Últimos relatos gay:

Un día en la oficina

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Un día estando solo en la oficina, llamaron a la puerta antes de abrir, mire por la mirilla a ver quien era, vi a un chico de unos 25 años al cual yo no conocía, le abrí la puerta y le pregunté qué deseaba, me pregunto algunas cosas y le invite a pasar, para poder contestar a todas sus dudas.

Aquella mujer

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Era rubia ojos verdes y bien formada, tenia unos pechos no muy grandes pero firmes, no llevaba sujetador y se adivinaban unos pezones pequeños y prietos, yo no dejaba de mirar, ella debió de darse cuenta, y se subió la falda dejando ver sus muslos.

Familia, mirad como me follan

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Una señora casada con dos hijos mayores es expulsada de casa por su familia descubrirla en flagrante adulterio. Se dedica al porno y envía sus películas a sus familiares.

Carolina y yo II: su cornudo sumiso

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La cadenita que ella lleva en el cuello ayuda mucho, porque cuando alguno le pregunta de qué es, qué cierra esa llavecita, ella le confiesa sin ningún pudor al que se lo pregunta, qué es la llave del cinturón de castidad del cornudo de su marido.

El anuncio

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Era una mujer de unos cincuenta años, que deseaba tener sexo oral, acepte, quedamos en vernos al día siguiente en un hotel. Me dejo su numero de telefono por si surge algún problema, recién terminado de hablar con ella, recibí una segunda llamada, esta era de una chica joven, que decía buscaba su primera experiencia.

Ardiente noche

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Me volqué de espaldas y mientras el besaba mis testículos y me cogía con los dedos, un placer infinito me abrazaba desde mis pies a mi nuca… logré acabar sintiendo una fuerza tremenda en mi eyaculación que los chorros de leche saltaron hasta mi cara, mi pelo…

Sexo adolescente

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Me volví a mi cuarto, me quité la bata, apagué las luces y me volví a acostar. Pasaron horas hasta que entró mi madre con una bandeja con comida. Encendió la luz, y vi que eran las ocho de la tarde. Puso la bandeja en una mesita, me levanté y mientras yo comía me hablaba.

Un castigo ejemplar II

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Me volví a mi cuarto, me quité la bata, apagué las luces y me volví a acostar. Pasaron horas hasta que entró mi madre con una bandeja con comida. Encendió la luz, y vi que eran las ocho de la tarde. Puso la bandeja en una mesita, me levanté y mientras yo comía me hablaba.