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Anna y Giovanna

Anna y Giovanna

Hola chicas, no sé cómo empezar a contar mi historia, ya que es una que empezó y jamás terminó, me explico, soy Anna, vivo en Polonia a un centenar de kilómetros de Varsovia, es un pueblito rural donde todo el mundo se conoce, tengo 25 años y soy alta 1,75, peso 62 kilos, soy rubia de cabellos cortos, casi masculinos, mis senos son prominentes y desde muy pequeña supe que mi preferencia sexual eran otras chicas, tuve un par de amoríos con chicos pero inconducentes, nunca concluí nada con ninguno de ellos, tuve un par de veces una polla en mi mano, pero no sentí la excitación que siento cuando mis dedos rozan la ranura de una conchita, para concluir con esta introducción, soy hasta el día de hoy virgen y declarada lésbica y no me arrepiento de nada, he gozado de penetraciones vaginales y anales por parte de chicas con dedos y juguetes sexuales, lo que quiere decir que soy virgen del punto de vista de no haber cogido nunca con una polla de verdad.

Vivo en una pequeña granja como las tantas que hay aquí en Polonia, el pueblo esta como a una media hora de caminata y todos estamos acostumbrados a caminar al pueblo cuando necesitamos comprar algunas cosas para el diario vivir, hay una pequeña plaza y en la plaza esta la iglesia de la localidad, soy de fe cristiana así que asisto regularmente a la iglesia, no me confieso y las únicas confesiones que hice fue cuando recibí los sacramentos cristianos, ahora confieso que mentí sobre muchas cosas que consideraba estaban equivocadas, y no las podía revelar a un hombre, en este caso un sacerdote, las mantuve ocultas porque la sociedad no me permitía demostrar mis sentimientos y sexualidad que para mí eran claros.

Una tarde de verano mientras caminaba hacía el pueblo, una chica en un carro se detuvo y me preguntó si accedía a ir con ella al pueblo, ya que ella era nueva y no conocía nada de la localidad, inmediatamente me fijé en sus delgadas piernas vestidas con un pantaloncito corto y unos muslos preciosos, no podía apreciar sus senos pues vestía un chaqueta de jeans abierta y una remera de cuello redondo que ocultaban sus pechos, inmediatamente me subí al carro y proseguimos hacia el pueblo.

Giovanna, una morena de 1,72, con 20 años de edad, estaba de paso en el pueblo por circunstancias familiares, casada, su esposo un oficial de marina mercante, embarcado con una compañía italiana en viajes de Europa a Australia, ella viajaba y se encontraba con él en las ocasiones en que su navío tocaba el puerto de Amberes, en Bélgica, había heredado una propiedad y como hija única, había venido a tomar posesión de su herencia, con la intención de vender la propiedad, yo me interesé y se lo hice saber, ella me dijo que le encantaría si pudiésemos concretar algo entre nosotras, pensando en sus palabras me imaginé desnuda con ella en mi cama, pero mi respuesta fue que me gustaría conversar la compra de esa propiedad.

Bromeamos y conversamos de todo en el breve tiempo de viaje, luego nos despedimos y la invité a casa para beber una copa y comer unos dulces, ella feliz estuvo de acuerdo, así habríamos tenido la oportunidad de seguir conversando, yo me dirigí a la pastelería más cercana y compré unas kremóvka, que son unas tartas que se realizan con masa de hojaldre (mil hojas), y se rellenan en su interior de crema de mantequilla, nata montada y crema de vainilla; toda su superficie cubierta con azúcar glas, también compré unos sernik, que son una tarta de requesón y harina, y su textura es suave y abizcochada, por último una botella de Belvedere, uno de los mejores vodkas polacos, luego me fui a casa a prepararme pues me interesaba hacer amistad con esta muchacha y también saber cuál es la propiedad que había heredado.

Giovanna llegó cerca de las 20:30 y luego de un beso de saludo la invité a casa, vivo sola y ella se sorprendió – una mujer bella como tú no puede estar sola … − me dijo lanzándome una mirada de terciopelo que me llegó al corazón − ¿me estaré enamorando? – pensé, ella entro y se despojó de su chaleco y dejo en muestra su blusa blanca muy reveladora, portaba un sujetador negro y sus senos eran simplemente maravillosos, inflaban la tela de la blusa manteniéndola estirada, forzando el botón de la prenda y dejando ver su tibia piel, sin que se diera cuenta, cerré mis ojos y también mis muslos, mi vagina comenzaba ya a reaccionar.

