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Julia, una chica dominante XI – Final

Julia, una chica dominante XI – Final

La vuelta del pueblo fue un poco defraudante.

Yo creía que había ganado a Paula y sin duda lo habría hecho si no fuera por el mierda de Luis, que la comía el coco otra vez. Esto evitaba que Paula estuviera dispuesta a mí y mi consolador y yo me moría por follarmela.

La presionaba y de ello surgían conflictos que Paula aprovechaba para sacudirse mi dominio y así, poco a poco empecé a dejar de frecuentar su cama.

Así que me decidí a que Paula rompiera con Luis y para ello, me dispuse a utilizar una pieza que tenía a mano. Sólo tenía que convencer a Eva para que se follara a Luis y lo engatusara temporalmente.

Ella no lo conocía pero yo le proporcionaría datos sobre él, cogidos a Paula en descuidos, y así tuvimos su teléfono, su dirección, la matrícula de su coche y otros detalles.

Lo siguiente fue acosarlo con e-mail calientes, llamadas de teléfono y otras cosas y al final, después de entablar unas pocas conversaciones con él, Luis se decidió a conocer a su admiradora secreta.

Eva, en último momento no parecía muy dispuesta a ayudarme.

A pesar de haber cooperado conmigo en todo lo acontecido, al final no se atrevía a quedar con Luis, a pesar de lo mucho que se había divertido con los encuentros preparados a través de internet.

El motivo era que temía que Paula se enterara de que era ella la que le había quitado a Luis y la despidieran de casa.

Le prometí que el día que quedaran yo vigilaría a Paula. y así la logré convencer.

Llegó el famoso día y mientras ella conocía, ligaba y follaba con Luis, yo seducía, ataba, masturbaba y volvía a follarme con Paula, usando de nuevo mis atributos postizos masculinos.

Cuando al día siguiente vi a Eva, me confirmó su éxito.

Le pregunté sobre los comportamientos de Luis en la cama y Eva me dijo que Luis era un tío raro, poco hombre y muy maricón.

Aquello me llenó de satisfacción, ya que ahora, haciendo que Luis rompiera con Paula en realidad le hacía a Paula un favor.

De repente, me mostré celosa.

Era puro teatro, pero yo había diseñado una estrategia con un fin determinado, y me puse a hacer pucheros ante Eva, que me miraba sin entender cómo la había empujado a follar con Luis y ahora me ponía celosa.

Le dije que ahora tenía que ser mía. Para consolarme aceptó.

Esperamos a que no hubiera nadie en la casa y me fui a mi habitación, a mi cama.

Si alguien volvía apresuradamente, siempre podría decir que la cama estaba deshecha por haberme quedado a dormir la siesta.

La llamé cuando estaba metida en la cama. La sábana me cubría desde el ombligo para abajo.

Eva al ver mis pechos desnudos sonrió y comenzó a desnudarse, haciendo alardes de feminidad, de coquetería.

Quiso pararse cuando tan sólo las bragas cubrían su cuerpo, pero fui explícito.- ¡Las bragas también!.- Y mi sirvienta avanzó por la cama hacia mí, a cuatro patas y desnuda. Me besó y se sentó sobre mis muslos, que continué tapando con las sábanas.

Sus piernas me rodearon y se abrazó a mí y nuestros senos se tocaron y se espachurraron unos contra otros. Acariciaba su espalda y le cogía el culo mientras ella me abrazaba agarrándose a mi cuello.

Me dediqué a acariciarla y recorrer sus pechos con mi boca y mi lengua para ponerla muy caliente hasta notar que deseaba que le cogiera el sexo, que la tomara con mis manos y lo hice, pero simplemente rozándola con los dedos al principio, y luego, penetrándola con suavidad.

Cuando ví que estaba suficientemente excitada, tiré de la sábana que cubría mis muslos hacia abajo y descubrí la parte de debajo de mi cuerpo.

Eva sintió una cosa rara bajo su sexo y descubrió las correas que cruzaban mi cintura y luego, al verme tan dotada de masculinos atributos, me abrazó apasionadamente para decirme -¡Ay, mi amor!.-

Parecía dispuesta a consumar nuestra unión y yo agarré el miembro con una mano y se lo puse directamente entre los labios de su sexo y lo metí dentro.

Ella poco a poco también se acoplaba. Hacía pequeñas muecas de dolor o más bien de miedo al dolor. Cuando estuvo acoplada, la cogí de la cintura y sin desacoplarme de ella me puse sobre ella colocándola sobre el colchón.

Comencé a agitarme sobre ella. Eva me arañaba la espalda ligeramente, aunque sin quererlo, pienso yo. Era, pensé por un momento, un poco gata, a diferencia de Paula, que era coneja.

Eva abría sus piernas todo lo que podía, apoyando sus pies en la sábana y abría sus brazos, agarrando sus manos a los barrotes de la cama mientras aguantaba que la penetrara deseando moverme con la soltura con que había visto moverse a tantos hombres encima de ella.

