No pudieron contenerse de usar la cama, colocada en el borde, el embate del joven, sobre ese cuerpo totalmente entregado, no se hizo esperar, entrar y salir, entrar y salir, casi hasta el borde, hasta penetrarla toda y nuevamente la leche dentro de esa mujer.
Rápidamente fui a mi habitación, encendí el acondicionador de aire y cerré las cortinas, un poquitín de maquillaje, unas gotas de perfume. Me puse una tanga de encaje transparente, estaba lista. Mojada y nerviosa como una virgen en su primera cita, aunque no sabia muy bien porqué.-
Mi novia y yo pasamos una velada feliz, aunque yo estaba echo polvo y con pocas ganas de meterle mano, cosa que le extrañó por sé anómalo, aunque yo achaque ese desinterés sexual a mi dolor de cabeza que me impedía disfrutar del placer de su compañía.
El viejo sacó 3 botes de cerveza, dejándolos en la mesa, me abrazó antes de que me sentara, empezando a magrearme, me decía, princesa, hoy estoy más salido que ayer, me tienes que reviento. Y sin soltarme ni un momento, empezó a desabrocharme el pantalón, bajándolo junto al slip, hasta que los tuve en los tobillos.
Todo empezó con un encuentro casual en el mes de septiembre de 1989 con un antiguo alumno con el cual habíamos compartido unas cuantas farras llegando a ser buenos amigos. El había partido para los Estados Unidos y había regresado después que su tío, donde se alojaba, lo encontró con su esposa en plena acción.
Lo sentí muy estrecho, y ella disfrutaba, aunque fuese su primera vez. Era una explosión de su morbo. No dejaba de toquetearse el clítoris. Cuando la saqué salió semen con algo de agua y restos.
Yo esperaba que siguiéramos y ella me empujó suavemente para quedar tumbado sobre el banco y dijo... ahora yo, te follaré a ti, y de un solo golpe se montó en mi palo y comenzó a moverse y a cimbrear de manera espectacular, apretaba mi verga con fuerza en su interior y su calor era más de lo que podía soportar.
Sus piernas divinas casi completas (la camiseta le llegaba al borde de los calzoncitos) ante mi vista, sus pequeños pies, sus senos ondulantes bajo la camiseta y sus pezones deliciosamente agresivos dibujando perfectamente su forma y permitiendo ver su color.
Anda se bueno, abre la boca y hazme una mamada, que estoy que reviento. Justo cuando estaba tragando aquella verga, se abrió la puerta, y aunque esta no pudo abrirse de todo, el que quería entrar, pudo ver perfectamente en qué situación nos encontrábamos el viejo tendero y yo.
Y mientras seguía diciéndole obscenidades, que le ponían como un jamelgo, noté como su lengua repasaba la entrada de mi culo y como apoyaba el glande en mi esfínter esperando la orden de ataque. Me eché un poco hacía atrás, como una gatita en celo para que los primeros centímetros inauguraran aquel pasadizo del pecado.