Nos acomodamos en una mesita de la cocina, sentándonos en unos taburetes que se esconden bajo la mesa, yo tenía una hermosa bandeja de cristal de Poznan, también los vasos eran de cristalería fina, Giovanna estaba fascinada con todo eso y yo la instruía con datos y direcciones donde comprar, como buenas mujeres, estuvimos más de una hora intercambiando datos de diferentes cosas, ya bajo el efecto de un par de vasos de vodka, comenzamos a derivar nuestra conversación sobre temas un poco más íntimos, ella me contó de ser muy enamorada de su esposo, pero que le resultaba muy duro soportar la soledad y ausencia de sus largos viajes, tenía relaciones sexuales con él cada tres meses y él se mantenía lejos de casa hasta por más de un año, por fortuna él mismo se había encargado de traerle de regalo algunos juguetitos que calmaban su fogosidad y mantenía el amor en pie.

Cuando le confesé que mi predilección sexual eran las mujeres, ella no se incomodó para nada, pero su curiosidad fue evidente, me hizo un montón de preguntas y finalmente su pregunta fue − ¿tienes pareja actualmente? … ¿cómo te satisfaces cuando estás sin pareja? − el alcohol del vodka nos había hecho distender nuestras inhibiciones y nos hacía hablar con más libertad sobre las vicisitudes de la vida, le contesté que también yo tenía una serie de juguetitos que compraba cuando iba a visitar una hermana en Alemania, en los sex-shops de Berlín, se intereso en ellos y le dije que podríamos ir a mi dormitorio donde los tenía guardados, lejos de ojos indiscretos.

Giovanna no rehusó a acompañarme a mi dormitorio, tampoco cuando pasé un brazo en torno a su cintura y la dirigí hacia mi cama y la hice sentarse al borde de la cama, yo estaba con mi chocho a mil. Extraje el bolso donde mantenía la colección de juguetes sexuales y los deje caer en cascada sobre mi cama, luego para no alarmarla, me di la vuelta y subí a mi cama por el lado contrario, ella me miraba divertida y quizás un poco excitada, pero nunca he sido una depredadora, así que mantenía a raya mis instintos, solo que tuve que ir dos veces al baño a secar mi conchita que no dejaba de exudar fluidos a toda fuerza, Giovanna un poco mareada por el alcohol se mantenía juguetona e inocente, yo sabía que podría habérmela follado y comido a besos, su cuerpo escultural lo pedía a gritos, mi angelito malo me empujaba a ello, pero mi angelito bueno tuvo la mejor y concluimos la noche, yo yéndola a encaminar hacía su casa a tardas horas, no me pude retener y le di un piquito en esos carnosos labios, ella intento replicar algo, pero crucé un dedo en mis labios y ella se mantuvo en silencio y luego se adentró en su casa.

La mañana siguiente, después de haber dormido solo un par de horas, sintiendo todavía los efectos del alcohol, me levanté a ordeñar las vacas y dar de alimento a los animales, el aire fresco de la mañana contribuyó a despejarme de los restos de alcohol y luego continué con todas las faenas de la granja, me subí al tractor y me fui a arar un par de hectáreas de terreno que estaban pendientes, puse el tractor a paso de peatón y me dediqué a recoger piedras del terreno recién arado, sentí la bocina de un carro y era Giovanna que había entrado en mi aparcadero y me saludaba con un mano, me subí al tractor y me fui para allí.