Me fallaban las fuerzas de los brazos y eso limitaba mis movimientos de caderas, pero conseguía moverme con cierta cadencia, aunque el pene sólo se moviera uno o dos dedos dentro de ella..

Estuve un rato, tal vez un par de minutos, y los brazos empezaron a cansarse.

Los músculos me dolían y aunque Eva estaba cada vez más excitada y veía próximo su orgasmo, no sabía si aguantaría.

Me tumbé sobre Eva. Mis pechos dejaron de frotarse con los suyos para entrar en un contacto total. Los muslos calientes de mi amante me calentaban la parte alta de las nalgas.

Seguí moviéndome con desesperación hasta que conseguí que Eva comenzara a convertir sus movimientos suaves en una brusca tormenta de deseo, lo que me obligó a hacer un último esfuerzo y a moverme sobre ella hasta terminar de provocarle el orgasmo.

Tuve que seguir moviéndome un rato más aún hasta que su orgasmo no hubo culminado y ya al fín descansar sobre ella, que ya saciada me besaba y acariciaba agradecida.

Y agradecida se puso de rodillas entre mis muslos, y apartando el miembro de mi pubis comenzó a lamerme y a hacer que me corriera yo también, a consecuencia de su lengua traviesa sobre mi sexo ya húmedo

El caso es que a pesar del encuentro con Eva, Luis siguió saliendo con Paula.

Se ve que Eva no le gustó lo suficiente por lo que fuera. Yo insistí a Eva para que lo llamara y Luis insistía en quedar.

Se me ocurrió prepararle una encerrona pero Eva se negaba. Me defraudaba aunque le reconocía cierta legitimidad en sus razones.

Por suerte, la solución me vino de una vieja amiga. Era Rosa, mi amor platónico de la clase.

Yo, desde el viajecito en que me la tiré no había vuelto a tener oportunidad de plantearle ninguna cuestión.

La verdad es que en la cama, Rosa me trató de igual a igual y eso no me gustaba.

Un día paseábamos Paula y yo y nos tropezamos a Rosa.

Paula iba vestida con unos pantaloncitos de deporte y una camiseta por que la sacaba a hacer ejercicio, para que no engordara.

Noté desde el primer momento que Rosa se había quedado prendada de mi hermana.

Al día siguiente, en el instituto, Rosa me preguntó si era mi hermana. Me pidió varias veces venir a estudiar los exámenes a casa y al final cedí aunque previamente se lo puse muy claro.

– Mira Rosa, tu lo que quieres es tirarte a Paula.-

-¿YO? ¿Cómo puedes decir eso?.-

-Después de lo del hotel no te has vuelto a acercar a mí, pero desde que la viste, es que no paras.- Rosa ponía cara de ofendida pero a mí no me engañaba.- No, si yo no lo veo mal….Te la puedo servir en bandeja, sólo que…-

-Solo que qué-

– Me tienes que hacer un favor…-

Le expliqué cual era mi plan. Tenía que engatusar a Luis y separarlo de Paula, luego sería suya.

Aceptó. La invité a casa, con la excusa del examen, para que viera las fotos de Luis y otros detalles.

Nos pusimos en la mesa del salón. Eva se puso a limpiar y la muy cerda se puso a mirarla. “Esta tía quiere todo lo que es mío”.

-¿Es la asistenta?.-

-¡Pues claro! ¿No lo ves?:-

-No está mal la chica.-

Me sentí en ese momento con la obligación de convertirme en una buena anfitriona. – ¿Te gusta? Te la puedo prestar un rato.-

-¿Cómo?-

-Es mía.-

Para demostrarle a Rosa que lo que le decía no era un favor llamé a Eva -Eva, anda, dale tus braguitas a esta señorita.- Eva receló, pero yo me impuse.- ¿Eva?.-

Eva se subió la falda y me entregó sus braguitas que yo le dí a Rosa. –Ya te puedes marchar, Eva.-

Para hacerme la dura no le dije nada a Rosa quien después de un rato intentó sacar la cuestión. -¿De verdad me la podría comer?:-

Eva limpiaba los platos. Las dos nos acercamos a la cocina y nos asomamos a la puerta. Yo me dirigí a la sirvienta.- ¿Eva? He pensado que nos hagas café. Lo tomaremos aquí, en la cocina.-

Eva puso la cafetera y después de acabar de limpiar nos sirvió el café. No nos miraba, estada mosca por haberle pedido las bragas. Sabía que algo tramábamos. Separé mi silla de la mesa y le señalé una parte del asiento entre mis muslos que quedaba libre.- Anda, siéntate aquí.-

Se sentó dándome la espalda y comencé a lamerle el cuello y a bajar los tirantes del uniforme y luego a bajarle la camisa, mientras me comía sus orejas. Le abrí la camisa y le descoloqué el sujetador para mostrarle a Rosa el tamaño de sus pechos y de sus pezones.

Tiré de los bordes de su camisa y salió su torso y luego, desabrochando su sostén quedó todo su torso desnudo, así que sin dejar de tocarle los pechos, le fui subiendo la falda hasta sentir la piel de sus ingles y su sexo cubierto de una pelusa de velos que crecían de nuevo.

