por sí dura se había puesto como una piedra. Entonces en una de las embestidas en las que ella acercaba su sexo a mi boca para que se lo lamiera y le metiera los dedos la lengua o lo que fuera lo más hondo posible, decidí cogerla por la cintura y tumbarla en el suelo.

– Ahora , métemela todo lo que puedas, Fede, fóllame, métemela dentro. Y entonces decidí hacerlo, no me costó nada pues entre toda mi saliva y todo los jugos vaginales que ella había segregado aquello estaba en su punto. Empecé a moverme con desenfreno, como si fuera la última vez que fuera a follar, era una embestida tras otra a la que le seguía un grito de placer, una queja del empuje. Ella estaba desfrutando como yo, empujaba su cuerpo hacía mí para que se la metiera lo más hondo posible, para que le llegara hasta lo más profundo de su vagina.

– Date la vuelta y ponte a cuatro patas, te quiero follar por el culo, nunca lo he hecho, quiero meterte mi polla por el culo. Alguna que otra vez se lo había pedido a mi novia, e incluso lo habíamos intentando pero a ella le dolía demasiado y siempre lo dejábamos. Ahora quería aprovechar la oportunidad, quería meterle todo mi sexo por su ano hasta que gritara, a ella seguro que este dolor le producía un placer enorme.

– Sí, sí sí, méteme lo que quieras por donde quieras, quiero sentir tu leche llenarme el culo, quiero que me partas en dos. Fóllame Fede , fóllame más.

– Y entonces empecé a meterle la punta de mi polla que estaba mojadísima de todo su flujo, pues creo que ella ya había tenido al menos un orgasmo. Así poco a poco hasta que cuando ya quedaba poco por meterle decidí hacerlo de golpe, con una embestida a lo que ella respondió gritando y echando el culo hacia atrás para que entrara más aún.

Así seguimos durante un buen rato, cambiando de posición y de orificios hasta que me corrí, hasta que ya no pude más, entonces ella se quitó, se agachó y se la metió en la boca.

– Quiero limpiarte, saborear todo lo que me has metido dentro. Creo que te lo mereces.

Yo me había quedado extasiado, en la vida había follando con ese ímpetu, con esas ganas de que ella sintiera mi dura polla en su coño, y creo que lo conseguí.

Entonces ella se lavó un poco en mi cuarto de baño.

Bueno Fede, ha estado bien, no se lo cuentes a tus compañeros y creo que esto no se va a repetir más, no me gusta follar con desconocidos, esto ha sido diferente.

Y con estas palabras terminó este fantástico episodio de mi vida, la volvía ver muchas veces en el piso, pero nunca volvimos a tener relaciones, sí una buena amistad, pero sinceramente creo que no fue ni la primera ni la última vez que aquella mujer lo hizo con un extraño.

Espero que por lo menos os halla gustado mi historia o al menos que en algunos momentos os halla hecho sentir una pizca del placer que yo sentí.

Y perdonad si no lo he contado de una manera amena, sólo he contado lo que me pasó realmente, aunque los diálogos os parezcan exagerados es como sucedió, ni yo me lo creí cuando me pasó.

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