Giovanna recién se había alzado y no se recordaba nada de lo de anoche, yo le comenté que nos habíamos divertido como dos colegialas y un par de copas demás nos permitieron de conocernos mejor, su rostro un poco alarmado me provocó una maliciosa sonrisa − ¿qué dices? … ¿qué tanto mejor? … dímelo, pues no recuerdo los particulares? … me recuerdo que me dijiste que te gustaban las mujeres … dime, ¿qué paso entre nosotras? … − me dijo muy preocupada – pues … puedes estar tranquila porque no pasó nada entre nosotras – le dije mordiendo mi labio inferior, para luego pasar mi lengua por el superior − ¿estás segura? … ¿no me escondes nada? … porque no recuerdo nada … ¡de verdad! – me dijo con voz ansiosa, yo me sentí un poco abrumada porque su tono era negativo y pensé que ella me rechazaba − ¡Ah! sí … algo pasó … ahora que me recuerdo, sí que algo pasó … − le dije mirando hacía el cielo y haciendo cómo que me recordaba de cosas – dime, dime … que paso … que hicimos – me dijo con sus ojitos brillantes, como si fuera a llorar de un momento a otro – bueno, era tarde y ya habíamos bebido la botella de vodka y luego nos bebimos unos traguitos de alcohol de frutillas … tú te las arreglabas a penas para hablar, así que te acompañé a casa … tanto tú como yo estábamos ebrias … − impaciente y casi angustiada me interrumpió – no le des tantos rodeos al asunto … ¿lo hicimos o no lo hicimos? – le sonreí y tocando sus labios con mis dedos – lo único que hicimos es que yo te deje en la puerta de tu casa y te di un pequeño beso de buenas noches en tu labios … ¿qué puede haber de malo en eso? … somos amigas ¿no? –

Giovanna se toco sus labios y se sonrojó como una adolescente – perdóname, Ana, pero no sabía si había sido verdad o no … me recordaba ese beso, pero nada más … tus labios me rozaron y me encendieron … me desperté esta mañana con mi consolador a mi lado y no sabía nada de nada … solo me recordaba haber recibido un beso tuyo … solo eso … ¿me perdonas? – me dijo con una voz más serena – ¡por supuesto que te perdono, mujer! … somos amigas … pero tus labios me quemaron la piel … fue un brevísimo y hermoso beso – le dije en el mejor tono de voz para demostrar mi complacencia por aquel ósculo robado, Giovanna bajo la vista visiblemente afectada – ¿te la sientes de acompañarme a tomar un café, después del jolgorio de anoche? – le pregunté en tono jocoso – por supuesto que sí … pero esconde esa botella de anoche, porque el solo verla creo que me haría vomitar … ¿de acuerdo? – bajé del tractor y la tomé por la cintura y nos fuimos riendo camino a la casa.

Ella mucho más joven que yo, casada, solo de pasada en el pueblo, − ¿en qué momento creí que podría tener una relación con ella? – pensé, no quería ilusionarme de nada, pero algo lindo me sucedía en mi guatita, sentía ese hormigueo, esas maripositas, ¿me estaré enamorando?, no quería admitirlo, no quería sufrir un rechazo, así que trate de enfrentar la realidad y aterrizar mis sueños imposibles, dentro de mi había una voz que me decía – tonta, al amor no se comanda – y lo que es peor no sabía distinguir si era el ángel bueno o el ángel malo.

Nos seguimos comunicando y visitándonos casi a diario, ella había contactado un tasador de propiedades para ver el valor de la propiedad y le dijeron que habían enviado los pormenores a Varsovia y pronto tendrían la respuesta, fue en esa ocasión que me dijo – espero tanto que seas tú quien se quede con esa propiedad … voy a extrañarte porque me gustas mucho – hizo una pausa y luego añadió – quise decir que tu compañía es muy agradable … me agrada ser tu vecina y que podamos conversar de todo con plena confianza – como para aclarar su dicho anterior, yo continuaba confusa, así que sonreía como una boba y asentía con mi cabeza.

