Pegué mi pene en su culo y la besé en el cuello, apartándole el cabello. Le acariciaba los senos por encima de su camiseta y pronto Karen superó la fase de rigidez y se abandonó a mis caricias, echando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y suspirando. Me dijo si aún tenía fuerzas. Me había visto antes con Carmen y Eulalia. La di la vuelta y enrosqué mi lengua en la suya.
Enseguida aparecieron con el colchón de la cama y lo depositaron en el suelo de la sala, a continuación, Fran ordenó a mi esposa que se tumbara en el colchón, ella lo hizo boca arriba y el le pidió que se diera la vuelta, cogió un par de cojines y se los colocó de bajo del vientre quedando su sexo a total disposición para ser ensartado.
Cuando llegue al salón, vi dos culitos preciosos ofreciéndose para el castigo, completamente desnudos y esperando su ración de cinto, uno junto al otro. Nos les hice esperar y creo que no les defraude. Subí el volumen del televisor, aunque les cambie de canal y les quedé sin fútbol, pues no era de recibo que los vecinos oyesen lo que en mi casa sucedía.
Sobre todo porque todos pronto comenzamos a sentirnos incómodos. Yo sabía que Enrique me deseaba, pero yo nada quería saber con él, ya que su esposa era mi amiga. Manolo, en cambio, le tomó afición al rabo de Gastón. Al comienzo no trajo problemas. Venía los domingos, como siempre y se sentaba a mirar el partido.
Mientras mi lengua y mis dientes no dejaban sus pezones, sus dedos se taladraban el clítoris y con grandes espasmos se corría. Yo no sé si para ese entonces yo me corría o no, pero sentía unos ricos estremecimientos y luego me sentía muy bien.
Bueno, físicamente no me puedo quejar, pelo castaño claro, tez blanca, bonita figura, eso sin exagerar con senos tremendos, lo justo y necesario como para provocar una buena erección desde un chico que ya haya abierto los ojos hasta un vejete como el que tenía en frente.
Sin despertarte has empezado a mover las manos, suavemente deslizándose por tu cuerpo las has dirigido hacia tu vientre las has puesto sobre tu pubis y con dos dedos, suavemente has estirado un poco los pliegues de tus labios, como la obscena invitación, la explicita llamada para que yo me deje caer en ti y te penetre.
Tengo 21 años, y esto ocurrió hace tan solo un par de meses, me encontraba pasando unos días con mis padres y mi hermano en la costa, estábamos en un hotelito, nada del otro mundo, con la típica piscina y poco más... pues bien, no hace falta decir lo mucho que me aburría con mis padres, estaba cansada de ir con ellos a todos sitios, así que una mañana que ellos salían de excursión les dije que me quedaría en el hotel porque no me encontraba nada católica para ponerme a dar paseítos.
Cuando llego hasta la plaza a la que suelo ir a correr, alcanzo a divisar a la primer y única persona que parece habitar el mundo a parte de mi; casi no la veo, pues esta sentada en uno de los bancos del centro de la plaza, casi oculto por las plantas. Me acerco para ver bien quien es y que hace, sigilosamente, sin hacer ruido llego hasta las plantas.