Me giré y puse mis nalgas cerca de su nariz, Mauro restaba inmóvil, totalmente hechizado, me incliné y lo miré por entre mis piernas, mi coño estaba alineado con sus ojos, mis rizos negros estaban humedecidos por los fluidos que rezumaban desde mi panocha ardiente
Era una locura, pero seguramente papá viéndome “a lo perrito” y con la hendidura de mi concha expuesta, le debe haber excitado tanto de incitarlo a penetrarme sin cuidarse de que yo soy su hija, exaltando esta acción
Los labios albinos de su chocho contrastaban con el rosado pálido de sus labios menores, se veía el orificio de su vagina y las rosadas carnes empapadas en sus fluidos, mientras acariciaba su vientre plano, miré sus ojos y ella leyó en mi mis claras intenciones, se llevo la mano izquierda a su voluptuosa boca y pellizcó sus labios, mientras su mano derecha descendía a su conchita y abría los pliegues superiores de su clítoris para mí
Grito y gimoteo como loca poseída, también mi hijo gime y me aprieta contra su cuerpo, las olas de esperma rocían mis paredes vaginales, nuestras respiraciones se hacen frenéticas, nuestros espasmos también, extasiada me levanto y veo su polla lustrosa ...
Llevábamos tres años de casados mi marido (Eduardo) y yo (Emma), nuestra vida sexual funcionaba de maravillas, tanto él como yo éramos creativos al momento de encontrarnos carnalmente, él quería hacerme de todo y yo no rehusaba nada, todo lo que se le ocurría me hacía gozar como poseída, quizás era una pervertida innata tanto como él, en pocas palabras éramos una pareja perfecta y estábamos siempre juntos, siempre calientes.
Era Mercedita que pellizcaba los pezones de la Juani y se alternaba a acariciar su clítoris, la tía se puso detrás de ella y poco a poco la empujo sobre mi verga, la Juani no ofreció ninguna resistencia, ella después de haber chillado cuando mi glande atravesó su himen, se puso a gemir y a sollozar, la Mercedes le restregaba su clítoris con todos sus deditos como si fuera una guitarra, la tía había encontrado uno de sus juguetes
Lo forzaba a andar más adentro de mí, hasta que lo sentí que toco el fondo de mi concha, entonces comencé a moverme atrás y adelante, rítmicamente, me mecía en esa verga virtuosa que no me dejaba paz, era un orgasmo detrás de otro ...
Como pude alcancé sus rígidas tetas y magreé sus pezones fuertemente, luego bajé una mano y le metí dos dedos en su estrecha vagina y apresé su clítoris en mis labios, Deborah estaba corcoveando, me folló el rostro con fuerza, me lleno de sus copiosos fluidos, aferró mi cabeza con sus manos mientras brincaba apretándome con sus muslos, gritaba y decía mi nombre
Me levanté del diván y chorreando semen por mis piernas, me fui donde mi profe, me voltee y me senté en su verga, sentí sus manos en mis tetas y comenzó a bombear mi chuchita ardorosamente, después de unos minutos colapse en su regazo, echando mi cabeza hacia atrás y estirando mis piernas tiesas que convulsionaban en mi espasmódico orgasmo
Juana siempre reclamaba, ella ya tenía once años y yo solo nueve, ella había tenido su primer ciclo menstrual y yo todavía no lograba eyacular, a ella le estaban creciendo sus tetitas y a mí todavía no se me asomaba ni siquiera un pendejo, me miraba en menos y yo me sentía menospreciado, pero yo tenía algo a mi favor
Es un poco complicado comenzar a contar ciertas cosas sucedidas hace tanto tiempo, hoy tengo más de cuarenta años y los hechos sucedieron cuando yo tenía unos cinco o seis años, mis recuerdos no son traumáticos ni nada por el estilo, pues creo haber disfrutado todo desde el principio, encontraba las situaciones muy divertidas y entretenidas,
—¡Ay! papito … ¿cómo lo haces? … mis piernas me tiemblan con escalofríos y mi chochito no deja de palpitar … quisiera que nunca se acabaran estas sensaciones … me acostumbras mal … no hago más que pensar en ti y a como me haces sentir, papito rico … me haces feliz …
Vanessa había tomado su ritmo y en estos momentos el instrumento del placer era yo, su dulce boquita subió a mis labios y su lengüita se introdujo en mi boca como una serpiente, jugaba a lamer el interno de mi boca, emitía sonidos de ninfa en celo, más de un par de veces mordió delicadamente mis labios, embriagándome en el sabor de su saliva, después apoyó ambas manos en mi pecho y contorsionando su cinturita, bajó sus caderas hasta empalarse una vez más en mi miembro ...
Logro despejar mis ojos de esa lefa caliente y veo que mi cuerpo entero está bañado en semen, hay unas gotas que cuelgan de mis pezones, las recojo con un dedo y me los llevo a mi boca cual si fuera un delicatessen, es la esperma de mi hijo …
Yasna cayo hacía atrás y plegando sus piernas, abrió sus muslos de terciopelo, su conchita era como un platillo rosado que presentaba a mis ojos un manjar celestial, como si fuese una sopa deliciosa, de origen divino, ella con sus dos manitos se abrió sus rosados labiecitos hinchados y gemía ...
No podía creer que estaba magreando el delicioso culito de mi hermana, ella estaba con su shorts de lycra y tanto su almejita como su trasero se delineaban muy bien, levanté la banda elástica de la prenda y metí mis manos para sentir su suave piel, Yasna se separó de mis labios con ojos vidriosos, estaba excitada – soy virgen – me dijo manteniendo sus ojos en los míos, no sé si me pedía que hiciera algo al respecto o me estaba implorando de que la dejara ir
Su verga luciente y mojada golpeaba mis muslos, luego mis nalgas, con mi mano acompañé su pene a mi vagina y eso fue el inicio de un bombeo continuo y frenético, me tiraba sobre su verga y jadeaba como desesperado, daba hasta una especie de pequeños ladridos de goce
Estábamos vientre con vientre y mi pene descansaba en su estómago, mamá apretaba mi miembro con su pancita − ¡ay! hijo … pero tu pene jamás descansa … está siempre durito ¿verdad? … como le gusta a mami ¿verdad? … − mamá me besaba y hablaba, mi juventud hacía que mi pene conservara casi en toda su plenitud su erección y ella se regocijaba de esta particularidad mía
No sé si grité ni cuanto grité, pero esa sensación de dolor desapareció y esa esfera tocó mi punto G y me hizo colapsar en un orgasmo bestial, no sabía si moriría o me volvería totalmente loca, jamás en mi vida me había corrido así de fuerte, aún ahora tengo escalofríos al escribir sobre ello.
Mamá se contorsiono por varios minutos, gritó y chilló, gimió y se quejó, su almejita quedo temblando con vida propia, yo observé todas sus reacciones y mi pene se endureció ante tan erótico espectáculo, pero la deje tranquila y que gozara su orgasmo a full