Pasaron algunos días y ella volvió a visitarme, mientras conversábamos detrás del granero y mientras yo ordenaba los surcos de una siembra de frutillas, ella me dijo casi como un comentario más – tú me gustas … − no agregó nada más, así que tratando de sujetar a mi corazón que latía a mil, y conservando un tono de voz serio, le dije − ¿cómo es eso? … ¿es eso posible? – Giovanna tenía su rostro rojo color escarlata – eres una mujer muy sólida y también muy linda … de buenos sentimientos y me gustas como mujer – me lo soltó todo así cómo de sopetón que me dejó sin habla, la sujete de sus hombros con mis manos sucias de tierra y la besé, nos besamos prolongadamente, la edificación del granero nos mantenía escondidas del trajín de la calle, nadie nos podía ver, así que por varios minutos nuestras manos recorrieron nuestros cuerpos y nuestras lenguas se estimulaban la una a la otra en forma obscenamente lujuriosa, pero estábamos solos ella y yo, le hice ver de haberle ensuciado su vestido y la invité a casa a limpiarse − ¿te gustaría que nos ducháramos juntas? – le pregunté – me encantaría – me respondió.

Bajo la ducha estaba yo con mi cuerpo bien torneado pero fornido por el duro trabajo de la granja y la delicia que me acompañaba bajo el agua tibia, esta morena de tez blanca cómo la leche, con grandes senos y pequeñas areolas rosadas desde donde se erguían unos diminutos pezones, muy pequeños para esas enormes y redondas tetas, pero muy apetitosas para ser lamidas y chupadas y hacer que se endurezcan y crezcan.

Giovanna enjabonaba mis pechos y yo jugaba con los suyos, parecíamos dos párvulas con un juguete nuevo, nos explorábamos con dedos, manos y boca, mi corazón se aceleraba y mi cuerpo reaccionaba a sus caricias, cuando me metió sus deditos en mi panocha abierta, yo levanté una pierna para dejarle amplio acceso a mi sexo, me folló primero con dos deditos y muy pronto sentí cuatro de sus dedos presionando mi canal vaginal, con fuertes quejidos de placer me corrí mientras ella intentaba besarme, yo trataba de no caer al suelo, mis piernas no me sostenían y mi cuerpo se contorsionaba voluptuosamente – que linda que eres – me dijo mientras me marcaba mi seno derecho succionando fuertemente con sus labios, un chupón, terminé de rodillas y con su minúscula vagina a la altura justa, me metí debajo de su ingle para comerle su almejita rosada y carnosa.

Giovanna gemía, tomaba mis cabellos y refregaba su chocho en mi boca, su boca estaba deformada en un rictus de lujuria, sus dientes llegaban a rechinar – cómeme toda … ¡ssiii! … cómeme … ¿uy! que rico … ¡ssiii! … más arriba … comete mi botoncito … ¡aaahhh! ¡ssiii! – ella comenzó a convulsionar y a gritar mientras mi lengua lamía a pequeños golpecitos su clítoris henchido e hinchado, su cuerpo apoyado a los azulejos del muro, parecía que se desmayaba de un momento a otro, me levanté a sujetarla y mantenerla en pie hasta que sus espasmos terminaron, ahí se sujetó de mi brazo y ella buscó mis labios, una vez más nos besamos en un beso infinito.

Estábamos unidas por este deseo carnal de la una por la otra, deseos de sus caderas, deseos de sus pechos, deseos de su cinturita de niña, deseos de esos glúteos perfectos, deseos de sus bien torneadas piernas, deseos de esos pies suyos blancos y puros, inmaculados, deseos de su sexo, de abrirlo con mis caricias y extraer la miel de sus flujos con mi lengua y sentir ese elixir paradisiaco de su conchita rosada, de embriagarme con la dulzura de ese zumo divino que emana su entrepiernas, deseos insatisfechos de milenios, deseo de apagar ese volcán en erupción, deseo de sofocar el ardiente fuego aromático de mujer, deseos de llenar todo el espacio tiempo con esas letras que componen y riman su nombre … Giovanna …

