Al llegar al sitio me ordenó que la acompañara y en la zapatería mando a la dependiente a buscar unas sandalias negras de tacón muy fino de unos 12 cms. de altura, al ver la sandalia comenzó una excitación indescriptible y ella me pregunto si me gustaban, a lo que respondí que me gustaban mucho.
Su pelo lacio, su ropa entallada a una cintura perfecta, esos senos sensuales, toda su encarnación , perfecta, también su espíritu jovial, sería seguro un adorno perfecto a la ciudad como siempre alegre, bulliciosa, al encontrarme con los tíos, no puede evitar de preguntar por ella.
Yo seguía muy excitada, y entonces Juan, recordando cositas que hacíamos en los viejos tiempos, me propuso algo que hacíamos bastante a menudo, yo me colocó boca abajo sobre sus rodillas, y él mientras me va dando unos azotitos más bien suaves, con la otra mano me da masajes en mi coñito hasta que me corriese.
Me extrañó al verla caminar hacia la pileta, era como se fuese la primera vez , que viera ese cuerpo, sencillamente hermoso, sensual, una mujer que provocaba deseos, algo bullía en mi interior, conocía el efecto de la atracción sexual, pero nunca me imaginé, que mi prima me podría producir tal revolución en mis hormonas, recién minutos atrás la había visto y nada sentí.
Yo miraba por entre mis piernas, y veía como mi polla y huevos iban para adelante y para atrás. era normal, me estaba sujetando por mis caderas, y no paraba de taladrarme mi virgen culo. Virgen al menos hasta ese día. Cada vez iba a mayor velocidad, pareciendo yo un muñeco encima de una cama, a 4 patas, siendo ensartado por una gran polla, y a un ritmo cada vez más infernal.
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Me acerqué al sofá, me senté en el suelo y le cogí una mano, intentó retirarla pero apreté con fuerza para retenerla, no podía pasar ni un segundo mas, era necesario iniciar una conversación e ir aclarando los puntos oscuros, desde luego muchos en mi comportamiento de las últimas semanas.
Como gran parte de los hombres de este y todos los paises, mis fantasías han ido evolucionando con los años y no sé exactamente desde cuándo empezaron a aparecer hombres en ellas. Poco a poco fueron adquiriendo más y más protagonismo. Hasta que quise probarlo y… lo probé.
Me miró a los ojos desde la altura de mi pubis, mi verga tiesa y dura era sostenida por una de sus delicadas manos, haciéndola verse más gruesa y grande. Abrió su boca lentamente y sin dejar de mirarme dio un pequeño chupón a la punta de mi glande, un suspiro de placer escapó de mi pecho.
Claro, al principio solo pudo meterla unos cuantos centímetros en mi coño, pero con el fluir de mis jugos y la relajación posterior a uno de sus espectaculares orgasmos, pudo hundir sus 25 centímetros hasta el fondo de mi agujero.