Rosa se relamía el verla y yo, entonces me conformé con retener sus brazos y besar su cuello, a lo que ella respondía arqueando su espalda.

Rosa comprendió que era su turno. Se acercó a ella y tomó su barbilla con su mano, mientras con la otra le acariciaba los pechos y le arañaba ligeramente los pezones que ante aquellos mimos crecían y se endurecían.

Rosa se inclinó ligeramente y le besó en la boca bajando su mano por el vientre de Eva hasta su sexo y entonces, se puso de rodillas delante de ella y le empezó a comer los pechos mientras sus dedos pellizcaban tiernamente, suavemente su clítoris, apretando a la vez la cresta y los dos labios.

Rosa lamía un pecho detrás de otro y luego, tras sentir que los pezones de Eva no darían más de sí, puso sus brazos encima de nuestros muslos y separó con sus dedos los labios y comenzó a lamer el clítoris de Paula.

Yo sentía en mi pubis las reacciones de Eva, las reculadas ante cada nuevo estímulo, los primeros balanceos de sus caderas.

Solté sus brazos y la agarré de los pechos y me la traje hacia mí cuando Rosa la penetró con sus dedos, y la sentía relajada, abandonada, calurosa. Le mordía la clavícula y ella simplemente apartaba su cuello para ofrecerme todo su hombro.

Rosa la penetraba y mientras tanto, lamía con pasión los pezones de Eva, que asomaban entre mis dedos. Bajé mi mano y ahora le apretaba yo el sexo, con la palma extendida, consiguiendo sentir su crecida cresta, sus labios acalorados, mientras que Rosa la penetraba introduciendo sus dedos dentro de la raja de Eva en el espacio que dejaban mis dedos extendidos.

Doblé uno de mis dedos y lo introduje dentro del sexo de Eva, y sentía el roce de los otros dos dedos que la recorrían una y otra vez, hasta arrancarle el orgasmo, que se reflejaba en mis ingles por el influjo del movimiento de sus caderas contra mi vientre. Me puse tan caliente que quité su mano de su pecho y me acaricié yo misma.

Eva se había corrido, pero Rosa decidió que ella también tenía derecho.

No se desnudó. Puso una silla frente a la nuestra y la pegó y sentándose frente a nosotras puso sus muslos encima de los nuestros y se limitó a moverse, a juntar su sexo cubierto con los vaqueros junto al de Eva y la costura, ya blanca se tropezaba con la cresta de Eva y le rozaba provocándole nuevas y placenteras sensaciones.

Yo ya me dedicaba a lo mío. Había metido ahora una mano debajo de mi camisa y del sostén y me acariciaba yo misma, recostada sobre la espalda de Eva, con la mejilla en sus hombros y mi bocas en su cuello.

Me corrí al cabo de unos instantes y luego lo hizo Rosa, provocando que por la virulencia de sus movimientos, la silla por poco se volcara. Y las tres quedamos como un sándwich en la que Eva fuera el embutido y Rosa y yo , el pan de molde.

Eva se vistió pensativa, yo orgullosa y Rosa satisfecha. No puedo describir la cara de Eva. Sin duda aquello le gustaba pero sabía que ocultaba algo. Intuí que la estaba perdiendo.

De cualquier forma, mis planes continuaban. La experiencia que Rosa había tenido había afianzado nuestra amistad y nuestra fe mutua.

A Rosa no le costó nada ponerle los cuernos a Paula. Sólo que esta vez cometió la torpeza de dejarse ver por un bar en el que casualmente había quedado una amiga de mi hermana que no podía ver a Luis, con mi hermana, que por supuesto no se presentó, pues fui yo la que llamó mientras estaba en la autoescuela y le dijo a su madre que era Paula y que quedaba en tal sitio y a tal hora para darle el disco de “nosequién”.

Y la amiga, que los vio, exageró lo que vio, que no fue nada en comparación con lo que no vio y sucedió horas después, aunque no tiene ni punta de comparación con lo que mi hermana se imaginó que sucedía. Y después de una escenita de celos y de mucho tiempo de relación al borde de la crisis, Paula rompió con Luis.

Paula se refugió en mí, que oportunamente me convertí en su pañuelo y luego, en sus bragas.

Desde ese día Paula era sólo mía y lo único que me impedía penetrarla de nuevo, casarme con ella otra vez era la aparición de una nueva oportunidad. Pero Rosa reclamaba su deuda, y yo sentía miedo ahora de que Paula se inclinara hacia Rosa, cubriendo el hueco que su novio le dejaba.

Cuando por fin apareció la oportunidad que tanto buscaba, en lugar de aprovecharla para mí tuve usarla para saldar la deuda.

No era fácil. No quería que Paula pensara que era igual que Luis. No lo era. Luis la utilizaba para su propia satisfacción. Yo la hacía pasar por experiencias para hacerla sentir, para llenar su imaginación, aunque no estoy segura de esto.