Estaba tan caliente que mis razonamientos eran obnubilados por la excitación sexual que ella me provocaba, desnudas y cogidas de la mano nos fuimos a mi dormitorio, la besé con pasión y ella se derrumbó sobre la cama, acomodándose y haciendo espacio para mí, me arrodille y mis manos volaron por las sinuosidades de su cuerpo, mientras mis dedos buscaban la hendedura de su panocha, mi boca besaba sus tetas y su cuello, su cuerpo grácil se contorsionaba y Giovanna gemía susurrando invitaciones para que le hiciera cosas y más cosas, sentí mis fluidos escurriendo de mi conchita, me coloqué con mis piernas en medio a uno de sus muslos y le levanté la otra pierna, poco a poco acerqué mi almejita desnuda a su chuchita rasurada, mi clítoris hizo contacto con el charco de fluidos calientes de ella, inmediatamente mi chocho se pego al suyo, Giovanna abrió más sus piernas y sus manos apretaron sus tetas salvajemente, se sentía el chapoteo de nuestros sexos bañados que resbalaban y se estrellaban uno contra el otro, me sentí desfallecer cuando mi pelvis comenzó a vibrar incontrolable sobre ese chocho hirviente, me corrí apretando entre mis tetas su pierna y jalándola para pegar como lapa mi concha a la suya, fue en ese momento que Giovanna exhaló fuertes gemidos y gritos junto a espasmódicos movimientos provocados por su proprio orgasmo.

Me derrumbé con mis senos sobre los suyos, la sentí exhausta, pero su abrazo denotaba sus energías inagotables, me apretó contra sus tetas y agarro mis glúteos para frotar su pelvis que aún tiritaba, me estaba volviendo loca con el estimulo de su piel, me sumergí en una lluvia de orgasmos, ella me giró y sentí el desplazamiento de sus senos sobre mi vientre, luego aferró mis piernas y las alzó en el aire, su boca se cerro en mi concha y su lengua bailaba enloquecida dentro de mi chuchita, mi bajo vientre se movía demencialmente y mis gritos y gruñidos guturales acompañaban mis corridas de multi-orgasmos, con mi cuerpo convulsionando en espasmos, agarré sus caderas y puse su chocho luciente y mojado al alcance de mi lengua sedienta, nos embarcamos en un sesenta y nueve, navegando en un océano nebuloso y salvaje, ella se corrió en mi boca y sus zumos aplacaron la sed de sus néctares vaginales, ese sabor salino y divino, me parecía recibir la bebida celestial del paraíso.

Giovanna se abandonó sobre mí, mi rostro en su entrepierna, con mí nariz tocando su culito estrecho, mis mejillas estaban bañadas con sus fluidos, con un cojín sequé un poco mi cara, luego dulcemente la hice deslizarse sobre la cama, me arrodillé a mirar el espectáculo de su cuerpo boca abajo, su espalda pulcra, marcada por sus omoplatos, esa curva pronunciada en su cintura antes de elevarse en esas nalgas perversamente perfectas, acaricié todo su cuerpo cubierto de una sutil velo de sudor, ella dobló sus brazos debajo de su mejilla y se dejaba acariciar.

Me levanté y fui a mi armario desde donde extraje mi bolso con mis juguetes, elegí mi dildo rojo de medianas dimensiones, junto con el arnés que me permitía usarlo como un pene, me puse las correas firmes en torno a mi cintura y muslos, monté el consolador y lo embetuné con lubricante, luego me puse a horcajadas en sus muslos y abrí su culito para ver la rajita de su chocho mojado, empujé el miembro entre sus muslos y este se deslizó oprimiendo los hinchados labios de su panocha, Giovanna giro su cabeza y me tiro un beso, luego cerrando sus ojos volvió a su posición, me costó un poco invadir su estrecha vagina, tenía una veintena de centímetros y poco a poco le insertaba el juguete en su concha, sus nalgas tiritaron un par de veces y sus gemidos comenzaron a hacerse sentir, cuando estaba todo dentro de ella, me acosté en su espalda haciéndola sentir mi tetas que la empujaban y refregaban, mis pezones dejaban estrías rojas en su espalda cual si fueran arañazos, aferré sus hombros y le hice sentir la potencia de esa verga dura que le horadaba la profundidad de su concha − ¡ooohhh! … dame más de eso … ¡uy! que rico … culéame así rico … ¡aaahhh! … me gusta … ¡ssiii! … dámelo todo … − ella movía su culo hacía arriba y sus brazos hacia atrás trataban de tomar mis caderas con desesperación, cerca de diez minutos se lo metí con todo, haciendo círculos con mi pelvis y cambiando la angulación de la penetración, su pierna derecha comenzó a tiritar sin control y ella se mordía su mano para no gritar tan fuerte, su cabeza se movía de arriba-abajo y luego la enterraba en la almohada para emitir guturales gritos de placer, su orgasmo se prolongaba infinitamente, la situación en sí hizo vibrar por simpatía mi propia chuchita y me corrí casi contemporáneamente a ella.

