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Chico para todo I

Mientras Adriano gemía y se retorcía, desesperadamente, intentando controlar los espasmos que fulminaban su tirantísimo escroto a punto de estallar, y su pollón ondulaba con sediento desamparo, surcado por borboteantes venas inflamadas al límite, pero sin osar tocarse, aferradas las empapadas palmas a sus propias cachas con infinita ansia, María Santos Benjumea ordenó con helada diversión, contemplándole de modo férvido y carnívoro:

Claridad

Y me hablaba de humedades, de su piel cálida, de la forma como movía sus caderas y sus muslos y sus brazos y me hablaba de longitudes y de grosores y de sensaciones de profundidad y de temblores que la habían recorrido y de la forma como ella se fue dando sin premuras y que casi no hablaron que todo era labios y ningún dolor

El profesor

El profesor está gordo, eso para una mujer, es algo que repele, pero Carla, entusiasmada por el relato y comentarios de Clara, encontró la manera de llegar a él, en una conferencia que dio en un club social de la zona, sobre la economía de la zona y su inserción dentro del mundo y la nación. Se acercó a él, se presentó como profesional y le dio a entender que quería una charla con más tiempo, tal como le había dicho Clara, el profesor fue al frente, la entrevista la hizo en su estudio, pero a la tarde quedaron en encontrarse, cierto.