Mi idea era invitar a Rosa durante el sábado y hacer que Paula se acostara con Rosa, como si fuera ella la que lo deseara. La idea de que hubiera invitado a una de mis amigas alegró a Paula que imaginaba ya un fin de semana aburrido, tan sólo roto por alguna experiencia sexual que le pudiera proporcionar.

La verdad es que Paula preparó una comida de rechupete y le festejamos mucho hasta el punto de que en broma le dije a Rosa si se quería casar con ella. A Paula le chocó un poco el comentario.

-Es verdad, mira, es linda, bonita, fina, elegante, es inteligente…Y qué te voy a contar, dócil , obediente…- A Paula le incomodaba tanto piropo y se daba cuenta de que cada vez eran más comprometedores

– Y en la cama no te digo.- Los colores le subieron, mientras Rosa me miraba interesada a mí y a ella.

-En la cama es sumisa, dulce, ardiente…- Paula quitaba la mesa y la agarré de la cintura. Le subí la falda para mostrarle a Rosa las braguitas, el tanga que utilizaba.- Es sensual, – Paula me dio una culetada y se libró de mí. Lo dejé por el momento, pero el guiño de ojos a Rosa delataba mi intención de proseguir.

-Es muy buena escritora- Paula me miró extrañada. El vino empezaba a hacernos efecto a las tres. Sí, durante la comida habíamos bebido un poquito. –Sí, tien eun diario que no veas.-

-¿Un diario? ¿Por qué no nos lo lees?.- Dijo Rosa. Paula, enfadada negó con la cabeza. Peri yo tenía en la cabeza algunas frasecitas leídas esa misma mañana.

-“El nuevo amigo de Luis tiene la picha más grande que he visto en mi vida. Quería metérmela por el culo, pero ni por delante ni por detrás. Con una mamadita va que chuta”.-

Paula abandonó la cocina camino de nuestro cuarto, no encontró ya su diario. Lo tenía escondido. Me lo pidió y sólo accedí a dárselo después de que me prometió que lo leeríamos juntas.

Y las tres nos sentamos en el sillón del salón y aunque ella nos leía sus vivencias, Rosa y yo las releíamos y nuestra imaginación volaba.

Pronto aparecieron vivencias en las que yo estaba implicada directamente y al final, eran más frecuentes las citas hacia mí que hacía su Luisito.

Casi al final, Rosa se enteró de que Paula sabía que una chica se había citado con Luis. Me miró y le hice una seña con los ojos indicando que se lo explicaría.

Los relatos me provocaban a veces turbaciones.

Reconocía las situaciones, y me parecían mucho más hermosas contadas por ella. Rosa pasó su brazo por detrás de la cadera de Paula y me pellizcó el brazo, dándome a entender que efectivamente esperaba una explicación.

Pero después no apartó la mano de la cintura de Paula y comenzó a pegarse a ella, a tocarla, y Paula lo admitía. Entonces yo también comencé a acariciarla con deseos aparentemente, como los de Rosa, inocentes.

En un momento dado, Paula giró su cabeza y me besó en la boca, y luego, después de besar a Rosa me volvió a besar. Ya estaba a punto de caramelo.. La incité a seguir.

– Paula, ¿Vas a ser buena con Rosa? Estaba deseando venir hoy aquí para estar contigo.-

-Bueno.-

-¿Pero buena buena buena?

-¿Cómo de buena?.-

-Buena hasta el final.-

Arrastramos a Paula hacia nuestro cuarto, tomándola cada una de una mano.

Se hacía la remolona pero no era una resistencia activa, ni siquiera era una verdadera resistencia.

Ya en nuestro cuarto me puse a observar como mi amiga se comía a besos la boca de Paula, que se limitaba pasivamente a dejar su boca entreabierta. Rosa la abrazaba y ella ponía sus manos en los hombros de mi amiga, intentando guardar las distancias.

Rosa comenzó a desnudar a Paula dejándola tan solo en braguitas y echándola sobre la cama.

Luego ella se desnudó rápidamente, sin querer perder tiempo, y se tiró en la cama, a su lado y volvieron a besarse mientras Paula era acariciada por Rosa, que frotaba la piel de mi hermana, buscando sus zonas, más suaves, calientes y sensuales.

La mano de Rosa se deslizó por el vientre de Paula hasta su sexo y sin esperar más, comenzó a penetrar su vagina con sus dedos, suavemente, delicadamente.

Paula se abría de piernas y permitía que le besara los pechos y se los agarrara desde detrás, alzando el cuello para que Rosa introdujera el brazo y bajara la mano por su hombro para posar sus dedos sobre el pecho de Paula, que parecía un delicioso flan, moviéndose en la mano de Rosa

La boca de Rosa descendía por el cuerpo de paula y ahora besaba la parte lisa alrededor del ombligo: estaba cada vez más escorada. Tenía doblado, arqueado su cuerpo y uno de sus pechos rozaba lateralmente con otro de Paula, que extendió su mano para captar su suavidad .

Rosa prosiguió su camino descendente, que tenía como objetivo el sexo de Paula. Estaba tan escorada que puso una pierna al otro lado de Paula, colocando la cabeza de mi hermana entre sus muslos.

