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Liria I: y Aarón

Liria I: y Aarón

Hacía poco tiempo había conocido a Liria, fue cuando comenzó a trabajar en la misma firma de abogados que yo.

Recuerdo muy bien su arribo el primer día.

Entró con un paso muy seguro, mirando a todos lados, como tratando de interiorizarse de que se hacía allí.

Llamó mucho la atención de todos, pues es muy rubia, un cabello muy bien cuidado que brillaba con reflejos de polvo de oro, tez muy rosada sin maquillaje; pero con unos labios pintados con un rojo fuego, que le daba un toque muy particular a su cara; además con un cigarrillo encendido que fumaba con ademanes muy graciosos y femeninos.

De sus pequeñas orejas colgaban unos pendientes enormes.

Ni que hablar de su ropa, “lo último”, exclusivo; con una falda muy ajustada por encima de sus rodillas bien torneadas como sus piernas; sus brazos muy formados y sus manos, pequeñitas, con unas uñas sumamente largas, algo curvas y muy bien cuidadas.

Pero eso no lo era todo pues una mujer muy elegante no es un bajo porcentaje, Liria mide 1 metro con 43 centímetros de altura, con busto muy bien proporcionado al igual que sus caderas y cintura, no delgada, sino algo llenita.

Los hombres que estaban allí la miraron con cierto aire de asombro y de lobos hambrientos de carne fresca; las mujeres, algunas con admiración y en otras cierta envidia.

Lo cierto es que ella era una estudiante avanzada de Derecho, con un lenguaje muy fluido, tanto para hablar como para redactar y era por ello que el ogro de nuestro Jefe la había contratado.

Con el tiempo vimos que era excelente anfitriona en todas las reuniones que realizaba el ogro y que ella organizaba.

Era la secretaria de nuestro jefe, ella hacía y deshacía, no solo por su capacidad creativa, sino por todo lo que conocía de los temas que abordaban los abogados empleados, que, casi definitivamente solo firmaban lo que ella redactaba y con el tiempo lo hacían hasta sin leer los textos que nosotros escribíamos.

Y había un secreto, Liria tenía la confianza del ogro pues padecían la misma afición: el licor; todas las mañanas al llegar el abogado supremo al entrar su oficina, ella ya le tenía servido dos dedos de güisqui, sin hielo, cada una hora se repetía el rito mientras discutían entre ambos los casos más complicado y que luego ella hacía que la Sociedad ganara sus dineros por el éxito de la empresa.

A medida que se fueron realizando las reuniones que se hacían mensualmente entre nosotros, fuimos apreciándola más cada día; si estábamos tristes al comenzar, ella iniciaba los bailes, cantos, juegos y otras cosas que hacía que todos comenzáramos a sentir en reunión olvidando nuestros problemas caseros.

Era cantante, bailarina, cuentista (chistes y de subido tono), celestina y todo cuanto pudiera amenizar una velada.

Y por supuesto las competencias de ingesta siempre las ganaba ella; perdía el equilibrio pero no la cordura.

Ahora sobre mi. Mi nombre es Sandra, dicen que tengo una subyugante belleza femenina.

Soy de estatura media, cabello castaño con algún reflejo, piel blanca y ojos negros, de rasgos suaves y nariz respingada que armonizan con mi cuerpo con curvas de esas que los hombres consideran infartantes.

Liria y yo nos hicimos muy amigas, por haber roto con mi novio después de dos años estaba muy deprimida, entonces ella para darme consuelo me contó su historia y de allí como se convirtió en lo que era hoy: una amante y no una mujer.

Su ex lo conoció en la preparatoria, su primera relación fue con él a los 16 años, recalca que fue muy caliente es primera vez de ambos, sin frustraciones y ni siquiera dolor; allí surgió su pasión por el sexo.

Ambos tienen la misma edad con días de diferencia, ella dice que son así por el signo zodiacal de ambos.

Me contó que no había día, después de los dos años de noviazgo, que no cogieran; además de una sexualidad completa.

