Me coloqué detrás de Margaret, de manera que su trasero se incrustaba en mi ingle y comencé a decirle en voz casi imperceptible sugerencias. La agarraba de las caderas y le cogí el pene de marfil para agitarlo entre las piernas cerradas de Ivonne. También le ordenaba a Ivonne, que suponía aún que era yo la que la tocaba y besaba.
Había escrito hace tiempo a la sección de contactos de una conocida revista, apartado "dominación". Me llamo Manuel, vivo en Barcelona, tengo 42 años y un físico normal, con una polla normal, pero con un gusto por el morbo, que no es normal. Recibí unas cuantas cartas, y después de desechar la mayoría (distancia, gustos personales y... hasta un par de putas), me quede con una carta que me pareció especial.
Comenzó a bajar por mi cuerpo, besando mis tetas y mis pezones, mientras sus manos no se separaban de mis tetas y mis pezones, me besó las costillas, el ombligo, la ingle, y al final, sus labios me mordieron el clítoris y estiraron de él como queriéndolo arrancar.
¡Dios! No podía más, aquella visión era una tortura que me estaba matando de placer y la polla ya no quería seguir enjaulada, ¡ufff! Ya no aguantaba más.
De ahí me dirigí a mi salón y me pase el resto de las clases pensando en eso, ya a la hora de la salida pase por el salón de mi hermana y ahí estaba Julieta, mi hermana me habló para darme las llaves de la casa, y cuando me estaba dando las llaves note a Julieta viéndome bastante y me acuerdo que hasta me dijo bye...
La cogí del cuello y la eché contra mis hombros. Sentí su boca en mi clavícula. La tenía agarrada del cogote. En ese momento introduje un par de dedos en su sexo, posando la palma de mi mano sobre su clítoris que asomaba entre los labios abiertos y comencé a sacar y meter mis dedos dentro de ella. La sentí vibrar contra mí, tiritar, frotar sus pechos contra los míos. Entonces la agarré de los pelos y le dí un beso fuerte, casi una penetración de beso.
Había pasado quizás un cuarto de hora. Le tocaba fregar la salita. Debía estar por allí. La sentía por allí. En el frutero había un plátano de Canarias y otro, un largo plátano verde y amarillo, de esos de Costa Rica. A mí personalmente me gustan más los de Canarias, pero para lo que lo quería, prefería el caribeño.
Poco a poco me fui haciendo asidua e iba aprendiendo de todo, hasta que poco a poco, me dí cuenta por la predilección que sentía hacia determinado tipo de relatos. Los de dominación y los de lesbianismo. Recuerdo un relato de tres capítulos, llamado algo así como "mi secuestro" que me hizo masturbarme varias veces.
Sus piernas eran largas y bien hechas. En conjunto, era un de esas nativas de complexión fuerte, piernas largas, cintura alta, culo y caderas anchas y cintura estrecha, espalda ancha y recta y pechos desarrollados y erectos. Su pelo era extremadamente rizado, aún después de mojarlo y su cuello. Largo como el de una jirafa. Fina, una chica fina.
Después de que nos corrieramos la coloque a cuatro patas y la lamí bien el culo lubricado para metersela hasta las entrañas, la cogí de las tetorras que le colgaban y se la endiñé con fuerza ella gimió de dolor que pronto se convirtió en puro gozo y segui dandole por el culo hasta que estaba a punto de correrme, cuando se lo dije ella se dio la vuelta y puso su boca para que yo se la llenara de semen, que además se trago.