Por su parte, Rosa sumergió su cabeza entre los muslos de Paula, que al principio renunciaba a mirar el sexo de su amante, mi amiga, pero que más tarde aceptó, comenzando por besar los muslos de Rosa y luego, cada vez más cerca, hasta que alzando sus brazos, agarró las nalgas de Rosa y se colocó justo debajo del sexo y ya fue para Paula, todo un banquete.

Rosa la penetraba con los dedos, a la vez que le lamía y le mordisqueaba el clítoris, lo que provocó en Paula un orgasmo superficial, débil. Pensé que Rosa buscaría ahora su propio placer pero me equivoqué, pues siguió meneando sus dedos.

Comprendí que quería causar en Paula una sensación más profunda. Lo pensé un rato y abrí un cajón y debajo de un doble fondo, saqué el masculino atributo de látex, enrollado en las propias correas que lo sostenían. Rosa sonrió al verlo.

Se lo dí, y desenrolló el pene. Lo tomó por la base, enrollando las correas, que le estorbaban en su brazo y colocó la cabeza en el sexo de Paula, que se quejó de la traición.

Luchó durante un rato, pero sólo hasta que se sintió lo bastante follada como para considerar inevitable su penetración y empezó de nuevo a comerse el sexo de Rosa que empezaba a mover el miembro dentro de la vagina de Paula.

Al cabo de un momento Rosa se paró. Estiró el cuello mirando al cielo y empezó a respirar agitadamente y a restregar todo su cuerpo contra el de Paula, sus movimientos se aceleraban y cada vez que creía seguir moviendo el aparato dentro del sexo de Paula, paraba y volvía a concentrarse en la llegada de su orgasmo, hasta que finalmente ocurrió.

Después de gemir de placer durante un rato, Rosa comenzó a mover el aparato con renovado ímpetu. Paula ahora se limitaba a darle besitos a un lado y otro del sexo y en los muslos. Rosa agarró las nalgas de Paula y las separó y poniendo la base del cacharro en su boca empezó a empujar y sacar, moviendo su cuello de manera exagerada.

No tardó mucho su ardid en hacer efecto y de nuevo Paula comenzó a correrse, soportando las embestidas de la despiadada Rosa, que movió el pene incluso hasta un segundo después de haber finalizado su orgasmo

Las dos chicas quedaron tumbadas una mirando el sexo de la otra, acariciándolo, jugando con él.

Yo, por mi parte, me había metido la mano y me había masturbado hacía ya un rato.

Después de yacer juntas una media hora, nos vestimos. Rosa quería estar junto a Paula, que no la rechazaba. Me puse muy celosa, a pesar de que intenté controlarme.

Estaba deseando que Rosa se fuera. No la tendría más. Nadie me quitaría a Paula.

Al fín se fue. Ya no podía ocultar mi enojo. Paula no se lo explicaba. Intentó convencerme de que se pegaba a ella por que era mi amiga, por que era parte del juego.

Bien podía ser cierto, pero los celos son irracionales.

Quise desquitarme. Dejé de hablarle durante todo lo que quedaba de tarde. Al llegar la hora de dormir, después de beberme dos cubatitas muy cargados la miré. Estábamos sufriendo las dos.

-Vete al cuarto de matrimonio y espérame en la cama.- Paula se dirigió hacia allí sumisa. Yo me dirigí al cabo de unos minutos a mi cuarto. Paula había dejado su ropa, dejando un rastro hacia el dormitorio de la cama grande. Al final veía, justo en la puerta sus blancas bragas. Yo, por mi parte entré a mi cuarto y me desnudé y me volví a vestir de hombre desnudo. Tenía muy mal humor. Me pensaba desquitar follándome a Paula.

Aparecí en el dormitorio desnuda, vestida de hombre. Paula me esperaba desnuda, sobre la blanca sábana. No se inmutó al verme así.

De hecho, posiblemente se lo esperaba. Se extendió sobre el colchón ofreciéndome su espalda, quizás mostrándome su sumisión o quizás mostrando simplemente su contrariedad por mi mal humor.

Sus nalgas redondas eran perfectas. No me lo pensé dos veces y me tiré sobre ella.

Me puse encima de ella, le aparté el pelo del cuello y la besé.

El falo estorbaba encima de sus nalgas, pero me sentía su dueña. Tomé sus manos con las mías y tiré de sus brazos y mi cuerpo entonces se adaptó al suyo, sintiendo sus nalgas en mis ingles.

-Eres una chica mala, mala, mala. Te doy un poco de confianza y casi te vas con Rosa.-

-Sabes que no es cierto.-

-Me da igual que no quieras ser mía. Como veo que te da igual una que otra, te vas a quedar así mientras te follo.-

Comencé a besarla mientras meneaba mi picha entre las nalgas de Paula, buscando la parte baja de su sexo. Lo buscaba sin cuidado, a propósito.

Quería que sintiera aquello amenazar su ano. Paula debía de estar realmente asustada, pero no hacía nada. En ese momento me sentía con derecho a todo.

