La historia que quiero relatarles hoy es del primer acercamiento que tuve con el lesbianismo, fue en el año de 1998, tenía 23 años, estaba de paseo con mi novio un día que nos salimos de la universidad, el plan que teníamos era ir a desayunar y luego visitaríamos uno de nuestros hoteles preferidos.
Necesitaba leche para el desayuno de su familia y aprovechó para ir a casa de unos vecinos a pedirla.
No pude evitarlo, y aunque lo intenté, aunque decidí que aquello iba a ser algo meramente circunstancial, me atrapó de tal manera que mi vida empezó a girar entorno a aquella situación.
La tarea de la ecuela me hace darme cuenta de mi verdadero sexo y mi mejor amiga me ayuda a comprobarlo.
Como yo venía de una cita de trabajo, me vestí de manera formal, es decir, venía con un vestido con un escote normal y que terminaba poco arriba de mis rodillas, claro que me había puesto unas pantimedias de color natural, ya que el vestido era de color gris y unos zapatos de bacón del 10, por eso me veía creo yo que bien, porque todos mis tíos y tías me lo habían dicho al entrar a la casa.
No me suele gustar mucho parar a gente extraña y menos a esas horas, pero mi mujer me convenció haciendo alarde de su buen corazón, y detuve nuestro vehículo detrás de la furgoneta.
Comencé buscando con amigos, preguntando a todas las personas conocidas pero nada, así que después de un mes y luego de estar mas desesperada por nuestra situación, decidí buscar en Internet a ver que conseguía
Manuel despertó con el ruido y se acerco a la cama completamente desnudo, ofreciéndome su miembro, no rehusé la invitación y abrí la boca recibiéndolo con una humedad fuera de lo común, en particular ese día mi saliva escurría por mi boca como lo hacen los jugos de una mujer golosa.
Un día, a eso de las siete de la noche, estábamos en plena reunión cuando se suspendió el fluido eléctrico y en medio del desconcierto, en plena penumbra sentí que alguien me manoseaba las piernas hasta llegar al bulto que por cierto, se empezó a parar y disfrutar de aquellas caricias.
Un currante decide vivir en la ficción lo que nunca vivirá en la realidad. La imaginación es libre, nadie nos controla.