Las preliminares eran de besos, caricias y manos por doquier, dedos en su concha y en la polla de Aarón (nombre de su pareja)

En cuanto a uno de ellos le empezaban a salir el primer flujo, el otro se lo mamaba hasta que largara la primer oleada; no les apetecía el sesenta y nueve en principio, se saboreaban los jugos con una delicia (según narraba) de lamerse los labios para no desperdiciar nada.

Así estaban dándose de cogidas (decía concha y polla a todo tren) hasta descubrir la llegada de su última acabada, que eras después de seis o siete orgasmos de ella y dos o tres de él, en ese punto siempre acababan juntos; luego venía un buen sesenta y nueve para no desperdiciar nada de lo que habían largado y saborearlos juntos como un cóctel de pasión.

Y terminaban dialogando sobre todo lo hecho, siempre le gusta coger de luz encendida o ventana abierta para que entre el sol y verse totalmente desnudos, tiene los ojos atentos para ver si mientras hablan se le empieza a poner dura la polla de su pareja y así seguir con el placer de coger.

Le encanta cuidar su cuerpo, se mira al espejo desnuda y se toca todos los lugares sensibles al sexo.

Cuando va a coger y está algo caliente, le gusta desnudarse con música siguiendo el compás de la misma y calentar a su amante de turno o hacer que este la desvista para sentirse caliente y mojada, pasarse los dedos por la concha y saborear sus propios líquidos.

Cuenta que el licor no la excita y tampoco le quita deseo, toma para que su pareja le responda a cómo ella le gusta tener sexo.

Aarón era un individuo con una polla de buen tamaño, de 23 centímetros de largo y una circunferencia de ocho y medio (ella cuenta se la midió en una de esas orgías que tenían ambos, cuando vio que la tenía al máximo de parada), “Recuerdo que mi concha la recibía ajustada, apretada, pero como yo me mandaba cada mojada que parecían acabadas me entraba con un placer fabuloso” contaba.

Con el tiempo sólo se reunía para coger, ambos salían por separado, se calentaban por ahí y se daban placeres juntos.

Una vez él la invita a una reunión de parejas, para festejar un aniversario (que no recuerda de que), como dije ella toma como un cosaco; Aarón comenzó a seguirle el juego del licor, luego de la fiesta se fueron en coche de alquiler pues ambos no podían guardar equilibrio; sólo que él estaba casi al borde de perder el sentido (pero caliente como una polla, dice) y quería coger.

“Ese día tenía la polla más grande que nunca, yo le miraba el bulto, mientras viajábamos y comencé a calentarme. Hasta me vino un orgasmo, pues le desprendí el cinturón, metí mano y toqué aquella verga caliente, la sentí tan grande en mi mano, que sin importar el conductor le mande una mamada que lo hizo largar un grito cuando largó su primer chorro de leche en mi boca” contaba Liria.

“Llegamos al departamento, mientras él trataba de abrir la puerta, comencé a desnudarlo, cuando entramos estábamos ya totalmente desnudos; nos tiramos en la alfombra, hicimos un sesenta y nueve de leche y flujos fantástico; después de tres acabadas parecía que su polla había tomado un tamaño que me desorbitaba los ojos.”

“Estaba boca arriba y aquel monumento al falo pedía que pusiera eso en mi culo, nunca antes lo habíamos hecho, pues en un intento, me había dolido bastante; pero esa noche lo quería aunque me doliera, parecía que me quería dar un ataque de masoquismo sexual”

“Quería esa verga dentro de mi culo, la llene de besos, saliva y deje caer una acabada mía en él, estaba bien lubricada; me paso la lengua por mi culo ardiente y también aceitó mi máquina. Me acomodé sobre esa brillante punta púrpura, cuando sentí su calor en la puerta de mi culito me vino un orgasmo, así me dejé caer, él lanzó un grito de queja y placer, yo igual, pero a medida que iba entrando dentro la descomunal polla, me mande un orgasmo múltiple, hasta que sentí sus bolas calientes tocar mi concha. Allí fue el acabóse, comencé a jinetear el caballo, saltando vallas y corriendo desbocada.”

“Largué un grito y él también, luego sintió su suspiro. ¿Sabes que? Fue el último. Murió de un ataque cardíaco”.

Continúa la serie Liria II: y Jazmín >>

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