Al final coloqué la cabecita en la raja de Paula, que dejó de intentar separar las piernas para doblarlas y ofrecerme así todo su coñito, elevado unos dedos, lo justo para que mi falo entrara en ella.

La ayudé colocando la almohada doblada sobre su vientre. Paula recogió sus brazos sobre su pecho para mantener cierto equilibrio y yo la cogí de sus caderas y me puse a moverme restregando mi pubis contra su vientre, frotándome con fuerza, con insistencia, como queriendo quitar de mi vientre el cosquilleo que me recorría a fuerza de arrascarme con sus nalgas.

Subí mis manos y aparté sus brazos un poco de sus costados y me puse a cogerle los pechos, metiendo mi mano entre ellos y la sábana y todo mi cuerpo caía sobre ella. Puse mi mejilla sobre su espalda y seguí restregándome, haciendo que el falo entrara y saliera, haciendo que sintiera el calor y la suavidad de mis pechos en la espalda.

Paula pretendía ponerse de rodillas o a cuatro patas, pero yo entonces ponía todo mi peso sobre ella y la obligaba a seguir sobre la almohada.

Comencé a moverme más rápido y percibí la excitación creciente de Paula, así que continué durante un rato, moviéndome incluso más rápido, concentrándome sólo en meterla y sacarla hasta que Paula comenzó a moverse conmigo, ella cada vez más rápido y yo un poco más lenta para coordinar nuestros movimientos. Chillaba un poco, con gritos cortos y apagadas.- Ohhh Uohhh Uohhh Uohhh.-

Puse un ritmo distinto,, un poco más lento pero metiendo y sacando el falo todo lo que podía, embistiendo desde atrás y retirándome cuando mi vientre rozaba sus nalgas y al poco rato, Paula ya no sabía donde estaba, ni quien la follaba ni cómo estaba sintiendo ese fenomenal orgasmazo.

La saqué de su sexo cuando me lo pidió y me tiré sobre ella, un poco escorada. Paula me acarició la cara y me dijo que no me pusiera celosa, que yo era su amor. –Yo soy tu putita… tu putita lesbiana.- Me acordé de cuando le aseguré que sería mi puta lesbiana.

Estaba crecida. Como ya he dicho me sentía con derecho a todo y Paula estaba dispuesta a dármelo. –Muy bien, si me quieres…me darás tu virginidad.- Le dije poniéndome encima de ella como antes.

– ¿Qué vas a hacer? ¿Estás loca?.- Paula peleaba pero sus nalgas se separaron por la fuerza del falo que actuaba como ariete, separando la masa de músculo que tapaba su ano y luego, tras un empujón penetrando por vez primera dentro de su ano. La partida estaba ganada, así que no tenía prisa y fui metiendo el falo poco a poco en el ano de paula hasta sentir de nuevo sus nalgas bajo mi vientre, en mis ingles.

No pretendía que Paula se corriera, así que lo tuve ahí metido unos instantes y poniendo una mano en su pecho y la otra en su sexo, hincando su dedo dentro de él , comencé a moverme un poco y luego, simulando una eyaculación, me moví con brusquedad unos instantes, pero todo ello era más simbólico que otra cosa y cuando saqué la picha del ano de Paula, ella ya era mía de verdad. tanto que me pidió que la tomara, aunque solamente la masturbara.

Al lunes siguiente, tuve que explicarle a Rosa que no le había explicado nada a Paula de su relación con Luis. Lo que Paula reflejaba en su diario era su experiencia con Eva.

Rosa se quedó pensativa.- ¿De manera que mandaste a la asistenta a “cargarse” a Luis? Me la tengo que volver a follar. Tengo que follarme a todas las tías que se ha follado Luis.-

Me parecía que Rosa mantenía un romance raro con Luis., No creí que tuviera problemas con Eva para pedirle que se acostara con Rosa. Estaba equivocada. Desde hacía días un chico venía a traerla y llevarla. Si ella le contaba algo y el chico era normal, lo más probable es que le estuviera comiendo el coco para que se buscara otra casa. Además, Eva me pidió que le definiera que era exactamente eso de “acostarse con Rosa”.

Rosa lo que quería era, ni más ni menos que ponerse mi pene y penetrarla. Se lo conté a Eva un poco dulcificado pero no fui capaz de engañarla y me dijo que no. Le pedí que me pidiera lo que quisiera. –Déjame que yo te folle a ti.- Me dijo. Rechacé la idea, pero cuando me iba me dijo- Bueno…déjame que me folle a la puta de tu hermana.-

Me costó convencer a Paula. No le dije quien era. Seguro que pensaba que era una chica de mi clase, como Rosa. Aceptaba que le tapara los ojos para que ni ella ni la chica se reconocieran nunca. Conseguido mi propósito con Paula, Eva aceptó y conseguido mi propósito con Eva, fui a ver a Rosa y le dije que podría acostarse con Eva, pero envista del precio que tenía que pagar, ella tendría que poner algo y eso era, ni más ni menos que dejarse follar por mí. Rosa puso mala cara pero era tal su deseo que aceptó.

