Nos acariciábamos, las piernas, los muslos, las nalgas de Manuel eran maravillosas a pesar de sus años (tenía unos 45), tenía un culo que no dejaba de pedirme ser penetrado, y fue él quien dijo yo seré el primero para que mi hijo aprenda como se hace, solamente nos miramos y esbozamos una risita cómplice con su hijo y dándose la vuelta me ofreció el culo, me puse a besarle las nalgas, a lamérselas, abriéndoselas encontré su agujero, y me dediqué a meterle la lengua, él rabiaba de placer, mientras Rodrigo nos miraba y se masturbaba.
Después de unos 5 minutos se levantó y me dijo quieres metérmelo, le dije que no que era muy peligroso, no te preocupes me dijo y saco un preservativo de su bolsillo y me lo puso y dándome la espalda se bajó los pantalones y el slip y se sentó sobre mi polla y mientras miraba la película me cabalgaba suavemente.
Adentro era otro el ambiente, la música era de menor intensidad y el interior estaba muy cómodo y perfumado, un mesero muy apuesto nos recibió vestido solo con un pantalón y tirantes sin camiseta, él y los otros meseros eran los únicos "vestidos" ya que todas las chicas caminaban entre los cómodos sillones completamente desnudos sobre sus grandes y puntiagudas zapatillas.
Desalentado, volví a subir a casa pensando que debía sosegarme lo suficiente para poder volver a dormir. Quizá miraría la televisión, quizá jugaría con el ordenador, o me abandonaría a la casi-vida virtual, o quizá escucharía algo de música y, casi con toda seguridad, me masturbaría con desesperación, en fin cualquier cosa que me serenase. Pero, mientras subía sudando los inacabables peldaños de la escalera, tramo tras tramo, la visión del delicioso balanceo del culito de la travestí más pequeña no abandonaba mi sobrecalentado cerebro.
A determinados niveles de poder económico se puede uno permitir disfrutar de un viaje en yate privado. Ese era el caso de Rosa y su esposo Rodrigo. Magistrada ella, Gerente de una gran empresa de asesoría financiera, él. Ambos decidieron relajarse y desconectarse de su estresante vida profesional y fletar, junto a dos matrimonios más, un precioso yate con su correspondiente tripulación, naturalmente.
Me puse a pensar en Emilia. Aunque Kuka encontrara antes las bragas, se las daría a Emilia para que tuviera que comerle el sexo. Mi única alternativa era que no encontraran nada. Emilia era una chica parecida a Kuka de estatura. Su pelo era marrón lacio y era muy morena de piel, de cara redonda y nariz respingona.
Luego compró una paleta de dulce y la lamía con avidez y dijo: "¿no se te antoja que sea tu verga la que yo estuviera chupando?". Total que le dije que si por la tarde podía verla, pero me contesto que ya eran tres visitas a su casa y que hasta su hijo se podría dar cuenta. Además de las vecinas que son tan chismosas, y para mala suerte no podía dejar mucho tiempo a su hijo por la tarde para que fuéramos a un hotel.
La secretaria que tenía unos atributos que no pasaba desapercibidos, era la única mujer que había en la empresa y ningún compañero dejó de proponerle que querían salir con ella.
Como al irse sentado en el camion junto a esta chica supersexi, se inicia el manoseo y agasajo de ambos y como terminamos los dos satisfaciendonos.
Yo después de comprobar que la cavidad más deseada de la frutera estaba bien empapada, me cogí de las caderas de la secretaria, oriente con una posición bastante rara, mi gran rabo hacia la cavidad rebosante de flujo de la frutera y de una embestida, entro entera, después de un rato no muy largo me corrí dentro, cuando la saque vi como salían borbotones de mi leche del coño de aquella guarra.