Tenía cuatro manos en mis pechos, la lengua del andaluz entrelazándose con la mía, una verga chocándose con mi braga y mis muslos por detrás, unos dedos jugando en mis entrañas. El andaluz se hizo a un lado sin dejar mi boca ni mis pechos y el alemán pudo bajarme las bragas y meterme su lengua dentro de mí.
Me quedé helada. Le dije, nena, mira, tú sabes que yo soy sola, tu hijo es lindo y yo lo quiero mucho, realmente comencé con él porque me sentía muy sola, yo le gusto y él me gusta y de hecho desde que estoy con él no salgo con más nadie. Te juro que no lo voy a lastimar ni a engañar, no voy a jugar con sus sentimientos, te lo juro.... yo ya no sabía qué decir.
Monólogo del Club de la comedia: ¿Qué ocurre cuando nos enamoramos? ¿acaso nos volvemos imbéciles?
Cuando me quedé sola y decidí alquilar parte de la vivienda no podía imaginar que iba a despertarse nuevamente mi sexualidad con esos tres jóvenes.
Trabajaba muchas horas, pero no me iba mal. Salía los sábados por la noche y volvía locos a todos los hombres a los que conocía, sin embargo, después de acostarme con más de quince sin haber tenido ni un solo orgasmo con ninguno de ellos perdí todo el interés por esos ligues de media noche pensando firmemente que el alcohol los hacía totalmente inútiles para satisfacerme.
Amigas, más que amigas, un grande amor y nada más.
Pasaron varios meses cuando una tarde llevé a mi hija se desencadenó una fuerte tormenta. Llovía torrencialmente y creí prudente quedarme hasta que parase un poco, porque era peligroso conducir con semejante lluvia.
No solo tuve la oportunidad de pasar una velada junto con varios hombres sino que un par de ellos eran padre e hijo.
El guitarrista estaba a mil y para ayudarlo un poco más, la mano que estaba jugando con sus testículos, la pasé un poco más allá y le metí un dedo al culo, el guitarrista gimió de dolor y de placer al mismo tiempo, entonces se lo metí hasta el fondo y mientras volvía a gemir, de vino en mi garganta.
No hay hombre por la calle que resista a mirárselas. Esto al principio creo en mi una sensación extraña entre celos y morbo pero al final me he ido acostumbrando e incluso he empezado a sacar partido de las situaciones.