Lo primero que hice fue ganarme a Eva. Paula estaba desnuda, con un tanga color violeta. La había sacado de la ducha y la llevé al salón.

Le dije que la chica la esperaba así que le tapé los ojos con un pañuelo de seda.

Le dí una tortita, que le pilló desprevenida. Era evidente que no veía. La llevé de la mano lentamente y cuando llegamos, Eva se había desnudado y se colocaba los extraños atuendos.

Tomé las manos de Paula y las até al respaldo de la silla.

Ella estaba de pie por la parte exterior. Eva se acercó y lentamente la miró, y se puso a su lado y comenzó a acariciarla con delicadeza, los pechos el vientre, la espalda, las nalgas. Luego le recorrió la piel con la lengua.

Miraba a Paula, que estiraba el cuello al sentir los estímulos y veía su castañita subir y bajar en la garganta, tragando saliva.

La lengua de Eva era golosa y no se detenía ante ningún tabú. Bajó las bragas de Paula y las tiró cerca de la suya.

Me pareció que se las quería llevar de recuerdo. Eva se abrazó a Paula y la besó en los hombros y más abajo y en los senos, la agarraba de la cintura y unía su vientre al suyo y sus pechos a los de mi hermana.

Paula era más alta que Eva. Ví que mi sirvienta cogió el pene. Se la quería follar de pié. Paula se puso de puntillas al sentir la cabecita del pene en su raja, pero era imposible evitarlo. Me puse detrás de Paula, sentada en la silla con las piernas abiertas, y mirando su espalda.

Eva se puso también de puntillas y ya Paula empezó a ver la inutilidad de su además y se fue dejando caer y fue sintiéndose empalada por el falo , y el aliento de Eva sobre sus hombros. Paula levantó una pierna y la puso alrededor del cuerpo de Eva, abriendo su sexo y ayudando a que el pene entrara y saliera con más facilidad.

Las chicas se movían de manera muy similar, sólo que una lo hacía por introducir su ariete lo más posible y la otra por sentirlo lo mejor posible.

Las nalgas de Paula tan pronto retrocedían y se ponían redonditas como se metían para dentro, y se arrugaban.

Metí la mano por los barrotes de madera del respaldo de la silla y toqué las nalgas de Paula y luego, bajando mi mano e introduciéndolas por debajo de los muslos, toqué su sexo, poniendo mis dedos a manos lados, encima de los labios.

Luego, sin miramientos, introduje el corazón entre sus nalgas y le rocé el ojete.

Su ano se abría y cerraba cada vez que Paula movía sus caderas y realizaba un movimiento pélvico.

Paula comenzó a correrse y entonces, Eva la cogió entre sus brazos, agarrando sus muslos que Paula enrolló en la cintura de Eva y el pene penetró al cien por cien.

Eva se ponía de puntillas con dificultad y se dejaba caer bruscamente sobre los tacones y Paula gemía de placer, penetrada , ensartada.

Eva me hizo un gesto para que la soltara y abriéndose de piernas sobre el sillón, Paula tuvo que comerle el coño, que estaba a punto de caramelo para una lamida.

Luego Eva se vistió, se guardó las bragas violetas de Paula y me hizo un guiño, soltando mi aparato sobre el sofá. Paula ahora me hacía a mí la comida de coño.

Le comenté a Rosa que Eva estaba ya dispuesta a ser suya. Se puso muy contenta, pero al exigirle el precio, receló.

Quedé con Eva y Rosa en un café.

Rosa miraba a Eva como una leona a una gacela. Eva le aseguró a Rosa que sería suya tan pronto como yo dijera. No perdimos tiempo y nos fuimos a casa de Rosa. Yo hubiera preferido ir a casa pero desde que Paula había roto con Luis, apenas si salía.

Rosa se desnudó mientras yo misma hacía lo propio, claro que a mí me quedaba ponerme el consolador. Eva nos miraba. Le pregunté a Rosa si estaba preparada y me dijo que sí. La notaba tensa. No deseaba ser penetrada, pero lo aceptaba a cambio de Rosa. Aquella penetración era mi victoria sobre Rosa, la chica que me había gustado durante meses y que había tenido en mis manos sólo una vez.

Me acerqué a ella. Cooperó en las caricias y me dejó que la besara, devolviéndome unos besos muy debilitados. No se entregaba.

Hacía su papel. Sería mi puta, pero sólo eso, una puta que no deseaba entregar ni sus sentimientos ni sus emociones.

Sus pechos, la fruta más exquisita que se pudiera probar estaban al alcance de la mano y los tomé. Aquella actitud no me disgustaba. Era una sumisión, no a mí, sino a las circunstancias y yo me iba a aprovechar. Acaricié sus nalgas, lamí sus pechos y me la llevé al sillón.

Me senté en él y se puso de rodillas frente a mí y me fingió hacer una mamada. Rosa era espléndida. Extendió su lengua que golpeé rítmicamente con el falo de goma.

-Date la vuelta.- Pensé que tal vez me precipitaba. La verdad es que creía que Rosa sería mía para siempre a partir de entonces. Rosa se puso a cuatro patas.