Así como avanzaba el tiempo me sentía cada vez más atraída por esta joven mujer, casi siempre nos juntábamos en mi casa y nos amábamos hasta tardas horas de la noche, su cuerpo juvenil me mantenía encendida y mi vagina constantemente húmeda, ella jamás se quedaba a dormir conmigo, a cualquier hora ella tomaba su carro y se regresaba a su casa, llevábamos casi un mes en que nos encontrábamos a amarnos apasionadamente y ella me dijo que el fin de semana llegaba su esposo al puerto de Amberes y tenía que viajar para encontrarse con él, que me iba a echar de menos, pero tenía una cita con su marido y estaría cerca de diez/doce días fuera del país, yo encontré que me parecía muy real y lógico lo que me estaba diciendo, así que la abracé estrechamente hasta hacerla sentir mis pechos – dejas un vacío en mi … también yo te extrañaré mucho … anda con tu marido … yo estaré aquí esperándote – la besé dulcemente y ella respondió mi beso con igual o mayor ternura.

No la volví a ver, así que asumí se habría ido donde su marido, me recordaba a cada momento de ella, me decía a mi misma que no podía ser, ella es una mujer casada y enamorada de su esposo, se está dando un gustito conmigo, pero ella no es mía, ella es de otro. Me dolía mucho tratando de aterrizar mis sentimientos por ella, porque sentía de amarla con todo mi corazón, siempre le exprimía mis sentimientos hacia ella con frases de romance rosa, los te amo abundaban, los míos, los de ella casi tenía que sonsacárselos, me dolía y a veces no me sentía correspondida, era una historia de amor en un solo sentido y de ese modo siempre hay alguien que pierde, sentía que estaba perdiendo en esta relación, pero en un minuto con ella lo olvidaba todo y prevalecía mi amor y romanticismo por ella a cualquier costo.

En el calendario de la cocina iba marcando los días que iban pasando sin ella, un día marcado, me daba fuerzas para seguir pensando en ella y en su amor, ella tenía mi numero telefónico, pero jamás me llamó, pasaron los doce días y ella no aparecía, fueron catorce los días y escuché el carro de Giovanna, hizo sonar la bocina de su carro cuando pasó fuera de mi casa, no sé porque no se detuvo pero me hizo preocupar, me llené de pensamientos negativos, tenía necesidad de verla, de sentirla, de tocarla, de besarla, de amarla y ella parecía no sentir lo mismo, me sentía dañada en lo más íntimo, a su vez me tranquilizaba pensando que ella la elección la tenía y esta preponderantemente era su marido, yo era una segundona y continuaría a serlo, era solo la amante y ella continuaba amando realmente a su marido y se divertía conmigo, me bebí dos copitas de vodka y me declaré de aceptarlo y gozar con ella tanto como ella lo hacía conmigo, seriamos solo dos amantes, amigas con “beneficios”.

Tarde, esa misma tarde, el carro de Giovanna se estacionó fuera de casa, salí a saludarla lo más normal posible sin mucha efusión, reteniendo todos mis sentimientos, ella traía un maletín con regalos para mí, lo que me hizo emocionar y olvidar todas mis aprehensiones, toqué sus nalgas y sus tetas, ella reía con malicia y pellizco mis pezones que parecían explotar en mis sujetadores, sacó una botella de Baileys y yo tomé dos vasitos, nos fuimos besándonos sin emitir palabra hacia mi dormitorio.

Estaba otra vez en el paraíso, sus besos eran dulces como el licor que estábamos bebiendo y me hacían embriagar de sensualidad, la suavidad de su cuerpo desnudo, me fui directamente a oler su concha, trataba de sentir ese olor característico del semen de hombre, pero nada su sexo olía a hembra, dentro de mí me sentía un poco loca de celos de pensar esa chuchita estrecha llena de la verga masculina de su esposo, ese cretino que se perdía las delicias de esta mujer tan hermosa, que tontos que son los hombres, pensé.

