Últimos relatos salvajes:

Una mansión que acoge infinidad de orgías IX

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Lourdes ideó una sesión peculiar de sadomaso. Ata a la pared a sus clientes, a unas argollas, totalmente desnudos. Ella se dedica a darles patadas en su entrepierna. Primero descalza y luego cambiándose de calzado, desde el más suave (como unas alpargatas), hasta el más rudo (como zapatones).

Un viaje en tren con gayola incluida

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Ella, bajando la cremallera sacó del interior mi rabo a tomar el fresco, comenzó a machacarlo, con garra, hasta ponérmelo bien enhiesto. Cubrió mi entrepierna con su abrigo por si alguien asomaba por el pasillo, y sin perder el ritmo del machaque me iba lamiendo el cuello, sacando brillo.

Mi esposa con dos hombres

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Cuando sucedió esta historia teníamos unos 40 años, quince de casados y dos hijos aún pequeños. Se trata del encuentro con dos hombres que cogieron a mi esposa frente a mí.

Una semana muy romántica en un crucero

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Sonia le trabaja orejas, cuello, pezones y ombligo, yo me centro en pantorrillas, muslos, ojete y almeja; sus caldos mendigo. Ya le llega la flojera, el cuerpo se le estremece, le tiembla, apoya sus cachas sobre mi cara y de caldos viscosos la siembra.

La novicia que no llegó a profesar al probarme

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Cuando el ascensor se paraba en una planta, nos separábamos y guardábamos la compostura. A veces entraba alguien que la conocía. Se saludaban y tenían una pequeña charla. Otras veces entraba gente desconocida, visitas de pacientes, y le hacían una reverencia y le besaban la mano.
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