Ví sus nalgas redondas, su espalda desnuda, bien hecha y sus muslos bien contorneados. Su sexo estaba cubierto de pelo que me pareció hermoso. Me puse de rodillas detrás de ella y la agarré del pelo, tirando de su cabeza hacia detrás.

Sentí sus nalgas en mi vientre. La solté y volví a repetir la acción, pero sosteniendo el pene en mi puño. Rosa se acopló. Sentí como aguantaba la penetración, como se le cortaba la respiración. Miré a Eva, que miraba más a Rosa que a mí.

Comencé a moverme detrás de Rosa, como dolida, como queriendo calmar una ansiedad que me recorría al darme cuenta que Eva ya no era mía. Pero Rosa si lo sería. Me agarré a sus caderas y moví mi cintura y comencé a follarme a la chica de mis sueños, a hacerle sentir maravillas, el amor, el placer, el deseo , el gozo.

Rosa estaba quieta. No se movía pero ya lo hacía yo por ella. Me daba igual , al final se derrumbaría.

Su vagina se lubricaba, su cuerpo se calentaba. Los movimientos de su cabeza la delataban, la forma en que se movía el pelo de un lado a otro de su cuello Paula echó la cabeza hacia detrás, arqueó la espalda como una loba que estuviera a punto de aullar y entonces comenzó a cooperar de manera activa, moviéndose, abriendo sus piernas, forzando sus caderas para poner su sexo más al alcance de mi pene de latex.

Al final, Rosa se corrió. Se limitaba a aspirar y expirar el aire con gran intensidad. Me la imaginaba con los ojos cerrados y la boca muy abierta mientras mi pene arrancaba de su vagina todo el placer que le podía proporcionar.

Saqué mi picha de su sexo mojado. Sus nalgas se extendían ante mí. Lo tenía que hacer. Puse mi cara entre su nalgas y lamí su sexo, probé el sabor de sus flujos y acaricié su ano con la punta de mi lengua.

Luego quise que comiera el sexo. No más ni menos que lo que Eva le había pedido a Paula. Rosa miró a Eva, que le confirmó que así había sido. Rosa cumplió.

Me quité las correas y se las dí a Rosa, Eva se desnudaba. Entonces me miró –Vete. Quiero que te vayas.-

Me dejó muy sorprendida. -¿Qué me vaya? ¿Por qué?.-

-Esto es entre Rosa y yo. Tu no pintas nada.-

Rosa miró a Eva y me miró y me hizo un gesto suplicándome que me fuera. Salí del piso por que no podía ahora negarle a Rosa su placer, y comencé a dar una vuelta por ahí. Volví a la media hora. Llamé al telefonillo. Se puso Rosa

.- ¿Habéis acabado? .-

-No-

-¿Os queda mucho?.-

-Un rato… es mejor que te vayas…queda…un rato.-

Me fui muy contrariada pero me quedé espiando. Salieron las dos muy contentas, después de hora y media. Me mordía los labios de celos. Pasé un fin de semana muy malo. Ni siquiera tenía ganas de follar con Paula y además, no tenía con qué. El lunes, Eva entró y ni me miró a la cara. Al llegar al instituto, Rosa me sonrió con cara de culpabilidad y en una bolsa reliada de plástico me dio mi consolador, que guardé en mi bolso.

-¿Cómo os fue?.- Le pregunté para sonsacarla.

-Muy bien.- Me dijo secamente.

Cuando volví, pregunté por Eva. Mi madre me dijo que le estaba haciendo la cuenta por que había encontrado otra casa. Me fui a despedir. Estaba distante, pero al final, me besó a mí y a Paula. Me sentí muy triste, demasiado triste. La llamé alguna vez pero no quería saber más de mí.

Rosa mantuvo un romance con Luis durante algunos meses. Al final Luis intentó hacerle pasar por el mismo tipo de experiencia que le hizo pasar a Paula y Rosa lo mandó a la mierda. Desde que la obligué a follar conmigo no me tiene mucho aprecio y casi no somos amigas.

Mi tía Gloria tiene novio. Lo ha tenido siempre. En realidad mi tía no era puta, sólo que en el pueblo no estaban bien vistas ciertos hábitos de mi tía.

El hombre con el que la veíamos era un viudo que en realidad es su novio. No le pagaba por hacer el amor, sino porque quería a mi tía y la ayudaba económicamente de vez en cuando. ¿Por qué me esperó aquel día en las fiestas? Quizás sabía que era yo y tenía curiosidad por

Ver qué era ese extraño juego, ver si era realmente capaz de hacerme pasar por un muchachito.

No lo sé.

Bueno. Paula es mía.

Al fín y al cabo es a ella a quien deseaba al principio de esta historia.

No la comparto con nadie.

Le voy a buscar un novio que sea un memo para evitar que me pase lo que me pasó con Eva, pero desde luego, él será un testaferro, un espantapájaros.

Quizás le deje estar con Paula de vez en cuando, pero sobre todo, Paula es mía.

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