Mis manos no lograban abarcar la inmensidad de sus senos preciosos, mientras mi boca se movía sobre los tumefactos labios de su vagina, mis manos magreaban la delicada redondez de sus tetas, ella gemía y se contorsionaba placenteramente, estaba gozando mis lamidas y yo disfrutaba la reacción de su cuerpo juvenil a mis caricias, no entendía cómo podía entregarse tanto y amar a otro, yo la sentía solo mía, pero la razón me decía que era de otro, esto me impedía de disfrutar a concho esta relación así imperfecta.

Le abrí sus piernas al máximo y comencé a pasear mi pezón derecho por sobre la hendedura de su conchita, Giovanna encorvó su espalda y abrió más sus muslos, mi teta se bañaba toda con sus fluidos y mi duro pezón se insinuaba en esa estrecha chuchita, no sé cuántos orgasmos tuvo, sentí sus gemidos y sus gritos, sus convulsiones y sus espasmos, sus temblorcillos y vibraciones, me dolía mi mandíbula de tanto trabajar en su cavidad vaginal, estaba feliz de sus orgasmos, sin que ella me tocara, yo misma experimenté varios orgasmos espontáneos, mis fluidos y los de ella habían manchado las sabanas, pero nada me importaba, solo el placer de sentirla a mi lado, la ame por todo el tiempo y ella también me entrego horas de placer y lujuria, estuvimos mas de seis horas prodigándonos sexo desenfrenado, al final me adormecí en medio de sus piernas, el frescor de la noche me despertó y Giovanna se estaba vistiendo para regresar a su casa, me aferré a uno de sus muslos y le pedí que se quedara, pero ella me dijo que no podía ser, que regresaría más tarde y haríamos todo lo que yo quisiera, pero ahora debía regresar a casa suya, tuve que aceptarlo para no humillarme ante ella, con el dolor en el corazón la deje ir una vez más.

Nuestra relación si bien muy bella y satisfactoria por la parte sexual, intelectualmente ella me trataba solo con romanticismo y pasión cuando estaba conmigo, había algo que me perturbaba y me mantenía en cierto modo insatisfecha, no podía recriminarla por nada, nuestra relación era de ese modo y para ella estaba bien así, no hacía nada por que se transformara en algo más profundo, que era lo que yo quería, pero la ilusión era solo mía, un día, después de haber afrontado el problema inconciliable en varias oportunidades, decidimos de mutuo acuerdo alejarnos.

Me la lloré toda, yo la amaba con todo mi ser y ella solo sentía un poco de afecto por mí, cada vez que escuchaba el ruido de su carro, me escondía para mirarla sin que se diera cuenta, más de una vez ella pasó super lento, me aguantaba para no correr a detenerla, mis lagrimas me impedían ver cuando se alejaba del todo, la encontré más de una vez en el pueblo y nos saludábamos como amigas, luego cada una por su lado, un día su carro entro a mi granja, mi corazón latía a mil, ella se bajó con un maletín en mano, me dijo que había concluido con su abogado la tasación de la propiedad y que si estaba interesada, a ella le gustaría que yo me quedara con su granja, no nos costó mucho llegar a un acuerdo, en la semana acudimos a un bufet de abogados e hicimos los papeleos necesarios, yo hice la transferencia bancaria y me hice propietaria de su granja.

Giovanna y yo no volvimos a amarnos sexualmente, me trataba con mucha calidez y yo tuve la suficiente voluntad de no ceder a mi amor por ella, se quedó en la propiedad por otros tres días, una tarde sentí el teléfono y para mi sorpresa, era ella que me comunicaba que se encontraba en Varsovia, en el aeropuerto y que viajaba a Italia, donde se reuniría con su consorte, me alegré por ella aún cuando sentía mi corazón que podía explotar en cualquier momento, me dio las gracias por todo el cariño y pasión que habíamos vivido juntas, yo dije que ambas habíamos sido felices y que me alegraba de ello, luego de un rato me dijo que tenía que abordar su avión y me saludo con un “adiós amiga” y aun cuando se me caían las lágrimas le respondí igual “adiós amiga”, pero mi corazón gritaba “adiós mi amor”.

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