Un sábado por la mañana entre en una tienda de ropa. Me quería comprar unos pantalones. La chica que me atendía era rubia, alta, estilizada, muy bonita. Me di cuenta enseguida de que me miraba con ojos seductores.
Los costados de mis senos aparecían claros y nítidos, la línea que separaba mis montículos, quedaba desnuda. Me sentía extraña... y excitada… Consulté el reloj, apenas faltaban quince minutos para la hora de la cena. Rápidamente pasé revista: Mis hijos con su abuela, el asado estaba en su punto, el vino perfectamente helado, el postre en su caja de la repostería... todo estaba a punto.
La experiencia que voy a relatar es real y ella desconoce que lo voy a hacer, aunque en alguno de nuestros lujuriosos días la haré participe para disfrute mutuo.
Durante años el sexo fue para Leonor algo así como parte de las obligaciones que toda mujer debe tener. Originaria de Oaxaca, como la mayoría de sus coterráneas se había casado muy joven, y junto con su marido llegó a la gran ciudad en busca de nuevos horizontes.
Cuando tenía aproximadamente 18 años la empleada doméstica de mi casa pidió repentinamente su renuncia, pero debido a que nuestra familia siempre la trató muy bien, ella se puso en la tarea de encontrar una sustituta para evitarnos la molestia de buscar y encontrarnos con una desconocida en casa.
Muchas fueron las veces que fui infiel a mi marido, así todo el divorcio (en lo físico) se produjo cuando descubrimos con Clara que nuestros maridos eran pareja, a igual que nosotras aceptaban envites de mujeres y hombres , ahora haciamos un cuarteto de bisexuales con cierre perfecto.
Soy Javier, un estudiante de 19 años de Derecho en Madrid. Mi madre es viuda, puesto que mi padre falleció cuando yo solo tenía 7 años. Ella tiene 41 años y es una mujer muy atractiva, se pasa el día cuidándose en salones de estética y siempre va vestida a la última moda más juvenil para su edad. Se llama Sara.
Recordaba haberla visto en otra ocasión en una comunión me parece. Hay un cierto parecido entre nosotras. Ella es más alta, rubia pero también estilizada. Sus ojos también son verdes.
Ya estaba dentro de ella, su verga entraba y salía de su mojadísimo sexo, la argentina tenía las piernas muy abiertas apuntando hacia el techo de aquel cuarto de hotel, mientras él a la vez que arremetía con su miembro una y otra vez en aquel sexo abierto y peludito, besaba y acariciaba ese par de senos, grandes, duros, de pezones ahora duros y paraditos, Azul se quejaba, gemía, se acercaba al orgasmo...
Empecé a recibir algunas comunicaciones un poco más asiduas de lo normal y allí fue cuando se me encendió la lamparita de si esos llamados eran por problema verdaderos o solo para que hablaramos, ya que nuestras charlas poco tenían que ver con los problemas técnicos que yo debía resolver.